Calu Rivero: una chica que pisa fuerte en la televisión
La actriz de Dulce amor, la tira que lidera el prime time, se proyecta como una de las promesas de la TV
A los 19 años, Calu Rivero fue por enésima vez a un casting. En ese momento, buscaban un personaje para la tira Patito feo, que El Trece emitió en 2007, y ella estaba dispuesta a ganárselo.
"Vos no tenés experiencia", la amedrentó un productor.
"Pero yo actúo muy bien", le retrucó, sin miedo, ella.
Ahí mismo, improvisó algo. Y se quedó con el papel. A partir de ese momento, Rivero no paró: pasó por las tiras Champs 12 (América), Casi ángeles (Telefé) y Alguien que me quiera (El Trece). En 2011, se destacó como la sufriente Erica, en El elegido (Telefé).
Ahora, está sentada a la mesa de un bar en Palermo, con un tenedor en la mano para pinchar unas papas al horno especiadas. Acaba de volver de grabar Dulce amor, la ficción más vista de la televisión. En la tira de Telefé interpreta a Natacha, una joven consentida de clase alta que termina enamorada de su chofer, casado y quince años mayor. "Me atrae su fragilidad", dice sobre esa chica mentirosa, emocialmente inestable y con ataques de pánico. Justamente, todo lo opuesto a la manera en que ella se define.
"El amor es la clave del programa. Creo que la gente hoy quiere ver una historia de amor, sin violaciones ni muertes", cuenta sobre el éxito de la tira.
Rivero parece estar en su mejor momento, pero dispuesta a mantener los pies en la tierra. "No me quiero apurar –confiesa–. Celebro el crecimiento que se dio desde El elegido hasta Dulce amor. Pero no estoy pidiendo un protagónico ya". Por eso le molesta el mote de "chica del momento". "Creo que vengo haciendo un caminito desde hace muchos años para ser lo que soy, pero también quiero seguir en el tiempo", se justifica.
Ese camino empezó justamente cuando la Calu de 19 años –hoy tiene 24– llegó a Buenos Aires desde Córdoba, donde vivía desde los 6 años.
Pero aquí las cosas no fueron nada fáciles. "Lo de ser mandada lo llevo en mis entrañas. Es una característica mía que agradezco. Hay que tener agallas para venir a Buenos Aires, encima sin tener ningún tipo de vínculo", señala.
Empezó a probar suerte en los castings, pero nada. Había momentos en que pensaba que no iba a servir. Hasta que comenzó a asistir a las clases de teatro que dictaba Norman Briski. "En las improvisaciones que hacía, él me daba una buena devolución y eso me fue dando seguridad", cuenta.
Antes de llegar a Patito feo, Rivero empezó a hacer pequeñas participaciones ("bolos", en la jerga televisiva) en Son de Fierro, que protagonizaba María Valenzuela, su "madre" en la ficción de Telefé. Y para sumar otra "vuelta del destino", en Patito feo actuaba Juan Darthés, su "pareja" en Dulce amor.
–¿Cuál es tu meta?
–Hacer cosas que me llenen y que dejen algo en la gente.
Lo cierto es que lo próximo que hará Rivero será actuar en una película. El mes próximo comenzará el rodaje de Tesis sobre un homicidio, que protagonizará Ricardo Darín y que dirigirá Hernán Goldfrid (Música en espera). En el film, Rivero interpretará a la hermana de una víctima de un homicidio, que tendrá un rol fundamental en la resolución de la historia del film.
Un apodo de telenovela
Antes de ser Calu, fue Carla Soledad, como figura en su documento. "Si hoy alguien me dice Carla siento que no hay buena onda", dice convencida.
Calu, o Carla, nació un 5 de abril de 1987 en Recreo, provincia de Catamarca. Ser de un pueblo para ella tiene un gran valor, algo que la ayuda a moverse en un medio que, muchas veces, puede ser hostil. "Toda la libertad que viví ahí, hizo que me parara de otro modo", comenta sobre su infancia "llena de abuelos, primos, golpes, cicatrices, barro y carnaval".
A los seis años se mudó con su familia a Córdoba, porque sus padres eran representantes regionales de varias marcas de ropa e iban a abrir un local en esa ciudad. Ahí fue donde nació el apodo de Calu. Y la culpable de semejante hecho fue la televisión. En ese momento, ella y su hermana mayor, Marou, veían la telenovela chilena Tic tac. En esa ficción, había un personaje llamado Calú (sí, con acento) y su hermana la empezó a llamar así. Y el apodo caló tan hondo que ya nadie le dice Carla. Mejor no atreverse.
En Córdoba, Rivero se las arregló para ponerse al frente de un programa de TV sobre moda y tendencias que condujo hasta los 19 años cuando decidió que su suerte estaba en Buenos Aires.
Escrito en el cuerpo
En mayo del año pasado, Calu Rivero recibió una noticia: su abuelo había muerto. De Buenos Aires, viajó a Recreo. Cuando llegó, sintió que al ambiente triste le faltaba algo: música.
"Música, por favor", exigió, entre sollozos, en pleno velorio. Así no se podía despedir a su abuelo, dijo, no era justo para él, que había sido autor de canciones. Entonces, ella se mandó: fue a buscar a un cantante que, con su guitarra, le puso música al adiós.
Cuando Rivero volvió a Buenos Aires, se tatuó "Música por favor", en uno de sus brazos para que no falten melodías en su vida, pero tampoco –como cuenta– en su muerte.
No es el único tatuaje que tiene. Al brazo derecho, lo llama el del amor: un corazón en la muñeca y la palabra "Amour" en el costado de uno de sus dedos completan la idea. En el antebrazo izquierdo, tiene un tatuaje de un lunar colorado, en homenaje a la artista conceptual japonesa Yayoi Kusama. "Los lunares, en su obra, son símbolos de la alegría", señala. Toda la familia Rivero (mamá, papá y hermana) tiene ese símbolo tatuado.
Es que en Rivero hay, sí, algo de rebeldía, pero también un costado espiritual.
–¿Estás muy influida por la ley de atracción (N.d.R.: la idea de que las personas atraen experiencias positivas o negativas)?
–Siempre visualicé lo que quiero. Creo en la energía y hay que estar alerta para ver si es buena o mala.
Y parece que algo atrajo, en parte por talento, pero también por haber sabido "mandarse".
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