Gran Cuñado 2016: conocé al hombre detrás de la máscara de Horacio Rodríguez Larreta
Se llama Martín Bilyk, es humorista desde fines de los 90; quizá algunos lo reconozcan por ser el Aníbal Fernández de Periodismo para todos
Martín Bilyk tiene 46 años. Está casado hace 2 y tiene un perro que durante la entrevista va a ser tan protagonista como él. Se levanta todos los días a las 4, tiene que estar en la primera mañana de radio El mundo. De 6 a 10 trabaja detrás de un micrófono, después vuelve a su casa y comienza la espera. Hasta las 3 de la tarde hay tiempo para saber si tiene que ir o no al canal. “Uno tiene que estar disponible full time”, cuenta a LA NACION el Horacio Rodríguez Larreta de ShowMatch. Antes de ser parte del ciclo conducido por Marcelo Tinelli, Martín pasó por Periodismo para todos, donde encarnaba a Aníbal Fernández y también a Lilita Carrió, pero sus comienzos se remontan a fines de los 90 y a la radio. "La tele siempre fue el extra y la radio la constante", dice a cara lavada, sentado en el living de su casa palermitana.
Para ser Larreta, Bilyk pasa tres horas tras las manos de expertos (dos maquilladores, dos caracterizadores y un vestuarista). Primero, le pintan partes de la cara con un químico (“que no es nocivo para la piel, pero altamente adherente”) justo donde tienen que colocar las prótesis de látex. La piel tiene que estar lo más limpia posible, sin cremas ni grasitud, para que el producto se pegue bien. El proceso continúa hasta que se completa la fisonomía del personaje. Lo que sigue es un sellado para limar las imperfecciones. Es ahí donde los maquilladores aparecen para completar el trabajo y evitar que se noten las uniones. Después marcan los rasgos, las arrugas, las sombras y la máscara está lista. Por último, viene el vestuarista. Para otros personajes, la peluca. Pero Larreta no tiene pelo.
La espera. “El problema es que ya sos Larreta, pero faltan 2 o 3 horas para el programa, tenés que estar ahí esperando. No podés salir de los camarines porque tampoco es interesante que la gente te vea. La idea es guardar la sorpresa, más si estás vestido con algún atuendo especial, no anticipar el chiste”, explica Martín. Hay días que a pesar de estar convertido en su personaje puede no salir al aire. Otros, en que el tiempo detrás de la cara del jefe de Gobierno de la ciudad se puede extender a media jornada. Pero los minutos junto a Tinelli valen oro, al menos para él que está por primera vez frente a frente al conductor.
-Venís trabajando desde hace mucho tiempo y si bien estuviste varios años con Jorge Lanata es la primera vez que aparecés en el prime time... ¿cómo fueron tus primeros minutos en ShowMatch?
-El primer minuto de aire fue fácil porque estaba en bicicleta, era estar en bici y no caerse. Fue hermoso. Lo divertido es que vos jugás de defensor, un día te mandaste al ataque y ves que te la juegan. Está bueno un poco de impro, Tinelli al lado es una figura. Vos querés su sonrisa, estás buscándola todo el tiempo. Tinelli te devuelve todas. Es el partenaire número 1 por excelencia. Él sabe que se pone en el rol de ponerte la cara para que vos le pegues el pastelazo y la pone siempre. Todo te lo hace rendir el doble. Es mucho más “exigente” la previa, en lo que hay angustia personal, adrenalina y tensión, que una vez que estás en el piso, donde -si bien estás concentrado- todo fluye.
-Además de tu personaje de Larreta, se habló mucho de tu química con Martin Sipicki (quien interpreta a Diego Santilli), ¿ya se conocían?
-La química con Santilli fue inmediata. Es espectacular. No había visto el laburo de él, nos conocimos el primer día. Está trabajando en la obra de Pinti, tiene un bagaje de gente de tablas. Es un tipo super profesional. Yo no elogio gratis. Ensamblamos enseguida. Se nota que es re contra buen tipo. La verdad, lo que te completa en este tipo de laburo es estar bien rodeado.
-¿Cómo construiste el personaje de Larreta?
-Para sacar el personaje tenés que escucharlo todo el tiempo, seguirlo, enterarte un poco su vida. Escucharle mucho la voz, hacer que se te incorpore el sonido. Hay dos semanas que estás alienado, vos estás buscando tus matices, tu modo, tu manera de decir una frase. Hablás solo y la repetís y le hablás a cualquiera porque para eso está tu familia. "No me hablés como tal, no me hablés como tal" es lo que más escucho en mi casa. Después es pasar lo mejor que se pueda la garganta y completarlo con una cosa de texto, que tenga que ver en algún punto con el personaje en sí. Yo no hago el personaje para contar chistes aleatorios sino que cuando hago el chiste tiene que ver con el personaje que estoy interpretando. Esa parte ya la tenía resuelta porque es un político que está hace mucho tiempo en la palestra.
-¿Estuviste con él físicamente?
-Sí, es muy parecido a mí. A los políticos les interesa conocerte cuando tu personaje tiene un poquito de rebote. No es la primera vez que me pasa, me pasó con Aníbal Fernández, con Elisa Carrió. Creo que básicamente es curiosidad. En general te diría, casi en un 100%, que a los políticos les gusta, les sirve ser imitados y que los hagas conocidos. Incluso aunque la imitación a veces no los favorezca, un personaje de humor ayuda. Distinto es con periodistas, que por ahí se hacen conocidos por sí mismos y no les gusta tanto que otro salga a imitarlos y marque algunos defectos. En ese caso, los periodistas suelen correrse del personaje que vos imitaste y se van un poco de cuadro.
-¿Quién, por ejemplo?
-Estoy tentadísimo, pero prefiero que quede en la conciencia de cada uno.
-¿Cómo fue tu encuentro con Aníbal?
-En realidad, Aníbal me ubicó para tranquilizarme. Estábamos en el programa de Lanata, Fátima [Florez] había hecho unas declaraciones en cuanto a que tenía algunos reparos de que haciendo el personaje de Cristina en el teatro pudiera molestarle a alguien. Al otro día, me llamó Aníbal, a través de un prensa, para decirme que todo lo contrario, que siguiéramos para adelante. Tuvimos una charla con Aníbal en privado y me dijo que todos entendían en el Gobierno que era humor, que nos conocían por nuestra trayectoria y que, más allá de que pudieran estar en descuerdo con lo que se emitía en el programa, tanto Cristina como él no se metían con el tema del humor. Con nosotros, luz verde. No es lo mismo que te digan “te llama Aníbal para dejarte tranquilo”, que efectivamente te deje tranquilo.
-¿Y con Carrió y Larreta?
-Con Carrió nos encontramos en eventos y obviamente se quiso sacar fotos conmigo. Suena un poco raro que lo diga así, pero fue así. Tengo un álbum entero de fotos con Lilita. En el caso de Horacio también, a partir del personaje de Lanata, quiso conocerme. Hablamos por radio, en off, pero por teléfono. Luego tuvimos la oportunidad de cruzarnos, charlamos un rato largo. Me bajó la mejor línea: "andá para adelante con lo que vos hagas, es tu laburo y está todo bien".
-¿Nunca te sentiste presionado?
-No, la verdad que no. Además es muy difícil llevar al personaje a que guste más o guste menos. Hay como una creencia en que uno hace un personaje para pegarle a un político o para agradarle. Te diría que es imposible manejarlo. Más cuando trabajás en televisión, donde tenés un tipo que te da el guión, vos componés el personaje, otro toma las cámaras según le parece y otro conduce y es el que determina cuándo entrás y cuándo no... Son factores que parecen unidos, pero en realidad juegan aislados. Después está la parte de uno mismo, uno no mata a sus personajes adrede, uno no dice “lo voy a liquidar porque no me gusta el tipo al que estoy imitando” porque el que queda mal sos vos, la gente va a decir “qué mal lo hiciste”, o “no me gusta” o “qué manera de pegar palos”. En definitiva, tu laburo es hacer reír al tipo que tengas en frente con lo que tu personaje te dé. Yo tengo suerte, a mí mis personajes me dan.
-¿Cómo se vivió el "boicot" desde ShowMatch por las imitación de Freddy [Villarreal] como Mauricio Macri? ¿Hubo algún cambio después del encuentro del Presidente con Marcelo Tinelli?
-Yo no sé lo que pasó en las oficinas por esos días, pero desde los camarines no hubo diferencia en el modo de laburo, ni condicionamientos, ni cambios de último momento. Habría que preguntarle a Freddy.
-¿Pensás que una imitación "negativa" puede bajar a un gobierno?
-Yo no creo en que se pueda manejar como positiva o negativa una imitación humorística. Si es humor, el humor siempre es crítico, y el humorista hace su personaje lo mejor que puede. Si un gobierno depende de un programa de tevé, el problema es del gobierno.
-Te tocó personificar a una de las principales caras del kirchnerismo, y ahora, una del macrismo, ¿cómo lo viviste en cada momento?
-Por el discurso no me preocupa, porque lo hago desde el humor. Trato que mis personajes sean queribles, que -aunque sea desde un humor que sea de denuncia- tengan cierta ternura, que apelen ciertas veces a cosas infantiles, a humor gestual. En ese sentido, no tuve dificultad. Por ahí la dificultad está en el cambio de gobierno. Siempre un cambio de gobierno trae problemas para los humoristas, sobre todo para los imitadores. Porque está todo tan fresco cuando empieza un gobierno nuevo que no tenés muy claro qué piensa la gente del funcionario que vas a imitar. Como pasó al principio del gobierno de Kirchner cuando muchos humoristas fueron detrás de la figura de que "Néstor era el chirolita de Duhalde" y jugaron en la televisión con muñecos. En realidad, el tiempo demostró muy rápidamente que no era así. La transición siempre es difícil. Se suma que no hay en este Gobierno demasiados funcionarios que hablen. Tenés 3 o 4 tipos...
En el medio, un poco de incomodidad. Cuando el humorista está detrás de la máscara no puede hacer maniobras ni tocar su verdadera piel. No hay chances de rascarse, ni de dejar entrar el aire. “A veces, en algún lugar donde no esté bien pegada, empezás a sentir que corre la transpiración. Vos sentís algo que te va pasando por algún recoveco y es agua”, detalla Martín. Pero esto pasa solo si hace mucho calor, no es lo habitual.
-¿Cuál fue el gobierno que más personajes dio?
-Podría ser el de Carlos [Menem]. No sé si uno se destacó más que otro. Hay tipos que dan más leche, que hablan de todo, que son inagotables, tal vez fue el kirchnerismo.
-Larreta no habla tanto, ¿te complica buscar texto?
-Sí, pero tengo la suerte de tener un muy buen rostro en cuanto al maquillaje y el látex. Entonces si él es un rostro, yo juego de rostro. Intento que el humor pase más por lo gestual, por un humor de situación, de gag, en lugar de un chiste o texto dicho de corrido. Tiene algunas muletillas que siempre son bienvenidas, tiene algunas obsesiones de gestión que son las que yo utilizo como es el diálogo con los vecinos, la cuestión ecológica (“queremos construir y construir y construir”; “queremos entubar el arroyo, hay que desentubarlo para volverlo a entubar”). En ese aérea me puedo mover. Si tuviera que hacer un personaje como Rogelio Frigerio o Marcos Peña, que son caras más neutras, me resultaría más difícil. Tendría que poner más texto y ahora en un Gobierno de menos de un año se me complica.
-En el primer programa hiciste un chiste con el tema de la altura, ¿querías dejar claro que eras bajito?
-Sí, tenía que dar la explicación de alguna forma antes de que lo dijera todo el mundo, porque era evidente. Entonces dije “acá hay una forma de resolverlo que es mediante un chiste”. No tiene sentido disimularlo cuando la diferencia es notable. Encima estoy parado al lado de Tinelli que no es un tipo bajo, y Sipicki que tampoco lo es. Hay una depresión en el terreno, lo que me queda es justificarlo.
-¿Es un problema la altura?
Sí, me ha quitado personajes, novias, conscripciones. Pude haber sido un excelente granadero, qué va a ser... El physique du rôle en televisión es fundamental. Lo que es gordura o algún rasgo físico o del rostro lo podés empatar con maquillaje, pero la altura no. Hicimos el intento en Lanata de hacer a [Hermes] Binner, lo hicimos, lo presentamos en cámara, pero mide dos metros y ¿qué hacemos? Era un hobbit al lado de él. Resolvimos usar unos zapatones con plataformas de 20 centímetros que con 30 llegaba al 1, 80 y pico. El tema es que era un riesgo, daba dos pasos, pisaba mal y me quebraba.
-Entonces lo tuyo son los bajitos...
-Cuídense los bajitos, cuídense los personajes bajitos conmigo, los Hernán Lombardi -que lo estamos siguiendo muy de cerca-. Estoy escuchando con mucha atención a Alfonso Prat-Gay. Si lo saco bien y lo estreno me va a poner contento porque es mío, no tengo referencias más que el personaje. A nosotros nos interesa mucho ser el primero en presentar un personaje al aire por una cuestión de orgullo.
-Larreta empezó en Periodismo para todos y ahora reapareció en ShowMatch, ¿tuviste que modificar el personaje?
-No es el mismo personaje. El público y el enfoque son distintos. El trabajo es día a día. Considero que estoy mientras sirva, no tengo una garantía que sea por un mes, dos meses o nueve. Con Lanata era distinto, el proyecto siempre fue anual. Vos podías manejar otro esquema y decir tenemos 3 o 4 personajes y los vamos a ir llevando de esta forma. Acá es: mañana tenés que meterte en la piel de tal tipo, tenés 24 horas, ponete a escucharlo y a sacarlo, porque mañana vas a estar en el programa más visto en la piel de ese tipo.
-El Gran cuñado está más visible este año que otros...
-Tinelli está dándole mucha pelota. Ahora se va a notar más porque va a haber menos parejas de baile. Está en una dinámica muy del día. El día en que López apareció con el casquito, a la noche tenías a López con casquito. Así nos estamos manejando. Hoy es una cosa y mañana es otra.
-Pocos conocen al verdadero Martín Bilyk, ¿es una decisión consciente?
-Definitivamente. No quiero vender nada, no soy un icono de nada. Por lo pronto no voy a iniciar una carrera política, aunque escucho propuestas. No me gusta ser vedette, vengo de la radio que es un trabajo más llano. Caer en la tele puede representar un quiebre, si caés como primer laburo, no se me sube ningún humo. Estar enmascarado a mí me encanta. Prefiero el anonimato facial, si se quiere. Soy muy cuidado de lo que hago en mi vida privada, de lo que hago por mi cuenta. No vendo revistas, ni vida privada, ni escándalos, ni opiniones de temas que no tengan que ver con lo mío. Si lo hago, lo hago en círculos cerrados, en redes sociales muy poco
Los comienzos. Bilyk arrancó como productor en 1997 y fue un poco por casualidad, otro por necesidad que descubrió su costado humorístico. "Mi primera imitación fue en una FM, el personaje era Luis Moreno Ocampo, algunos todavía lo recuerdan. Ahí dije ´sale bien. Si le pongo un poquito de contenido, de atención, puede dar´”, recuerda. Lo que empezó como un juego se convirtió en su medio de vida. Al principio tapaba baches y después fue aprendiendo tiempos, cómo bajar chistes y demás. Pasó por Radio 10, donde compartió aire con Marcela Feudale. También por radio Mitre, la Red, América. En tele, hizo otros trabajos como un famoso muñequito del presidente Fernando De la Rúa en Después de hora. "Yo animaba un muñequito virtual que apostábamos a ver cuándo se caía el país. Finalmente lo logramos: se cayó el país y mi laburo, porque al otro día no tenía a quien representar", ironiza. También participó de Sushi con champagne y Hechiceras.
-¿Nunca pensaste en hacer teatro?
-Ahora siento que hago mini teatro en televisión, da mucha adrenalina el contacto con el público. Me gustaría, pero no estoy en tema de cómo se maneja el teatro. No sé si es un buen o mal momento para salir a hacer algo y pelearla.
-¿Cómo es la relación con el resto de los humoristas?
-Pensé que me iba a encontrar con un equipo más tenso. Conocía a la mayoría, sobre todo a Fátima. Dije "vamos a ver cómo es este equipo de gente que está hace tanto, cómo juegan los egos". Sin embargo, encontré una camaradería enorme conmigo y entre ellos. Tipos a los que les tengo que dar las gracias por saludarme, vienen todos los programas y me aconsejan. Los que hacemos personajes, los que están haciendo el panel de Tinelli, Marcela Feudale -con quien ya había trabajado-, los productores, todo el equipo detrás de cámara se mueve para que estés cómodo.
-¿Tenés algún referente?
-Me gusta mucho Miguel Ángel Rodríguez. No sé si es el mejor, pero es el que más me gusta. Lo veo laburando en cualquier personaje y me hace reír en cada momento. Me doy cuenta qué le levantó y me encanta. Me enamora cómo compone. Él ve al tipo original y lo que le saca es del original no toma de otros ejemplos.
-Hay diferentes líneas dentro del humor, ¿te sentís más imitador que humorista?
-Parece que tuviera más charme decir "soy actor humorístico" que imitador. Por ahí porque imitador nuclea a un montón de gente que está en otra situación y no la de uno que está en la tele. Yo descreo de eso, es lo que hago. Por ahí hay formas más sofisticadas de plantearlo: hago emulación... ¡No! Muchachos estamos imitando gente, dejémonos de joder. Con más recursos, con menos, con lo que sea, pero si tengo tres humoristas y los tengo que categorizar, te digo: éste es un mimo, éste, un imitador y éste, un standapero y es así. Eso de jerarquizar la cosa por el título, no va.
-¿Sentís que estás en el pico de tu carrera?
-El buen momento mío a veces me lo guardo para mí porque muchos amigos son productores de radio y están sin trabajo. Muchos quedaron en la calle y sin indemnización. Es una pena que justo habiendo tanto talento humano disponible en el mercado, algunas radios hayan optado por no pagar los sueldos de sus empleados.
Fin de la espera. Después de un mínimo de 6 horas de estar caracterizado como Larreta, llega la hora de que Bilyk se reencuentre con su cara. Para eso hace falta otro químico que le deja la piel “súper grasosa”. Lo que queda es terminar de limpiar las marcas, sino se resecan, se caen y puede quedar una cicatriz. "No es como una curita, va saliendo pero está pegado. Te quedan un poco las marcas y ahí tenés que lavarte bien la cara, ponerte muchas cremas, cuidarte como puedas", detalla el humorista, quien además confiesa que es un experto en desmaquillantes. “Necesitás una batería de cremas y cosméticos y cosas para tratar de no envejecer 10 años en uno”, reconoce entre risas.
Martín se mira al espejo y tarda en verse, pero más tarda en entender cuál es la identidad de sus compañeros. "Pasás más tiempo hablándole a la máscara que a la persona real, cuando hablás con la persona real no te sentís tan afín. Eso me pasa con Sipicki, con quien tengo más horas viéndolo como Santilli que como él", cuenta.
Atrás se ve una biblioteca llena de clásicos y libros de historia. Son las 3 de la tarde, el teléfono no sonó, así que posiblemente este día no tenga que alejarse de su identidad para hablar de los vecinos...
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