Cuando los malos se transforman en protagonistas
Desde el Astor Monserrat de Vidas robadas hasta la intrigante Antonella de Patito feo , la pantalla chica local abunda en villanos tan populares como los héroes de las novelas
Motivados por el amor, el odio, la venganza o la locura, ellos son capaces de todo. Son los villanos, los malos, los antagonistas; en fin, los que les hacen la vida imposible a los héroes y a las heroínas de las telenovelas argentinas. Algo que, por este solo hecho, debería ser razón suficiente para aborrecerlos y desdeñarlos. Sin embargo, a veces, en la percepción de la audiencia, estos personajes son más atractivos que los buenos.
Muchos de los malvados, por su grado de perversidad, quedaron en la historia de la televisión nacional como Luciano Salerno, el mafioso disfrazado de empresario en la novela Ricos y famosos (Canal 9, 1997); Alberto Lombardo, el médico con un pasado vinculado a la dictadura de Montecristo (Telefé, 2006), o Mauricio Dobal, el naturista que traficaba órganos en Resistiré (Telefé, 2003).
"Cuanto más malos son, más héroe es el bueno. Así, el espectador se queda con todo lo que luchó el protagonista para ganarle a la maldad", explica a la hora de hablar del atractivo de los villanos, la actriz Julia Calvo, quien en Casi ángeles (Telefé) interpreta a la cruel Justina García. Ella puede enjabonar la escalera para que la buenaza de Cielo (Emilia Attias) se caiga y pierda su embarazo, o explotar a un grupo de huérfanos en una fábrica de juguetes y humillarlos con sobrenombres indignos.
Al igual que Justina, la antagonista de Don Juan y su bella dama (Telefé) Serena (Isabel Macedo), es capaz de hacer cualquier cosa con tal de ganar. "No se le mueve una pestaña al decir o hacer algo tremendo o sacar de la galera lo que se le ocurra para cumplir con su objetivo", cuenta la propia Macedo. Y agrega: "Serena se quiere alejar lo más posible de lo que fue su realidad porque le costó muchísimo llegar hasta donde está y tener el nivel social del que disfruta ahora". Este razonamiento que expone la actriz es lo que parece dotar a su personaje -pero también al del resto de las ficciones- de la crueldad necesaria para convertirla en la mala de la historia. Para los villanos, el fin siempre justifica los medios. En el caso de Serena, nada le va a hacer meditar que debe dejar de buscar al hijo de su novio para pasar tardes de pasión. Ella quiere la felicidad a cualquier costo.
Dolores Azcurra (María Socas) también comparte esta filosofía de vida, aunque en su caso sus trastornos psicológicos complican el panorama. Ella es la esposa que hace lo que sea para que su marido no la abandone por otra en la telenovela Mujeres de nadie (Canal 13). "Su maldad tiene que ver con no poder sentir ni pensar y sólo accionar para extirpar el dolor, que, al final, termina por infligírselo a otro", señala Socas.
La maldad morigerada
Sin embargo, a veces, quienes hacen sufrir a los protagonistas de las ficciones no son extremadamente malos. Este es el caso de Angela Torales de Baldés (Patricia Etchegoyen), la antagonista de Por amor a vos (Canal 13), quien a lo largo de la tira intenta evitar que su marido (Miguel Angel Rodríguez) caiga en los brazos de Margarita (Claribel Medina). "Ella no es mala por naturaleza. Tiene bronca y resentimiento porque su esposo no la quiere. Además, es coherente con sus valores, que tienen que ver con la defensa de la familia", describe Etchegoyen.
Lo que cuenta la actriz no es más que cierta humanización de los malvados. Como ocurre con Astor Monserrat (Jorge Marrale), el traficante de la novela Vidas robadas (Telefé), que la semana última terminó con su vida en una escena explosiva que, sin embargo, dejó más de una duda acerca de su alejamiento de la historia. Más allá de ser el líder de una red de prostitución que secuestra a mujeres, puede ser un padre cariñoso o, simplemente, angustiarse. "Antes, los malos lo eran porque sí: se vestían de oscuro y tenían un gesto adusto. Y en la realidad no son así. Nos han gobernado tipos de un carisma exultante que terminan siendo mucho más perversos que otros personajes siniestros", explica Camaño. La idea de estos guionistas fue crear villanos que el espectador reconociera. "Hombres que saludamos habitualmente, a pesar de que se dediquen a actividades tremendas", relata.
Camaño argumenta que este cambio en la manera de dar vida a un malo se produce por una multiplicación y diversificación de los contenidos audiovisuales. "El público necesitaba historias más creíbles, sobre todo porque sus gustos se fueron modificando ante el avance del cable y del DVD", expone.
¿De qué manera hablar del trabajo infantil, que el año pasado se vio en la primera temporada de Casi ángeles , o el hostigamiento que sufre todo el tiempo la protagonista de Patito feo en manos de su antagonista, Antonella (Brenda Asnicar) para no herir la sensibilidad del público al que se dirigen los programas? La fórmula parece descansar en el humor. "La malvada debe ser divertida y no tener un costado muy oscuro", plantea Marcela Citterio, la guionista junto a Mario Schajris, del programa de Canal 13.
Julia Calvo sabe que hay que ponerle algo de pintoresquismo a la hora de componer a Justina en Casi ángeles , para atenuar su crueldad. Para eso, recurrió a los latiguillos. Así, sus frases, como "silencio, entierro" o "correctivo" con las que disciplina a los huérfanos a su cargo, resuenan en los espectadores del programa. "En la calle, los chicos me piden que se las diga", indica.
La maldad en TV parece que debe ser sancionada y de manera violenta. Todavía se recuerda la explosión del cuerpo de Mauricio Dobal en Resistiré , o cómo Lombardo terminó asesinado por su hijo en Montecristo . "De alguna manera tiene que llegar la justicia que el villano no espera; eso no significa que sea la ley o la prisión", interviene Camaño. Pero puede suceder que no haya castigo. "Eso podría formar parte de la cotidianidad de los argentinos. Vemos malos todos los días en el Gobierno, en la oposición y en las grandes empresas. Ellos manifiestan su impunidad con un nivel descarado que apabulla", concluye el autor.
La presencia de los villanos, su atractivo y su potencial sanción, en televisión, parecen tener una función de disciplinamiento social. "Tiene que haber una justicia divina, llegado el momento. Es lo que todo el mundo espera y está bien que suceda eso, al menos en la ficción. Sería una suerte de mensaje moral porque en la realidad uno quiere que los malos paguen", señala Citterio. Y, si no, que lo cuente Etchegoyen, quien cuando interpretaba a Perla en Pasiones (1988), una mujer la abordó en la calle y le pegó una cachetada. "¡Basta! ¡Dejala tranquila a Milagros!", recuerda la actriz que le dijo la agresora.