Con una original vuelta de tuerca, Simona se despidió de la pantalla
Si uno se guiaba por su premisa - una joven empleada doméstica trabaja para una familia de clase social alta y se enamora de uno de los sobrinos del dueño -, se podía llegar fácilmente a la conclusión de que Simona, la tira liderada por Angela Torres que Pol-ka estrenó en enero, no iba a poder correrse de los estereotipos de las telenovelas o apostar por la innovación. Para sorpresa de los televidentes, la novela escrita por Claudio Lacelli y Lily Ann Martin - con la colaboración autoral de Esteban del Campo -, logró patear al tablero en tres frentes.
Por un lado, las viñetas musicales le brindaron una cuota extra a la tira - las canciones serán llevadas al Luna Park el 29 y 30 de septiembre, bajo la dirección de Florencia Bertotti -, con las muy buenas interpretaciones de Torres y Agustín Casanova. Por otro lado, se repitió el "éxito Flozmín" de Las Estrellas a través de una encantadora historia de amor LGBT entre los personajes de Junior (Renato Quattordio, en una actuación tan divertida como sensible, bien representativa de la etapa adolescente) y Blas (Gabriel Gallichio), que se adueñó diariamente de las redes bajo la palabra clave "Blasnior" .
Sin embargo, el aspecto más original de Simona se vinculó con el giro de timón que dio a mitad de camino desde su narración: ante la innegable química entre Torres y Casanova (en el rol de Dante, uno de los mejores personajes) , el protagonista original de la tira y objeto de afecto de Simona, Gastón Soffritti, pasó a cumplir un rol más secundario. Es poco frecuente que una telenovela se despegue de su idea primigenia - en este caso, el romance entre Simona y Romeo -, pero resultó mucho más atractivo para la audiencia que su protagonista termine con el galán menos pensado, sobre todo porque Torres y Casanovase conectaron a fuerza de espontaneidad y momentos musicales ingenuos y efectivos, algo que jamás sucedió con el binomio Torres-Soffritti, más apagado, chato y un tanto forzado. Esta vuelta de tuerca, que si bien se venía desarrollado en las semanas previas a su despedida de la TV, se erigió como lo mejor del final de Simona.
Final feliz por partida triple
Se haya tratado o no de un acto de fanservice, lo cierto es que "Damona" - el apodo que los fanáticos le pusieron a su pareja favorita, Dante y Simona - encontró un desenlace impensado en los inicios de la tira. El propio Casanova, en diálogo con LA NACION, habló de cómo su personaje originalmente iba a ser más oscuro, hasta que los nervios por su debut actoral lo llevaron a interpretarlo poniendo mucho de sí mismo, conquistando a la audiencia de inmediato y "robándose" a la serie en el camino. "Dante brinda un buen ejemplo: es un chico que la pelea y que siente un amor completamente sano", le contaba a este medio uno de los guionistas de la tira, Claudio Lacelli. Los enamorados cortaron lazos con sus respectivos micromundos y emprendieron un viaje solos, la postal final de la serie.
Así como la química entre Casanova y Torres siempre fue palpable, lo mismo sucedió con la que lograron Soffritti y su novia, la actriz Stefanía Roitman, cuyos personajes de Lula y Romeo atravesaron crisis que parecían imposibles de remontar. Lula cambió - quizá de una manera un tanto inverosímil - su personalidad conflictiva para abocarse a una vida armoniosa, que le permitió darse una nueva oportunidad con Romeo, con quien se casó en una ceremonia secreta, dejando atrás fantasmas del pasado y con la llave de una casa como broche de oro.
"Blasnior", la pareja que mantuvo a los televidentes en vilo. A diferencia de "Flozmín", el romance LGBT de Simona tuvo demasiados contratiempos, al punto tal de que un cierre positivo para Blas y Junior se tornaba imposible. Tras una escena que parecía marcar el comienzo del fin, llegó el alivio. Los personajes superaron sus marcadas diferencias - Blas siempre fue más maduro e intransigente, y Junior, más ansioso, caprichoso y volátil -, y limaron asperezas con todas sus inseguridades y miedos a cuestas, con la significativa declaración de orgullo gay, "el amor siempre gana". Acto seguido, Dante les dejó el bar en sus manos - rebautizado como ellos se merecían - y así Junior aborda su primer compromiso laboral, dando un paso más hacia el crecimiento personal.
El mundo adulto, supeditado al adolescente. Al tratarse de una tira teen en la que se lucieron con solvencia los jóvenes intérpretes, en muchas ocasiones las líneas argumentales de los actores más experimentados (Juan Darthés, Romina Gaetani, Ana María Orozco, cuyo triángulo encontró resolución mucho tiempo antes del final de la serie, anulando el suspenso) no lograron generar el mismo nivel de interés, con la rara excepción de la dupla conformada por Dario Barassi y Mercedes Scápola, quienes tomaron los roles prototípicos de amigos de los protagonistas/comic relief y volvieron más humanos a Paul y Angie.
El destino de los personajes secundarios. Como Simona siempre tuvo una amplio elenco - con algunos nombres que quedaron en el camino como el de Flor Vigna y el de Yayo Guridi-, debió cerrar todas sus microhistorias en simultáneo con las de sus protagonistas. Piru (Fausto Bengoechea) y Siena (Gaetani) no terminaron juntos, pero se reencontraron desde la amistad y la incondicionalidad, bajo la promesa de tener una cita en el futuro. Por otro lado, Ailín (Minerva Casero) y Eliseo (Tomás Kirzner) iniciaron una relación con la "bendición" de Agus (Agustina Cabo, otra revelación de la tira); a Lucre (Vanesa Butera, una secundaria de lujo) se la vio atravesando su primer embarazo; Johnny (Marcelo Mazzarello) y Javiera (Patricia Echegoyen) cedieron a sus impulsos románticos, y Santiago (Federico Olivera), el personaje menos desarrollando, decidió terminar solo, alejado de los Guerrico por un tiempo.
"Hoy nuestra amistad es sinceridad, a suerte y verdad... es nuestro destino"
Fiel a su esencia, la escena clave de la despedida de la tira se desarrolló con ecos a su primer episodio, aquel en el que los hermanos Guerrico y Lula tocaban con su banda, los Funking Beaters, mientras Simona hacía lo propio con su hermana Chipi (Thais Rippel) - quien no viajó a Brasil para recuperar el tiempo perdido con su hermano Lucas, dado que él decidió quedarse cerca -, y así colisionaban sus mundos. Sin embargo, a diferencia de la hostilidad inicial y las discrepancias entre ambos universos, Simona esta vez cierra el círculo acercando a todos sus jóvenes protagonistas en el mejor contexto posible: el escenario.
De esta forma, la causa por la que se reúnen - competir en un concurso de canto para recuperar la casa Guerrico, espacio donde transcurrió gran parte de la acción de la novela - terminó siendo una excusa para que ellos despunten el vicio. En muchas ocasiones, la tira utilizó las letras de sus canciones para verbalizar todo aquello que sus personajes no podían decir, y es por eso que la secuencia de la competencia, aunque no generó el plano final, fue el mejor momento del adiós de Simona, al fusionar sus grandes aciertos generales. Un escenario, un grupo de adolescentes carismáticos, la sensibilidad y, como dice el tema "Molinos de viento", la música. Hoy todo es música.
En su final,
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