Hasta ahora, la historia del año en la televisión estuvo en el último plano de Broad City. Mientras Ilana bajaba al subte, y se iba de nuestras vidas, la cámara pasó a un nuevo par de amigas, y luego a otras, y luego a otras, todas de diferentes etnias e identidades de género, y con una dinámica similar a la de Ilana y Abbi. El mensaje era claro: hay tantas historias de mujeres que contar, y ustedes han estado mirando apenas las de dos.
Con las partidas de Broad City, Crazy Ex-Girlfriend, Jane the Virgin y Unbreakable Kimmy Schmidt, por no mencionar la forma en la que Game of Thrones defraudó a Daenerys, Sansa y Arya en su final, este año podría haber marcado una recesión para las mujeres en la TV. Pero la mayoría de estos programas terminaron bien. Y no dejaron un terreno infértil: casi todas las mejores series de hasta ahora han sido sobre, y hechas por, mujeres.
Empecemos con Russian Doll – Netflix –: Natasha Lyonne, cocreadora con Amy Poehler y Leslye Headland, es Nadia, una programadora que no para de morir y resucitar en su cumpleaños número 36. Lyonne es una fuerza cómica natural en toda la serie. En un episodio, Nadia sobrevive lo suficiente como para llegar al trabajo y sus colegas varones la retan por un error. Ella culpa a uno de ellos, lo soluciona mientras la miran maravillados, y sale a investigar su dilema existencial.
En Pen15 –Hulu–, las cocreadoras de 31 años Maya Erskine y Anna Konkle hacen de sí mismas a los 13. Lo que arranca como una idea para un sketch cómico retrata la caótica dinámica de dos amigas que viven la adolescencia a velocidades diferentes. Es atrevida como, en general, solo se les permite a series sobre varones. La autogratificación femenina nunca había parecido tan hilarantemente absorbente como cuando Maya aprende a masturbarse.
También están Tuca & Bertie –Netflix–, una buddy comedy animada emocionalmente rica y adorablemente tonta; Gentleman Jack –HBO–, con Suranne Jones como una propietaria británica del siglo XIX que desde el clóset trata de entender cómo conseguir esposa; y Shrill –Hulu–, en la que Aidy Bryant es una escritora luchando para que todos puedan mirarla más allá de su contextura física.
Entre los highlights del primer semestre están las que encontraron la forma de subir la apuesta en sus nuevas temporadas. Vida –Starz–, sobre dos hermanas méxicanas-americanas que se reúnen para salvar el bar de lesbianas de su madre muerta, volvió con más seguridad que la Temporada Uno. En su tercera temporada, la gran serie autobiográfica de Pamela Adlon en FX, Better Things –sin Louis C.K. en los créditos–, expandió el foco más allá de la dinámica habitual madre-hija. Y la segunda deFleabag, de Phoebe Waller-Bridge –Amazon–, en la que el personaje del título se enamora de un cura hot, fue una maravilla, con su mirada aguda sobre la fe y el amor.
En un momento, Fleabag conoce a una mujer de negocios (Kristin Scott Thomas), que dice que la experiencia femenina está marcada por el sufrimiento: "Las mujeres nacen con el dolor incorporado", dice. "Es nuestro destino físico. El dolor de la menstruación, el dolor de tetas, del parto. Lo llevamos con nosotras, a lo largo de nuestras vidas. Los hombres no. Tienen que buscarlo". Es apenas una de las muchas versiones femeninas del mundo que –más allá de las partidas de Abbi e Ilana, Kimmy Schmidt y otras– están dejando la TV en buenas manos.
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