En una extensa charla con LA NACION, los actores se refirieron al reciente estreno en la sala El Plata de Mataderos y recordaron los tiempos en los que conformaron un rubro televisivo que arrasaba con el rating; anécdotas, el dolor por la falta de ficción y el valor de la madurez
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“Una sociedad sin ternura es una sociedad en guerra”, sostuvo, alguna vez, Alfredo Sanzol, el dramaturgo español, nacido en Pamplona, autor de La ternura, la comedia, con múltiples referencias al ideario de William Shakespeare, que se estrenó ayer en el Teatro El Plata, la coqueta sala perteneciente al Complejo Teatral de Buenos Aires ubicada en el corazón del barrio de Mataderos.
La ternura se vio, por primera vez, en el 2017 en Madrid, donde obtuvo el apoyo de la crítica y un éxito de público resonante. Lo mismo sucedió en la gira realizada por el territorio español y en las diversas plazas europeas donde se presentó.
Si a priori resulta interesante un material original, pero que pivotea en tópicos esbozados por el Bardo inglés, cuyos personajes comparten el deseo común de encontrar eso llamado ternura, un punto fuerte de la propuesta es la pareja protagónica que encabeza el elenco, conformada por Cristina Alberó y Antonio Grimau, los populares actores que, hace más de cuarenta años, conformaron un rubro que lograba polarizar la audiencia televisiva hablándole a las vicisitudes del amor.
“Me parece muy interesante que la dirección del teatro apueste por esta obra, que tiene tanto que ver con el teatro clásico y popular, y que haya buscado, justamente, a dos actores muy populares”, comienza diciendo Cristina Alberó, habladora y simpática en igual medida, eufórica con su primera experiencia laboral en el Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA).
“Se rompe con el prejuicio que dos figuras de televisión no puedan hacer teatro oficial”, afirma Antonio Grimau, quien conoce el paño ya que, a comienzos de la década del noventa, protagonizó en el Teatro San Martín Los invertidos, la pieza de José González Castillo, que revolucionó a la sociedad de comienzos del siglo pasado, cuando se estrenó, y volvió a generar revuelo en la versión de la que formó parte el actor bajo la dirección de Alberto Ure. Años después, en la sala del Regio, también perteneciente al CTBA, encabezó El avaro, de Molière, dirigido por Corina Fiorillo.
Y otros cuentos sobre el amor…
No son pocos los que recuerdan el enorme éxito –de una envergadura hoy impensada– de las telenovelas Trampa para un soñador y Quiero gritar tu nombre, donde Alberó y Grimau conformaron un rubro romántico inolvidable. Nadie mejor que ellos, quienes de las lides del amor ficcional saben y mucho, para llevar adelante el original material escénico, cuya versión local es dirigida por Eduardo Gondell.
En un cruce por demás interesante, La ternura recupera el tenor popular que tenía el repertorio shakesperiano en el momento de su estreno y al clima festivo que, aún cuando lo ofrecido era un drama, se generaba en la sala The Globe, frente al río Támesis.
–¿Qué pueden decir de sus personajes?
Cristina Alberó: –Soy una reina…
Antonio Grimau: –Como lo es en la vida real.
Pareciera que el tiempo no transcurrió. Esto es un verdadero “decíamos ayer”, como se le atribuyó decir a Fray Luis de León, luego de ser sometido por la Inquisición. Alberó y Grimau se chicanean, se ríen, se conocen demasiado. Ella lo provoca con alguna ironía y él la observa azorado como quien sabe que se trata de la compañera de banco más insurrecta de la clase.
C.A: –La reina que interpreto tiene mucha fuerza y apela a algunos elementos mágicos.
–Recurso que Shakespeare utilizó en algunas de sus obras.
C.A: –Eso me encanta, me gusta ese trabajo que también tiene que ver con bucear en el interior de nosotros mismos.
A.G: –Decí algo más sobre tu personaje…
C.A: –Acabo de decir que es una reina.
A.G: –Algo más…
C.A: –Es un poco dictatorial, divertida, algo loca y siempre tiene un plan para salir de la situación, aunque se mete en muchos líos. Además, no quiere saber nada con los hombres.
–Cristina Alberó, ¿se mete en muchos líos y no quiere saber nada con los hombres?
C.A: –A veces me meto en líos, pero soy actriz para no ser Cristina. Cristina soy todos los días, lo que me divierte es poder componer. Me gusta hacer personajes distintos a mí, que me obliguen a bucear en lo menos conocido de mi personalidad.
En los últimos años, la actriz trabajó en Casa Valentina y en La casa de Bernarda Alba, en ambos casos dirigida por José María Muscari. En el clásico de Federico García Lorca le tocó componer a “La Poncia”, uno de los personajes con más vuelo de la obra.
–Antonio, ¿qué características tiene tu personaje?
A.G: –Interpreto a un señor que está escapando de las mujeres obsesivamente, porque le ha ido muy mal. En su aislamiento de veinte años en una isla lejana, de pronto se ve asediado por la aparición de cuatro señores que terminan siendo cuatro mujeres, lo cual genera un caos y un juego muy divertido de confusiones que llegan a límites delirantes y peligrosos.
–En estos tiempos, la temática del material es casi un acto de rebeldía.
A.G: –Es una obra que reivindica un sentimiento como la ternura, tantas veces desechado. Es interesante llegar con esta idea al público joven y a la familia.
C.A: –Coincido que es un acto de rebeldía, ya que se trata de acercar a la gente con la gente, romper con ese mundo donde todo es internet.
A.G: –Por otra parte, el amor sin ternura no es un verdadero amor. La pieza, que está basada en el trabajo del actor, hace hincapié en un sentimiento que se está perdiendo y es fundamental para el vínculo entre los seres humanos. A pesar de las desavenencias, se habla de la necesidad de reencontrarse siempre, más allá de los géneros.
C.A: –Además, tenemos un director excelente, que trabaja muy bien este género, es muy creativo y sabe lo que quiere, comprende el alma del actor.
A.G: –Nunca había trabajado con él y es un placer hacerlo, tiene una gran calidad artística y humana.
C.A: –Tenemos la suerte de transitar este trabajo que entretiene a la gente, pero si no se hace desde un lugar humano, no se logra la experiencia.
A.G: –Con el paso de los años, cada vez se hace más necesario ese vínculo humano, para poder trascender en lo artístico.
En un ejercicio metatexutual, en la pieza se mencionan algunas obras de William Shakespeare como La tempestad y Como gustéis. Grimau había transitado la pluma del Bardo formando parte de una exquisita versión de Hamlet, que se dio en el Centro Cultural de la Cooperación y fue dirigida por Patricio Orozco, donde compuso a Claudio. Alberó, por su parte, ha interpretado Romeo y Julieta.
A.G: –Ella es tan reina que se quedó con mis anteojos, quédatelos.
C.A: –No, por favor, de ninguna manera.
A.G: –Quedátelos durante la entrevista.
C.A: –Ah, pensé que me los regalabas.
Estallan en una risa que resuena en el hall de la sala Martín Coronado del Teatro San Martín, escala previa a los ensayos generales en el escenario de Mataderos donde acaban de comenzar con la temporada que ya se percibe con sabor a éxito.
Como sucedió el año pasado con la disruptiva versión de Julio César, protagonizada por Moria Casán, el cine teatro El Plata vuelve a recibir a un elenco popular, esta vez emperifollados con atuendos de época para contar el delirio. A Alberó y Grimau los acompaña un elenco integrado por Marcelo Mazzarella, Anita Martínez, Juan Cottet y Valentina Podio.
Tiempo al tiempo
Hace treinta y cinco años, Cristina Alberó y Antonio Grimau realizaron una gira que incluyó la ciudad de Miami y parte de la costa oeste de los Estados Unidos. Fue la última vez que conformaron un rubro artístico. Aquella tournée teatral fue consecuencia de la repercusión internacional de las telenovelas Trampa para un soñador y Quiero gritar tu nombre, escritas por Luis Gayo Paz, sin dudas, dos de los culebrones más exitosos que haya generado la televisión argentina y que fueron producidas y estrenadas por Canal 9 durante las temporadas 1980 y 1981. En 2014, el director Alberto Lecchi los volvió a reunir para formar parte del elenco de Cuentos de identidad, un unitario de trece episodios, pero sin que conformaran la pareja romántica a la que estaban habituados.
Más allá de sus carreras individuales –ninguno de los dos abandonó su vocación– como pareja profesional han logrado conformar una suerte de marca. Acaso porque aquellos culebrones formaron parte de la vida de millones de argentinos.
–¿Son conscientes de lo que implica verlos juntos?
C.A: –Nunca me sentí lesionada por haber integrado un rubro, ya que ambos hemos tenido una carrera personal por separado.
A.G: –Tuvimos la fortuna de poder continuar con nuestras carreras, más allá de un éxito televisivo. Le estoy profundamente agradecido a Trampa para un soñador, porque me dio a conocer masivamente a nivel popular y, como dice Cristina, luego me permitió acceder, de a poco, al mundo del teatro, hasta llegar a Los invertidos, obra que permitió que me miraran los directores con los que me interesaba mucho trabajar.
–En no pocos casos, un gran éxito, como el que han tenido ustedes como pareja televisiva, se convierte en una trampa.
A.G: –Uno puede quedar sepultado por un personaje. Ese temor, aunque quedó como un temor pasajero, me sucedió recientemente cuando me tocó personificar a Roberto Sánchez.
El actor se refiere a la miniserie Sandro de América, donde interpretó al ídolo de la canción. Por aquel trabajo, Grimau ganó un premio Martín Fierro. “Uno puede quedar pegado a un personaje tan fuerte, de esas características. También tuve ese temor cuando hice a Lito García en Trampa para un soñador, esos éxitos pueden generar que no te llamen más”.
C.A: –Nombrás a Sandro y puedo decir que tuve la fortuna de hacer una película con él. En esa época nos inventaron un romance y él, muy caballero, siempre dijo “somos sólo amigos”.
–Cristina, ¿sentiste el temor a quedar anclada a un personaje o encasillada a un gran éxito?
C.A: –Nunca tuve ese temor, porque como comencé cantando y la música siempre da una perspectiva de algo más universal; con respecto a las novelas, todo lo que me sucedió en el exterior fue gracias a esos trabajos, siento que dio sus frutos ese sacrificio de grabar tantas horas diarias.
–¿Qué sucede con el recuerdo del público?
C.A: –La gente nos pide que volvamos a hacer aquellos programas inolvidables, entre los que se encontraban las tiras, pero también se grababan los clásicos del teatro argentino, era una forma de llevarle al público la cultura a su casa.
A.G: –A través de los años es increíble la fidelidad de la gente, ese apoyo nos permite que sigamos viviendo de la profesión que elegimos, es sobrecogedor, por eso estamos muy agradecidos.
–¿Nunca debe molestar la identificación con un personaje?
C.A: –Si la gente te identifica a un personaje es porque estaba bien hecho, entonces cómo me puede molestar que me mencionen a Valeria Montalbán Ortiguera, como se llamaba mi personaje en Trampa para un soñador.
–En todos estos años, ¿les han ofrecido volver a trabajar juntos?
A.G: –Nos han llamado, pero ambos estábamos con nuestras cosas. Estuvimos a punto de compartir el elenco de Casa Valentina, pero yo estaba grabando y no podía hacer teatro al mismo tiempo.
Aquella televisión de la década del ochenta era bien diferente a la actual. Desde ya, no existía la competencia de los servicios pagos ni de las plataformas de streaming, lo cual hacía que las señales de aire tuvieran una audiencia cautiva. Aunque, desde ya, no todos los ciclos tenían la repercusión que lograban las ficciones protagonizadas por Alberó y Grimau.
Tal fue el suceso de Trampa para un soñador que las autoridades del canal decidieron retener a la pareja protagónica en otra ficción. Cuando filmaron la última escena, correspondiente a la anhelada boda de sus personajes –culebrón al fin, debía terminar bien– sin cambiarse el vestuario se fueron a ensayar la primera escena de Quiero gritar tu nombre, el nuevo éxito que los acompañaría durante varios meses. “Hicimos la última toma de Trampa para un soñador y bajamos al subsuelo de Canal 9 a leer el primer capitulo de la nueva novela”, recuerda Grimau.
“Antes de eso, hicimos una obra con libros del autor de las tiras, donde lo hice debutar como cantante”, rememora Alberó. Ambos se ríen ante aquella osadía de Antonio, aunque, a lo largo de su carrera, no se ha privado de hacer musicales como la última versión de Hello Dolly, en el verano previo al estallido de la pandemia, “fue un honor cantar al lado de una artista de la envergadura de Lucía Galán”.
Anecdotario
–Las anécdotas en las grabaciones deben ser incontables.
A.G: –Tengo una que es un clásico. En aquella época se estilaba que los protagonistas pudieran tener bloques enteros hablando.
C.A: –Llegamos a hacer dos bloques de ocho minutos. Había mucha letra.
A.G: –Recuerdo que grabamos ocho minutos, hubo un corte, y seguimos con ocho minutos más. A veces, me fallaba la memoria y, en más de una escena, donde la cámara nos tomaba de perfil, Cristina se refugiaba en mi hombro y me pasaba la letra en el oído. Salíamos de eso, tan naturales, como si nada. Teníamos una gran comunicación.
C.A: –Eso facilita mucho las cosas, Antonio es un gran compañero.
–Cristina, ¿recordás alguna anécdota?
C.A: –Una vez se inundó la zona del canal y un productor me tuvo que venir a rescatar, porque me estaba hundiendo en mi auto, pero, casi siempre, Antonio me venía a buscar y me llevaba en su vehículo.
A.G: –Y parábamos en los puestos de diarios para ver en qué tapas de revistas habíamos salido. “No te enteraste que salimos en tal lugar”, me decía ella.
C.A: –Antonio, yo no hablo así.
A.G: –¿Y la anécdota del aire acondicionado?
C.A: –Estábamos haciendo teatro en Miami y, por razones climáticas, el aire acondicionado de la sala estaba a tope, algo que me hace muy mal. En esa obra, primero salía Antonio y, al rato, aparecía yo. Entonces, sin que él me viera, como yo había descubierto el control del aire acondicionado, antes de salir a escena me encargaba de subir la temperatura. Al rato, Antonio comenzaba a traspirar, decía: “cómo puede ser que un teatro norteamericano no tenga refrigeración”. Y yo me hacía la desentendida. Hace poco se enteró de la verdad.
Nada más que amigos
Así como a ella le han inventado un romance con Sandro, lo cierto es que los millones de fanáticos que seguían las telenovelas, bramaban para que Alberó y Grimau trascendieran la ficción y conformaran una pareja real. Ante la mención de tal imaginario, ambos estallan en una carcajada.
C.A: –No fuimos pareja, ni lo intentamos.
A.G: –Se sospechó mucho, pero no sucedió nada.
–Quizá por eso pueden continuar con el vínculo.
C.A: –Seguramente.
Cuando protagonizaron Trampa para un soñador, Alberó se estaba separando de su marido y Grimau estaba en pareja. Hoy, ambos disfrutan de la soltería. Pasaron los setenta, pero lucen tan vitales como entonces.
–Las actrices de la obra Brujas reconocen que no son amigas, que no comparten lo social, a pesar de los años de trabajo que las une. ¿Ustedes son amigos? ¿Se ven con regularidad?
C.A: –No, no nos vemos con asiduidad, no somos de ir a comer.
A.G: –No nos frecuentamos, pero siempre hubo una corriente de afecto y admiración que no se cortó.
C.A: –Eso es mutuo.
A.G: –Cada vez que me mencionaban a Cristina, no tenía más que palabras de cariño y respeto hacia ella, por eso agradezco este reencuentro inesperado y feliz.
C.A: –Hemos tenido una relación impecable cada vez que estuvimos juntos.
–A veces los egos juegan malas pasadas.
C.A: –He trabajado mucho sobre mi persona para que, en mi vida, prime el alma y no el ego. No me fijo en lo que cobra el otro, soy pro, pongo lo mejor de mí para cada circunstancia.
A.G: –Nunca competimos y, en más de una oportunidad, me han convocado a trabajos donde pensaba que Cristina también podría haber estado, pero no se daba.
La industria
–¿Se conservaron las grabaciones de aquellas ficciones?
C.A: –No sabemos quién tiene los tapes de Trampa para un soñador.
A.G: –Sería maravilloso que la volvieran a dar.
–Se han regrabado muchos tapes, anulando un material previo muy valioso.
A.G: –Se ha llegado a regrabar encima de capítulos de Alta comedia.
C.A: –Un crimen para la cultura.
–Hoy se perdió la industria de la ficción en la TV abierta.
C.A: –No sé cuáles son los motivos. Trampa… tuvo 315 capítulos y Quiero gritar… llegó a los 250, y todo ese material fue vendido al exterior. Hace poco, en Uruguay, grabé una serie que se vio en Italia, lo cual implica muchas posibilidades económicas. Desgraciadamente, eso es algo que nuestro país perdió.
–Con la consecuente merma laboral de trabajo en infinidad de rubros.
C.A: –Se perdieron fuentes laborales artísticas y técnicas.
–Sin embargo, el público quiere ver a sus actores.
A.G: –Sin dudas, nos lo dicen permanentemente.
–¿Por qué existe una interferencia entre las decisiones de los responsables de la televisión y los televidentes?
C.A: –Habría que pensar cuáles son los intereses para que no se grabe acá, algo debe pasar…
A.G: –También el cine argentino perdió su mercado, Luis Sandrini o Niní Marshall eran conocidos en toda América Latina, y ahora eso sucede con nuestra televisión, que ha dado productos maravillosos.
Edadismo
–El medio artístico es ingrato con la madurez de sus figuras. ¿Cómo viven el paso del tiempo en relación al trabajo y a la vida personal?
C.A: –A veces llaman a los actores por sus parecidos con los personajes, algo que no debería ser así, es muy limitante. Si me levanto y me acuesto siendo Cristina, cuando trabajo me gusta ser otra persona. En lo personal, no tengo el prejuicio que marca que la vida debe ser para peor, sino que creo todo lo contrario, lo que viene siempre es mejor. Es cierto que hay que cuidarse más y que aparecen arruguitas, pero hay tanto para aprender y crecer, que es maravilloso el paso del tiempo. Hoy los gerontólogos hablan de todo lo que una persona de más de sesenta años tiene para dar en la segunda parte de la vida.
A.G: –A mí me sostiene sentirme bien físicamente y estar vigente. Si hubiese menguado el trabajo, seguramente estaría bastante golpeado. También los afectos son fundamentales para vivir bien. Por otra parte, no me quedo aferrado al pasado y, como dice Cristina, siento que lo que viene será mejor. Obviamente, hay menos capacidad en lo físico o hay un cansancio mayor, pero hay que tener objetivos, apostar al futuro.
–¿Cómo aguardaron el estreno de La ternura?
C.A: –Con nervios, como corresponde.
A.G: –Y con mucha felicidad, ya teníamos ganas de confrontarla con la gente, esperando que el público la disfrute.
Para agendar
La ternura
De Alfredo Sanzol, dirigida por Eduardo Gondell.
Sábados y domingos, a las 17, en el Cine Teatro El Plata, Avda. Juan Bautista Alberdi 5765.
Valor de las localidades: Platea $ 1.900 pullman $ 1.500 Estudiantes y jubilados: $ 500
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