Este lunes debuta como participante del reality culinario de Telefe con algunas secuelas físicas luego de contagiarse Covid y permanecer varios días en coma farmacológico
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“Me pasó todo”. Carmen Barbieri no se anda con vueltas para definir una vida en la que no faltaron crisis económicas, altibajos amorosos y graves problemas de salud tanto propios como de sus afectos cercanos. “Cuando decía: ´¿Me puede pasar algo más?´, Santiago Bal me respondía: ´Sí, siempre puede pasarte algo peor´. Me han pasado tantas cosas…”, recuerda. Hoy, dando fe de aquel presagio, la actriz transita el período de recuperación de su contagio de Covid y un traumático mes de internación que incluyó el estado de coma inducido. Pasaron pocas semanas de aquellos días de pesadilla y, sin bien las secuelas se manifiestan sin tregua, este lunes debutará en Telefe como participante de MasterChef Celebrity, uno de los proyectos que debió postergar debido a los trastornos de su estado de salud.
“Murió Santiago y mi hijo enfermó de un cáncer muy duro, que no se podía operar si no hacía un tratamiento previo muy severo para achicar el tumor. Sumado a eso, al poco tiempo que Federico me anuncia que tiene cáncer, se declara la pandemia”, explica a LA NACION. Carmen Luz Barbieri Caputo, tal su nombre completo, relata sus padecimientos asombrada de haber podido trascender los traspiés y establecido una nueva forma de mirar la vida: “El agradecimiento tiene que ser lo cotidiano. Uno se levanta, cumple con todas las rutinas del día y cree que lo normal es eso, pero no es así. Por eso, tenemos que agradecer al universo, al Dios de todas las religiones, por estar vivos y sanos, porque sentirse bien no siempre se da”.
Es una cocinera experta, virtud que heredó de su mamá Ana Caputo, de su familia paterna y de esa suegra, la madre de Santiago Bal, que le enseñó los secretos de la comida judía. Cuando las cuentas no cerraban, apelaba a esas enseñanzas de sus ancestros para preparar platos adaptados a la escasez de ingredientes. Ahora, deberá cumplir con los desafíos impuestos por el jurado del reality integrado por Donato de Santis, Damián Betular y Germán Martitegui. “MasterChef Celebrity es el mejor remedio que me podrían haber dado. Los médicos me devolvieron la vida, junto con Dios, pero ahora me mantiene viva el programa. No lo digo por chupamedias, porque no lo soy. Al contrario, suelo ser muy frontal y eso traerme muchos problemas. Soy demasiado transparente, lo que digo es lo que siento. Para mí, el programa es el estímulo para levantarme y arreglarme”, reconoce.
-Sin spoilear, ¿cómo fue la primera grabación?
-Llevo 47 años de profesión, sin embargo, cuando llegué a MasterChef Celebrity, tuve el aplauso más fuerte de mi vida. Lo puedo comparar con el aplauso inolvidable que recibí cuando gané el Martín Fierro como mejor conductora por Movete. Me contaron que, en el control, todos lloraban. Te lo cuento y lloro yo. Más no puedo contar, se llevarán una sorpresa.
-Luego de las vicisitudes por las que transitaste, ingresar a la competencia conducida por Santiago del Moro, ¿tiene otro significado?
-MasterChef Celebrity me devuelve la esperanza, me hace pensar que no todo está perdido. Me esperaron y, realmente, no es común que una productora te espere. No me gusta que me tengan lástima, pero ellos entendieron, así que les estoy muy agradecida.
-Sos una gran cocinera, una ventaja para sortear la presión de la competencia.
-Sí, pero hay que presentar los platos como en un restaurante cinco estrellas. Tengo que refinarme, no puedo hacer polenta y que la porción rebalse, por más rica que me haya salido. Mi polenta es como la que hacía mi mamá. En mi último viaje a Roma, la probé para confirmar que era la misma receta que ella me hacía a mí.
-¿Aparece el recuerdo de tu madre mientras cocinás?
-Por supuesto, siempre pienso en mi mamá, está presente. Creo que es la manera de tenerla viva. Cuando a una persona no se la nombra más, ahí es cuando se muere.
Infortunios
El 5 de febrero de 2018 falleció Ana Caputo, la madre de Barbieri. Al año siguiente, el 9 de diciembre, moría Santiago Bal, luego de varias décadas de atravesar adversidades de salud. Poco después, en marzo del 2020, Federico Bal fue quien comunicó en su cuenta de Instagram que padecía cáncer de intestino, dolencia superada con éxito: “Mi hijo se puso tan bien, al punto tal que el tumor desapareció a los cinco meses. Era grande, estaba mal ubicado, y no quedó ni la huella. La mano de Dios a través de los médicos y la gente que rezó tanto lograron el milagro. Ahora, cada tres meses se tiene que hacer los análisis, pero está muy bien. Cuando Fede me dijo que ya no tenía nada, que no había metástasis, empiezo a caer yo”, rememora Barbieri.
-¿Qué fue lo primero que te sucedió?
-Apareció un herpes zóster que me generó una parálisis facial, me deformó la cara, por lo cual tuve que dejar de trabajar. Luego, pasó el tiempo, me agarré Covid y casi me muero. Viví en coma mucho tiempo, pero no sería mi hora. Nadie muere en la víspera.
-¿Cómo fueron los primeros síntomas?
-En los preparativos para iniciar las grabaciones de MasterChef Celebrity, había estado tomando clases de pastelería con Sol Pérez, justo cuando ella se contagió. Simultáneamente, estaba haciendo la temporada de la comedia Un estreno o un velorio, de la que me tuve que ausentar un fin de semana completo por mi malestar inicial. Ese lunes ya tenía fiebre y me sentía peor. El martes por la mañana me hicieron el hisopado y a la tarde dio el positivo.
-¿Cómo llegás a la internación?
-No me bajaba la fiebre, mi temperatura era de 40 grados, por eso se decidió la internación. Como me la vi venir, dejé todo escrito.
-¿Cómo es eso?
-Les escribí a mi abogado y manager, a mi secretaria, a mi hijo. Sabía que iba a terminar en terapia, aunque no me imaginé nunca que me fueran a intubar. Cuando me dijeron que debían hacerlo, les dije: “¿No me van a hacer sufrir? ¿No me voy a dar cuenta?”. Me dijeron que no, que me dormirían antes de intubarme y que yo no me iba a enterar de nada, que se trataba de un coma farmacológico. Desgraciadamente, entiendo bastante de estos temas porque estuve al lado de un hombre con muy mala salud: Santiago tuvo cáncer en 18 oportunidades. Como dice Fede: “A mi abuelo Gregorio le detectaron cáncer a los 50 años, a papá a los 40 y a mí, a los 30”. Evidentemente, es algo hereditario que está en los genes. Quizás Federico se debió hacer los estudios de manera más frecuente. Hoy, él es un divulgador del tema, aconseja a todo el mundo a hacerse colonoscopía. Es más, luego que Fede lo dijo, se agotaron los turnos en muchos lugares.
-Dijiste que habías dejado anotaciones para tu círculo cercano.
-Sí, agarré el celular y escribí cartas enormes, porque no podía hablar dado que no tenía oxígeno en sangre, esa fue la razón por la que me intubaron.
-¿Qué escribiste?
-Dejé todo organizado. Dije dónde estaban mis cosas, quién tenía llaves de mi casa. El texto a mi abogado y representante Juan Curubeto fue larguísimo, también les dejé anotaciones a María, quien cuida mi casa, y a Penka, mi secretaria. A cada persona, le indiqué qué tenía que hacer. Mi amiga Sandra Domínguez se tenía que quedar con el perro.
-Toda una despedida.
-Es que soy muy obsesiva con el orden, y no solo el de la casa, del placard o la heladera me refiero al orden en mi vida. Mi secretaria organiza mi agenda porque, para mí, la vida es un orden. Si no tengo ordenada la vida, no me siento segura. Eso no es bueno, mi psiquiatra, Silvia Kalina, cuando me ve muy histérica con el orden exterior, suele decirme que eso sucede porque dentro mío tengo algo muy desordenado. Cuando entré a terapia, quise dejar todo en orden porque no sabía si salía. Estuve cerca de la muerte, en estado crítico, que es peor que decir grave.
-¿Tuviste conciencia del peligro?
-Cuando salí, los médicos me contaron cuál había sido panorama exacto. Me dijeron: “Pensamos que no salías”. Y también se lo dijeron a Fede: “No sabemos si saldrá de ésta, decile a sus amigas que recen mucho”.
-Al momento de dejar esas notas, evidentemente pensabas en tu muerte.
-No soy negativa, pero sí muy realista. Como no sabía si iba a estar internada uno, dos o seis meses, como le sucedió a Santiago, o me iba a morir, preferí dejar todo por escrito.
-Cuando te anunciaron que debías ingresar a un coma, ¿pudiste hablar con tu hijo?
-Sí, hablé con él y, en el preciso momento que estaba por ocurrir, estaba conversando por teléfono con Gaby Girls, mi amigo y hermano del alma. Le dije: “Te dejo porque me vienen a buscar para llevarme a terapia intensiva”. También hablé con mi prima Adela y con mi secretaria.
-¿Cómo fue el despertar?
-Muy gracioso. Lo primero que hice fue saber cómo estaba mi hijo y cuando pudo entrar Federico, le pregunté si había empezado MasterChef Celebrity. Seguramente porque, antes de dormirme, le mandé saludos a toda la gente del programa, a los compañeros técnicos, a los productores. Es que Telefe, que fue mi hogar durante muchos años, es un lugar de gente maravillosa, es una familia. Les dije que esperaba poder volver y ellos me respondieron que me iban a esperar. Se ve que me dormí con eso, entonces al despertar fue lo primero que le pregunté a Fede.
-¿Qué dijo tu hijo ante tu consulta?
-Ahora se ríe cuando lo cuenta. Pero, en ese momento, me acuerdo que me dijo: “Mamá, preocupate por tu salud, no por el trabajo”.
-¿Cómo fue la recuperación?
-Tuve que aprender a caminar, después de haber estado un mes en terapia intensiva y quince días en coma. El virus, y estar tanto tiempo en la cama, me fueron comiendo la masa muscular. No podía trasladarme, me tenían que ayudar dos personas y, luego, me movía con andador. Todo eso duró un mes, que fue el tiempo de recuperación en mi casa. Al principio, estaba dada de alta en la clínica, pero no de alta médica. Cuando salí de la clínica no podía mover las manos ni apretar con los dedos.
-¿Continúa esa situación?
-Hoy escribo dos renglones y no puedo seguir.
-¿Tuviste problemas con el habla?
-Sí, debí reaprender a hablar. Alguien dijo que yo estaba agresiva y no fue cierto.
-¿Por qué trascendió eso?
-Sucede que cuando se está en coma inducido y se va bajando la sedación, uno quiere arrancarse el tubo y volver a respirar por su cuenta. Eso es muy normal en una situación así. Por otra parte, el Covid te saca de tiempo y espacio. Es más, no recordaba que tenía Covid.
-¿Qué suponías que te había sucedido?
-Cuando iba despertando, veía que estaban todos los médicos y las enfermeras alrededor mío. Me preguntaban: “¿Te llamás Carmen?” y yo movía la cabeza afirmativamente. Ante ese cuadro, pensaba que había tenido un infarto cerebral como mi madre y estaba hecha un flan. “Debo estar grave”, pensaba. El peor episodio de una serie de Netflix, te puedo asegurar que lo viví yo. Es más, le llegué a pedir a la gente que me atendía, que le dijeran a Fede que autorice a desconectarme.
-¿Por qué?
-Pobre hijo, no se merecía un disgusto tras otro. No quería que tuviera una madre postrada a la que tendrían que bañar. Por eso digo que no pensaba en Covid, sino en algo cerebral.
-Algunas personas que transitan durante largo tiempo un coma farmacológico, suelen experimentar acontecimientos paranormales. ¿Te sucedió?
-Sentía que estaba dentro de una habitación totalmente plateada muy iluminada, supongo que eso sería la famosa luz que muchos contaron haber visto. Recuerdo que había una mesa en el medio y una japonesa que me decía: “Soy tu nueva amiga, vamos a repasar tu vida”. Y así fue. Repasé toda mi vida. La japonesa hasta me llegó a hablar sobre mi abuelo, el que era guitarrista de Carlos Gardel, y me contó cómo había sido la tragedia que los llevó a la muerte.
-¿Una japonesa te relató aquel accidente aéreo en Medellín donde murieron tu abuelo y Carlos Gardel?
-Me dijo que mi abuelo no había muerto en el acto. Obviamente, todo eso era el delirio provocado por la morfina.
Enfrentamiento
-Cuando dejaste de concurrir a las funciones de Un estreno o un velorio, Flavio Mendoza, protagonista, director y productor del espectáculo, subestimó tu dolencia. ¿Lo pudiste charlar con él?
-No toqué el tema. Cuando pude atender o leer los mensajes que tenía en el teléfono, encontré uno de Flavio en el que me decía que me iba a pedir disculpas por todo lo que había dicho o pensado en su momento. “Mil veces te voy a pedir disculpas”, me escribió.
-¿Qué le respondiste?
-Que no hacía falta. Después de lo que pasé, sería tonto ofenderme con alguien. Es cierto que me enojé en su momento, cuando lo vi saliendo del teatro diciendo que yo era una hipocondríaca. Por eso, cuando me confirmaron que tenía Covid, le dije al doctor Juan Curubeto: “Mandale una carta documento. No le vamos a hacer un juicio, pero si a taparle la boca”.
-¿Iniciaste esa demanda?
-No. Cuando comencé a empeorar le dije a mi abogado que desestimara todo. Mi deseo era irme de este mundo bien, sin peleas con nadie, mucho menos con Flavio a quien quiero y admiro tanto. Los golpes de este año, para todo el mundo, hacen que algunos temas se conviertan en nimiedades. La pandemia nos abrió la cabeza. Ahora uno pone lo que importa en un casillero muy grande y lo otro en uno más pequeño o lo descarta. No hay nada más importante que la salud.
-Tu hijo fue una suerte de portavoz de tu internación.
-Federico me contó que mis amigos eran muy intensos, así que decidió abrir un grupo de WhatsApp, al que llamó “Mamá”, para que se enterasen allí de los partes médicos, porque lo tenían loco, lo llamaban todo el tiempo. “Me rompieron la cabeza tus amigos”, me dijo. Es que mis íntimos son como veinte. Mis amigas son intensas como yo. Santiago me decía que tengo los amigos que me merezco. Ninguna para de hablar. Más allá de las bromas, hice un esfuerzo para salir adelante por Fede, todo lo hice por él. No le quiero poner una mochila tan pesada, pero la verdad es que no quería sumarle otro disgusto a este chico. Primero se le murió la abuela, luego el papá y después tuvo cáncer. Una tragedia más era demasiado. Si me moría, era mucho para Fede.
-Hablabas de consecuencias físicas. ¿Cómo te sentís hoy?
-Las secuelas duran un tiempo largo. Me agito, me duele la cabeza, no tengo gran movilidad en las piernas, brazos y manos. Perdí fuerza. Es más, mis compañeros de MasterChef Celebrity me ayudan a sacar del horno las bandejas más pesadas, yo sola no puedo.
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