Bake Off, el gran pastelero: por qué esta temporada no se convirtió en un verdadero éxito, qué le faltó
Se despidió anoche la competencia gastronómica conducida por Paula Chaves, pero su paso por la pantalla chica esta vez no tuvo el peso de otras ediciones
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La tercera temporada de Bake Off Argentina terminó cuando todavía muchos no se habían enterado de que había empezado, y la pregunta inevitable es: ¿qué sucedió para que el programa conducido por Paula Chaves perdiera el brillo de sus temporadas anteriores? Una posible respuesta, y bastante lógica tratándose de un programa de pastelería, es que le faltó sal y pimienta.
Las comparaciones son tan odiosas como necesarias y esta edición de Bake Off tenía que estar a la altura de dos adversarios muy poderosos: MasterChef Celebrity y su propia historia. Del programa de cocina conducido por Santiago del Moro heredó una tira diaria que le quedó grande, especialmente cuando el equipo de concursantes carecía del carisma necesario para sostener semejante compromiso, ni Gino Minnucci era Federico Bal, ni Silvina Santarelli era Vicky Xipolitakis; y como bien se sabe, en estas competencias (al menos a nivel local) lo que menos importa son las habilidades culinarias, de igual manera que en los certámenes de baile no gana la técnica, ni en los de canto la afinación.
Y acá vale hacer una salvedad. Porque una cruz que Bake Off no se mereció fue la de cargar con la expectativa de rating de MasterChef Celebrity (y, por qué no, de La Voz Argentina), cuando era evidente que eso no iba a suceder. Aquellos veintipico de puntos sostenidos, con los que el certamen de famosos rompió todos los pronósticos agoreros sobre la vigencia de la TV abierta se redujeron en el promedio semanal, quedando bastante lejos de las expectativas. Sin embargo, hay que decir todo, en su horario tradicional de los domingos el programa mantuvo su medición histórica. Lo mismo pasó en las instancias finales, que a pesar de haber empezado este lunes pasadas las 23 y reducir una competencia de casi cuatro horas a algo más de 15 minutos, se despidió con picos de 17 puntos, en una más que digna despedida.
También en esa (falsa) comparación con cocineros y mediáticos, tuvo mucho que ver el rol de los jurados. La partida del siempre necesario Christophe Krywonis, puertas adentro no preocupó demasiado: “Si total lo tenemos a Damián Betular”, se llegó a escuchar en tiempos de firmas de contratos. Razón no les faltaba ya que por más que desde hace años trajina veredictos y devoluciones culinarias, el carismático chef recién encontró su personaje televisivo en las huestes de MasterChef Celebrity, y brilló. Los gestos, las caras, la sobreactuación permanente fueron un combo irresistible que lo catapultaron hacia convertirse en la estrella del año. Como en su momento pasó con Christophe, hoy es inimaginable un equipo de jurados sin él. Pero, claro, de la misma manera que Lionel Messi necesita estar rodeado de compañeros que estén a su altura para poder brillar, Betular necesita gente en su mismo registro (como pueden ser Germán Martitegui y Donato de Santis), pero en Bake Off brillaron por su ausencia.
Sin discutir experiencia y capacidad, ni Pamela Villar ni Dolli Irigoyen pueden sostener un personaje más allá del rol que les es asignado. La primera tiene una impronta más tradicional en su apostura, perpetuando un estilo que a la tele de hoy ya no le alcanza. Dolli es otra historia porque si bien suma con su tono severo de profesora de geografía, le sale por un ratito nada más. Enseguida se nota lo buena que es y su dureza se diluye rápidamente. Por eso funcionó tan bien como invitada en MasterChef Celebrity, y mucho como evaluadora recurrente.
Más arriba surgió el hecho de que Bake Off se vio obligado a competir contra su pasado y mucho de eso hubo en el transcurrir de esta última edición. No tanto por sus recetas (que como ya se dijo, importan poco), sino como por el escándalo en torno a la final de la competencia precedente. La marca quedó signada por Samanta Casais, aquella pastelera que de amateur tenía poco, y por Damián Pier Basile, quien por la decisión salomónica del jurado -y porque las redes sociales estuvieron averiguando cada detalle de los participantes- se coronó campeón de una de las ediciones más polémicas del reality. Incluso tuvieron que volver a grabar el final porque originalmente Casais se había llevado el premio “de la mejor pastelera amateur”.
El “affaire Samanta Casais” daba para guion de una serie de Netflix, ¿cómo no se iba a esperar personajes tan complejos e irrepetibles en esta nueva etapa? Apenas comenzada la edición 2020 ya eran fácilmente reconocibles la villana, el buen compañero, la habilidosa, cada uno de los participantes había logrado ubicarse en un rol bien definido, merced a un casting que jugó con la diversidad de personalidades y a una edición que potenció cada una de estas características hasta el infinito. Pero nada de eso sucedió, como bien señalaron los fans, en la temporada que acaba de terminar estaban “el chico de boina y 13 más”, mezcla de desilusión y apatía para aquellos que esperaban una opción superadora.
Siendo la edición menos atractiva de las emitidas, Bake Off Argentina partió sin pena ni gloria y habrá quien seguirá diciendo que la culpa fue de que “solo cocinaron tortas”. Otros, en cambio, coincidirán con los nuevos rumbos de un formato, que hace rato dejó de ser solo un programa de recetas, para mimetizarse (y por qué no, envilecerse) de los mismos códigos que pueblan el resto de la grilla televisiva de los canales de aire.
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