Bailando por un sueño 2017: balance de un año de transición
El show más importante de la televisión atravesó un año especialmente complicado, pero logró salir airoso de la prueba
A pesar de las complicaciones de las que todos hablaban y que pusieron al programa en jaque en más de una oportunidad, Marcelo Tinelli entendió desde el primer momento que el Show (Match) debía continuar. En un año especialmente tumultuoso, el conductor siguió adelante con la misma sonrisa de siempre y aguantando de manera estoica una infraestructura que cada vez se posaba con más fuerza sobre sus hombros. Pero los televidentes tuvieron " Bailando por un sueño " , el ciclo salió siempre al aire y Tinelli cerró un año televisivo que, como siempre, tuvo sus altos y bajos. Por ese motivo repasamos lo mejor y lo peor de un ShowMatchque tímidamente tanteó nuevas fórmula, mientras que en otros aspectos no supo desprenderse de algunos viejos vicios.
El baile es el corazón del show
Más allá de algunos puntos discutibles (de los que ya hablaremos más adelante), el Bailando acertadamente hizo foco en el baile y no tanto en los escándalos. ShowMatch 2017 volvió a apostar en que ver a los famosos desplegando su talento (o su intento de talento) es un espectáculo atractivo de por sí, y confió en hacer de los números musicales el motor de todo. La inclusión de parejas enormemente talentosas como las compuestas por Lourdes Sánchez y Gabo Usandivaras, Hernán Piquín y Macarena Rinaldi, o la de Mariela “La Chipi ” y Mauro Caizza garantizaron un nivel muy elevando, mientras que otros participantes menos talentosos pero de gran carisma como Freddy Villareal, Nancy Pazos , Jey Mammon y José María Muscari , también le otorgaron a la pista otros ingredientes igual de valiosos.
Este año el Bailando consiguió un interesante equilibrio entre participantes de todo tipo, y logró que cada uno de ellos tuviera un condimento que lo diferenciara del resto. Puede que las previas de la Chipi no fueran las más divertidas, pero sí lo sería su número; puede que Freddy no resultara un bailarín excepcional, pero sus imitaciones sí hacían de sus galas algo especial. Y de esa forma el grueso de las parejas demostró que siempre tenía algo para dar en la pista y que cada uno de ellos, en el programa, tenía una razón de ser.
Basta de visitas que no suman
Este año ShowMatch prácticamente prescindió de un recurso que ya se sabía desde hace tiempo que no servía de mucho, y era el de tener vistosos participantes internacionales. En esa categoría la única que estuvo en 2017 fue La tigresa del Oriente, que si bien para muchos pueda resultar una invitada de cabotaje, su efímera participación alcanzó para ser un efectivo número de comedia. En épocas pasadas la llegada de Pamela Anderson, Evander Holyfield o Martha Sánchez, todos invitados que duraban pocas galas para irse siempre en medio de alguna polémica o simplemente porque no les interesaba estar en un show argentino, terminaba depreciando el valor del programa. Y aunque este año la falta de participantes internacionales tuvo que ver más con una cuestión de presupuesto, eso permitió dejar en claro que las visitas extranjeras no son necesarias en absoluto porque en los participantes locales hay materia prima a granel. Y sino ahí tiene a la desconocida Consuelo Peppino, uno de los hallazgos del 2017, y un caso que nos lleva al próximo punto.
Los pequeños descubrimientos, un gran valor
El caso de Consuelo Peppino fue verdaderamente llamativo, e ilustra de manera ejemplar la lógica Warholiana del Bailando por un sueño. A comienzos de ciclo, los productores comunicaron que en el 2017 habría dos no famosas participando: Beatriz Prandi y Consuelo Peppino. Si bien la primera no tuvo un paso demasiado perdurable, el caso de Consuelo fue muy distinto. Quizá porque transmitía un sincero entusiasmo en cada uno de sus bailes, quizás porque indudablemente hay personas con ángel que enamoran al público con tan solo aparecer ante cámara, o quizás porque la acompañaba un bailarín como Agustín Reyero (que a pesar de “volar bajito” contaba con sus fieles fans), es indiscutido que Consuelo le dio a la pista un nuevo sabor, un encanto que ningún famoso supo transmitir. Y su romance con el público le permitió superar dos votos telefónicos muy difíciles, e incluso asegurarse un lugar en La isla encantada, la obra teatral que Pedro Alfonso encabezará en Carlos Paz.
Un participante de ShowMatch 2017 que sí era famoso, que ya tenía una carrera armada pero que enriqueció notablemente al ciclo, fue Jey Mammon, ejemplo de un concursante que entiende las reglas del juego para aprovecharlas a su favor. Sus eternas esperas para entrar a bailar, los insultos a Marcelo Tinelli e incluso las peleas fingidas con el jurado hicieron de Jey uno de los grandes participantes del certamen. Por otra parte, el rol de Nancy Pazos también fue un enorme hallazgo. Su recordado número de Maléfica, sus habilidad para debatir sin necesariamente caer en el barro y su autoconciencia sobre desde qué lugar quería formar parte de un programa que muchas veces hace de los físicos perfectos un culto, le permitió a la periodista pararse desde otro lugar y enriquecer la dinámica del show.
Consuelo, Jey y Nancy son excelentes ejemplos de participantes que renuevan la fórmula del Bailando, y que demuestran cómo el programa es capaz de nutrirse de famosos (y no famosos) que pueden mostrar en la pista de baile una nueva e interesante faceta.
Cuando comienza el escándalo (o por qué Gladys no necesariamente sumó)
Para bien o para mal, Gladys “la bomba tucumana” fue una de las grandes protagonistas del año, aunque a base de discutir con prácticamente todos los participantes. Con Chechu Bonelli, con Melina Lezcano, con Mica Viciconte (sobretodo con Mica Viciconte) e incluso con la vestuarista María Vilariño, Gladys siempre encontraba un huequito para confrontar con alguien. Y cuando no peleaba, era porque lloraba. Lágrimas porque la salvaba el jurado, lágrimas porque según ella otros participantes le hacían burla, lágrimas porque Tyago, su hijo, se peleaba con su novia Rocío Robles, en fin... "ágrimas y peleas, así podría resumirse la participación de Gladys.
Aunque al programa le resultó atractivo contar con una participante tan polémica, con el tiempo Gladys resultó agotadora. La bomba, muy a su pesar, fue la cara menos amable de ShowMatch porque significó la vuelta a las peleas y al escándalo, a las internas que ponían un pie en el barro y a los enfrentamientos inundados de golpes bajos. Es un misterio sin resolver saber si efectivamente Gladys es así o si todo formaba parte de un personaje, pero el público no tardó en agotarse y en el voto telefónico se lo hizo saber. Su inmediata expulsión apenas estuvo a merced de los espectadores, tuvo que ver principalmente con que las peleas ya no suman, y aunque los enfrentamientos en el pasado dieron resultados en materia de rating y puede resultar tentador volver a ese casillero, ShowMatch evolucionó y parte de ese crecimiento tiene que ver con dejar esas discusiones detrás. Lamentablemente, en ese sentido, la presencia de Gladys fue una clara involución.
El jurado atrapado en su propio laberinto
Que ShowMatch es más un concurso de popularidad que de baile, no es ninguna novedad. Y aunque esta pueda resultar una obviedad, lo cierto es que el programa necesita reveer qué hacer con el jurado durante las semifinales y la final. Este año sucedió que en el momento en el que Marcelo Polino debió cerrar la votación de la semifinal en la que se enfrentaban Lourdes Sánchez y Gabo Usandivaras contra Fede Bal y Laurita Fernández , cómo así también de la final, en ambas oportunidades votó de manera que ambas parejas quedaran igualadas para así desempatar a través del teléfono. Puede que sea un detalle menor, pero sería interesante descubrir una forma de encontrarle al jurado un papel relevante en una etapa tan significativa como la semifinal y la final.
Cabe destacar también que en el 2017 los integrantes del jurado lograron un equilibrio perfecto. Todos ellos construyeron un clima de armonía a pesar de sus diferencias, fueron capaces de debatir sin caer en chicanas, y pudieron plantárseles a los participantes cuando la situación lo ameritaba. Incluso Polino, seguramente el más ácido en las devoluciones, supo aplicar los ceros desde un lugar lúdico y sólo lo cruzaron de mala manera aquellos concursantes que nunca entendieron los códigos del show (como por ejemplo Nicolás Paladini, un participante que se fue del programa sin jamás haberlo comprendido). Y por lo aceitado que se encuentra el jurado es que sería una pena la partida de Carolina “ Pampita ” Ardohain. Según lo que conversaron en el final ella y Tinelli, es muy probable que la modelo no forme parte del ciclo en el 2018, y eso significaría perder a una de las mejores jurados que tuvo el certamen. Una lástima.
Para crecer, ShowMatch debe asumir nuevos riesgos
Bailando por un sueño es, como lo era Feliz domingo, un programa hecho con amor. Y eso se nota. Como se sabe, el 2017 fue un año complicado para el ciclo porque muchos de sus empleados durante varios meses no cobraron sus sueldos. Pero todo siguió adelante, y aunque hubo cartas documento e incluso amenazas de renuncia , ShowMatch salió siempre al aire con absoluta normalidad, y eso solo se consigue gracias a un grupo humano que confía en lo que está haciendo. “Todos hemos puesto el corazón en este programa que realmente tanto amamos (…), jamás los he visto que bajaran los brazos” dijo Marcelo Tinelli en una editorial final que fue el único momento en el que explícitamente se refirió a la compleja situación que atravesó el ciclo. Entonces no quedan dudas: quienes hacen ShowMatch realmente sienten una lealtad para con el certamen que ni las más mezquinas movidas empresariales pueden quebrar.
Por otra parte, el rating del año tampoco defraudó. A pesar de tener mejores y peores resultados, y aunque algunas marcas históricas no puedan volver a repetirse, el programa fácilmente se acomodaba siempre en el podio de lo más visto del día. Entonces la pregunta que queda en el aire es… ¿de qué manera se puede renovar la fórmula?
Con un equipo de trabajo fiel al producto, y con un público cautivo que acompaña y garantiza el rating, ShowMatch tiene las llaves del reino, y por ese motivo es que debe probar nuevos caminos. Más allá de sus aciertos y de la solidez que demostró en el 2017, ahora el verdadero reto es salir de la zona de confort y demostrar que al Bailando por un sueño aún le queda mucho por crecer. Y que el éxito no es un feliz accidente, sino el resultado de un equipo que busca darle a su público el mejor show posible.
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