La actriz vuelve a la pantalla a través de la miniserie que llega este viernes a Star+ y se realizó íntegramente en tiempos de pandemia
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La típica escenografía de un tiempo de pandemia para el mundo del espectáculo envuelve el reencuentro con Carla Peterson. Ella aparece en la pantalla con una pared llena de libros a sus espaldas mientras trata de sobrellevar un primer desajuste en la conexión y algún incómodo vaivén en el ida y vuelta del sonido. El saludo más cordial y ese sonriente gesto que tanto la caracteriza sirven de bienvenida y consiguen disimular esos breves contratiempos. En la conversación, la actriz hablará de otras complicaciones, pero más todavía de las ganas con las que vivió su vuelta a la ficción en una historia que, como la pandemia, también tiene claros signos de época: se verá exclusivamente por streaming y llegará a partir de este viernes a una audiencia global a través de la plataforma Star+ con su primera temporada.
En Terapia alternativa, miniserie de diez episodios creada por Gastón Duprat y Mariano Cohn, Peterson interpreta a una psicóloga que escapa de los moldes convencionales y consigue llamar la atención por sus atípicos métodos (sobre todo para el tratamiento de problemas de pareja) y los consejos que entrega en un popular talk show televisivo. Hasta su consultorio llega una pareja (interpretada por Benjamín Vicuña y la China Suárez) con otra propuesta fuera de lo común: quieren que la terapeuta los ayude a separarse y poner fin a una fogosa relación que no hace más que complicar sus respectivos matrimonios.
La miniserie tiene como directoras a Ana Katz y Jazmín Stuart a partir de un guion de la propia Katz, su hermano Daniel y Alejandro Jovic. Lo primero que destaca Peterson es que no solo hubo dos directoras, sino que la mitad del equipo completo que trabajó con ella detrás de cámara estuvo integrado por mujeres. “Camarógrafas, gente de técnica, encargadas de luces. Había realmente otro clima de trabajo. Pero no se trataba de un planteo feminista o una mirada excluyente desde esa perspectiva. Es algo que deberíamos ver como algo normal. Ver hombres y mujeres ejerciendo todos los roles. Así todo se hace más grande y más rico. El libro propone hablar de las relaciones en el trabajo, en la familia, el amor, la pareja. Teníamos que abrir todos los abordajes posibles”, cuenta la actriz.
-En Terapia alternativa lo primero que llama la atención es que todo transcurre con mucha calma. No hay estridencias ni momentos de elevada tensión.
-La calma no viene solo del argumento, sino también de la dirección. En esta historia hay gente que plantea cosas, que piensa y hace pensar. Cuando mi personaje le habla a su audiencia en su programa de tele también le propone ejercicios para pensar, opinar, intercambiar roles. Ana nos hacía trabajar casi en tiempo real. Todo estaba en otro lugar, distinto al del vértigo. Las palabras salen de otro lugar, tienen otra elaboración.
-¿Cómo fue tu vínculo con las dos directoras?
-Con Jazmín ya había hecho la película Recreo, y a Ana la conocía por sus trabajos y por todo lo que decían de ella. Debo agradecer que me haya dejado entrar a su mundo. Sabe mirar las cosas de otro lugar.
-¿Cómo es ese “mundo Katz”?
-Una tranquilidad a toda prueba y una manera positiva de encarar el trabajo. Te hace caminar por un lugar seguro y diferente a la vez. En sus historias puede haber alguien llorando y al lado otro mirando Tik Tok. El de Ana es un mundo sensible, sin melancolía, profundo y conmovedor. Sus personajes son originales, reales y cotidianos, y pone la mirada en pequeñas cosas que suelen pasarse por alto.
-¿Cómo describirías a tu personaje?
-Todos la quieren porque trabaja en los medios, sabe cautivar a la audiencia y está pasando por un gran momento profesional. Pero no es una mujer muy simpática. Eso fue para mí todo un desafío.
-En el segundo episodio tu personaje entrega una pequeña clase magistral sobre la culpa, pero al mismo tiempo es una terapeuta que tiene a la vista unas cuantas culpas y neurosis. No vamos a revelar por qué...
-Es una terapeuta de pareja que está sola y parece que siempre se sintió así. La gente irá descubriendo de a poco a Selva, mi personaje. El desafío fue hacerla atrayente y conflictiva a la vez. Para tratar de entenderla me hacía primero a mí misma las preguntas que mi personaje luego vuelca en sus monólogos televisivos. Es uno de los personajes más interesantes, divertidos y sinceros que me tocó hacer.
-¿Te preparaste de alguna manera especial para interpretarlo?
-Yo me analicé mucho, aunque nunca me tocó atravesar una experiencia de terapia de pareja. Ana sí viene de una familia de terapeutas y me apoyé mucho en ella y en Jazmín. Esta no es una historia convencional, no hay escenas típicas de lo que imaginamos como el mundo de la terapia. Aparecen recortes y recortes de momentos muy íntimos, muy privados. Mi personaje es muy exigente, una terapeuta mediática al que recurre una pareja de amantes que se quiere separar. Tenía que ser bien real y a la vez incorporar algo de humor, pero distinto al de una comedia o una sátira.
-La serie se hizo en plena pandemia. ¿Cómo influyó esa realidad en el trabajo de producción?
-Cuando me ofrecieron esta serie la vida de todos era una vida normal. Así lo pensamos al principio. Pero después todo se hizo virtual, con muchas reuniones de Zoom y casi todos los ensayos de manera virtual. Había pasado mucho tiempo sin grabar, por lo que tenía que preparar de nuevo mi voz y mi cuerpo. Pero una cosa es leer o ensayar por Zoom, y otra muy distinta pararse frente a otro actor y grabar una escena. Esta serie fue de lo primero que se hizo en un 100 por ciento durante la pandemia. Vivimos mucho tiempo de silencio y de pausa antes de arrancar con algo tan grande como esto. Después de estar un montón de tiempo haciendo panes en casa, de golpe volví a un set a hacer una prueba de vestuario.
-Debe ser la primera vez que una ficción argentina incluye en sus créditos a dos infectólogas y a algunas “asistentes de Covid-19″.
-Cada día de grabación teníamos el mismo ritual. Llegabas, te ponían una máscara, te tomaban la temperatura. Todas esas cosas que ya conocemos y alguna vez nos tocó hacer. Lo raro era no poder hablar con la directora, no verle la cara en ningún momento. Pero es algo que termina volviéndose normal. Otra cosa extraña era quedarte sola en las pausas. O tener siempre alguien que te dice: “Ponete la máscara, no te saques el cosito, mantené la distancia”. En los cuatro meses de grabación, Ana no se sacó ni un solo momento el tapabocas y esa máscara protectora que te ponés sobre la cara. Lo mismo le pasaba a la gente del equipo técnico, que andaba con eso hasta el último momento de cada jornada de grabación. Y además hacía 40 grados. Era pleno enero y ese calor también se utilizó como factor en la historia. Fue todo muy raro, pero como decía Vittorio Gassman, arriba del escenario nunca hay dolor. Todo estaba bien hasta que volvías a tu casa y te reencontrabas con la realidad...
-Con lo difundido que está el psicoanálisis en la Argentina las ficciones sobre terapias que se hacen en nuestro país deberían ser las mejores del mundo.
-Y creo que lo son. Yo ya hice una con Javier Daulte, Tiempos compulsivos, que también era muy buena. Es un punto a favor de esta historia. Pero en este caso no podíamos quedarnos solo en eso. Terapia alternativa es una ficción pensada para un público que es más global. Va a verse en muchos lugares del mundo gracias a su salida en streaming. En Buenos Aires el psicoanálisis es algo normal, hasta tenemos un barrio que lo identifica. Pero este programa tiene un planteo mucho más universal, con preguntas sobre las relaciones humanas, la familia, la culpa, la moral, la libertad. Además me sigo preguntando si mi personaje es realmente una psicoanalista, porque en el fondo no se sabe muy bien qué tipo de terapia practica...
-¿Cómo ves el estado de la ficción en la Argentina?
-Está cada vez más claro que la gente ve cada vez más series y ficciones a través de las plataformas de streaming y estamos haciendo la adaptación a esos nuevos formatos. Todo se hubiese acelerado si no aparecía en el medio esta pandemia. De a poco empezamos a adaptarnos a eso de contar historias en 10 capítulos y darles continuidad en varias temporadas. Estamos muy bien preparados para eso. Solo hacía falta que desembarcaran las plataformas para ejecutarlas. Si todo se va normalizando vamos a poder recuperar el lugar que teníamos en el mundo como grandes productores de ficción. La única diferencia con otros países es que algunos tienen más dinero y recursos para producir. A veces pienso que nuestra escasez nos lleva a contar historias desde otro lugar que siempre termina llamando la atención en el mundo. Cuando vivía afuera me hablaban todo el tiempo elogiosamente de nuestros actores, de nuestro cine, de nuestro teatro.
-Después de 100 días para enamorarse, tu último gran éxito en la televisión, se hablaba antes de la pandemia de nuevos proyectos con el mismo equipo de la productora Underground y con tu compañero en esa tira, Juan Minujín.
-Hace un montón de tiempo que quiero reencontrarme con Sebastián Ortega y con Juan para ver cómo andamos. El último trabajo que tuve con ellos fue una experiencia inolvidable y de enorme calidad, pero no sé si va a volver a pasarme esto de hacer una tira diaria para un canal. Pase lo que pase, ojalá volvamos algún día a trabajar con Sebastián, con Juan y con ese gran equipo.
-¿Y el teatro?
-Me encantaría volver. Tomé la decisión en estos últimos años de no hacer teatro para estar más tiempo con mi familia. Mi hijo era muy chico y quería compartir tiempo con él después de jornadas de grabación de tele muy largas. Ahora está en el último tramo de sus estudios y en poco tiempo ya no le va a importar demasiado a qué hora estoy en casa... Lo que me encantaría es volver a hacer teatro independiente, volver a los textos clásicos.
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