Campanas en la noche: la telenovela clásica se niega a morir
Campanas en la noche, telenovela. Autores: Lily Ann Martin y Jessica Valls. Escenografía: Silvana Giustozzi. Musicalización: Federico Martínez. Dirección de arte digital: Julián De Luca. Producción ejecutiva: Manuel Garriga. Dirección: Negro Luna y Omar Aiello. Elenco: Federico Amador, Calu Rivero, Esteban Lamothe, Eugenia Tobal, Rodrigo Guirao Díaz, Patricia Viggiano, Azul Fernández, Franco Masini, Maxi Ghione, Adrián Navarro, Mimí Ardú, Martín Slipak, Dalma Maradona, Eugenia Guerty. Emisiones: De lunes a jueves, a las 22.30, por Telefé. Nuestra opinión: Buena
Campanas en la noche es otra demostración de que la telenovela tal como la conciben los canales abiertos líderes de la Argentina se resiste a morir.Las drásticas transformaciones que experimentan hoy los modelos narrativos clásicos pensados para el formato televisivo todavía no sacudieron los principios sacrosantos del género madre de todas las ficciones de la pantalla chica. Y ni siquiera el intento de pretendida convivencia entre el culebrón y el thriller expuesto al comienzo de esta flamante producción de Telefé logró pasar la prueba. En una definición rápida, que ni siquiera superó los 43 minutos netos de su primer episodio, la idea de otorgarle cierta prioridad a la intriga policial (tal como la entendemos en la mayoría de los relatos televisivos actuales) perdió por knock out. La telenovela sigue invicta.
La explicación queda a la vista con mucha facilidad a partir del ritmo de las acciones y los parlamentos de las secuencias protagonizadas por un personaje clave, el policía que encarna Rodrigo Guirao Díaz con su estampa inequívoca de galán clásico de telenovela decidido a hacer justicia contra todos los obstáculos. En este papel están todas las claves y explicaciones (bastante sencillas, por cierto) a partir de las cuales el disparador de esta historia (la muerte violenta de una mujer en un paraje patagónico de imponente belleza natural) responde a la esencia del melodrama. Sobre todo porque el impulso romántico es el motor de todas las acciones derivadas de este hecho irresuelto, cuyas secuelas reaparecerán 14 años después.
Así como queda bien claro y certero el punto de partida, hay que hacer un gran esfuerzo para darle verosimilitud al paso del tiempo, sobre todo porque en la fisonomía de los personajes centrales esa década y media no parece haber transcurrido. A excepción de la hija del personaje de Federico Amador (Azul Fernández, toda una gratísima revelación), todos los demás lucen casi idénticos.
Sólo las reglas temporales tan específicas y peculiares del género permiten aceptar esa convención, clave sobre todo porque allí se situará el enfrentamiento entre las dos figuras masculinas centrales: el sospechoso al que todos creen inocente (Amador) y el hasta ahora exculpado de todo que insinúa con su comportamiento toda clase de sospechas ( Esteban Lamothe ). De entrada ya percibimos que el destino de ambos, además de pelear entre sí, está en luchar por el corazón de Luciana ( Calu Rivero ), que en la actualidad está unida al personaje de Lamothe y hasta acepta ser vehículo de algunas de sus maquinaciones.
En vez de hacer intentos estériles por demostrar algo nuevo, Campanas en la noche quiere levantar con orgullo, como tantas otras obras parecidas en el pasado, la bandera de las convenciones de la telenovela. Podrán agregarse algunos elementos no tradicionales, como la procacidad de ciertos diálogos y un par de menciones a temas de denuncia social, pero la esencia de la puesta en escena (diálogos, situaciones, recursos escenográficos y visuales, resoluciones, perfiles de actuación) define una vez más con claridad meridiana el decálogo del género. Un detalle alcanza: uno de los escenarios de la acción es la eterna y pulcra pensión de barrio que sobrevive intacta desde los tiempos de Rolando Rivas. A la vez, debe celebrarse (al menos en los primeros episodios) la ausencia de ese erotismo artificioso que en la mayoría de las ficciones locales recientes se va metiendo a la fuerza dentro de la trama.
Campanas en la noche quiere apoyarse ante todo en un fuerte y magnético triángulo actoral. Amador y Lamothe se las ingenian para sostenerlo, aunque el segundo se destaca un poco más por su convicción de potencial villano y la seguridad con la que resuelve todas sus apariciones. El personaje de Rivero, en tanto, exhibe desde el vamos su lugar de eslabón más débil del. Deberá esforzarse mucho en los próximos tramos para adquirir el espesor y la personalidad exigidos por un papel protagónico de tanta exposición. Tendrá en ese sentido que sortear más de una prueba de carácter. Los impecables rubros técnicos y un elenco de probado profesionalismo están a la altura de las expectativas. Que no significan aquí otra cosa que el triunfo de las convenciones de la telenovela clásica. Ni más ni menos.
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