Bailando por un sueño 2016: lo mejor y lo peor del año
Repasamos el programa de Marcelo Tinelli, sus luces y sus sombras y por qué sería hora de probar nuevos formatos
Terminó “ Bailando por un sueño 2016 ” con Pedro Alfonso consagrándose como el gran triunfador del certamen. Pero la evolución de la competencia a lo largo del último año y que su ganador haya sido un participante dueño de una base de fans tan sólida, termina dejando en evidencia que el programa suele quedar atrapado en sus propias trampas y, como un perro que busca morderse la cola, no puede evitar caer en algunas tentaciones que si bien son las que mejor rinden en materia de rating, a la larga son las que no permiten que el ciclo busque un rumbo nuevo.
A continuación hacemos un repaso por lo mejor y lo peor de “Bailando por un sueño” y por qué creemos que cumplió un ciclo y que ya es hora de renovar el programa.
¡Volvió el baile...!
Parece redundante, pero "Bailando..." volvió a focalizarse en el baile. Irónicamente, y en algún punto de su larga trayectoria, el programa fue famoso por sacarse de encima las coreografías con el fin de mostrar las dichosas peleas, las previas insoportables y las devoluciones que apuntaban a chicanear a los participantes. Por suerte, esa tendencia (relativamente) cambió y hubo varios ritmos en esta edición del "Bailando" que le permitieron a los participantes lucirse en la pista. De esta manera, hubo momentos muy logrados como el ritmo libre (en el que Iliana Calabró recordó a su padre), el ritmo homenaje (con Ángela Torres personificando a su abuela Lolita), o incluso otros que simplemente fueron complejos y vistosos como el street pop o el famoso aquadance. Y el lugar destacado que tuvo el baile, incluso se notó en el protagonismo de todos los coaches, que poco a poco fueron ganando más espacio y convirtiéndose también en celebridades del mundo ShowMatch. Parece ridículo, pero por primera vez en muchos años "Bailando..."tuvo el buen tino de poner el acento en el baile y en lo placentero que es ver a dos (o más) personas desplegando talento en coreografías de lo más creativas.
Un necesario (y bienvenido) cambio de tono
Como un viejo delincuente que no logra reinsertarse en la sociedad por sus delitos del pasado, el "Bailando..." aún carga con el lastre de ser ese programa burdo en el que le cortaban la pollera a las participantes. Pero lo cierto es que buena parte de ese "Bailando..." ya no existe, y si bien todavía hay mucho camino por recorrer en cuanto al rol de la mujer en el ciclo, hay algo de ese sexismo innecesario que se fue corrigiendo (prueba de ellos fue la vuelta de Carla Conte , una eterna crítica de ese aspecto del show). Quizás cansados de las críticas negativas o quizás sabiendo que ese nivel de exhibición no conducía a ninguna parte, "Bailando por un sueño 2016" no pretendió explotar el costado sexual de sus participantes (más allá de algunas excepciones, como el reggaetón del Polaco y Barby en la final). El primer y más obvio síntoma de ese cambio fue la eliminación del polémico caño, un ritmo que hubiera puesto en un aprieto a, por ejemplo, la pareja compuesta por Oscar y Candela Ruggeri . Recuperar la onda familiar del programa hizo que sea atractivo para todos los públicos y no solo para los adultos. En ese sentido, no es casual la gran participación de los hijos de los famosos (Olivia, la hija de Pedro y Paula Chaves, tuvo muchísima pantalla, y de hecho en la final, Barby Silenzi y el Polaco entraron al piso con sus respectivas hijas).
Por otra parte, en la mencionada final también fue muy bienvenido el cambio de registro, que lejos de las peleas o los enfrentamientos, encontró a El Polaco y a Pedro como compañeros, respetándose mutuamente y sin necesidad de apelar a golpes bajos ni a chicanas innecesarias. Por todo esto, es que es valioso celebrar un "Bailando..."que apostó más a la fraternización que a las rivalidades personales.
El caso María del Cerro: cuando el talento no alcanza
A pesar de que muchos consideran al Polaco como la gran revelación del año, lo cierto es que la gran figura fue María del Cerro . La presencia de la modelo y su comportamiento a lo largo del año, fue tan poco habitual, que involuntariamente dejó en evidencia los mecanismos más repudiables del ciclo. En principio, la modelo parecía ser una más entre los famosos a competir. De ella no se esperaba demasiado, pero su inclusión servía para completar la grilla de participantes. Del Cerro no tenía previas especialmente divertidas, su vida íntima no gozaba de escándalos y ni siquiera era conocida por iniciar discusiones que pudieran derivar en una polémica, nada de eso, ella sólo se encargaba de bailar bien, de mejorar y de poner a los miembros del jurado en la inevitable tarea de puntuarla con muy buenas notas, pero eso parecía no alcanzar. A Del Cerro, que es amiga de la China Suárez, intentaron arrinconarla y enemistarla con Pampita Ardohain , pero no pudieron y así ella demostró ser mucho más astuta que los mecanismos del programa evitando con mucha altura cualquier tipo de enfrentamiento.
Por otra parte, la modelo también supo brillar la noche en la que bailó junto a su hermano, demostrando que el programa puede tener momentos de sincera emoción sin por eso caer en el golpe bajo (y demostrándole al musicalizador que el público no necesita que le hagan sonar un pianito de fondo para conmoverse). Sin pelearse con nadie ni contando con un sólido apoyo del público, solamente valiéndose de su habilidad para el baile, Del Cerro llegó a la semifinal. Pero su presencia allí dejó en evidencia que "Bailando...", para bien o para mal, es simplemente un concurso de popularidad y que por mucho talento para la danza que muestre un concursante, si no tiene la simpatía de los televidentes, su camino estará irremediablemente condenado a la expulsión (algo que también sucedió con Favio Posca , que inexplicablemente quedó afuera del certamen a pesar de su carisma y talento). Por este motivo, el caso de María del Cerro destapa una vez que el baile importa menos que el favor del público y que sería bueno revisar que en un concurso de baile tenga más chances de ganarlo quien mejor baila (aunque si recordamos que hace algunos años el premio se lo llevó la Mole Moli, descubriríamos que este problema no es novedad en absoluto).
Pampita y ese condimento imprescindible
Pampita, para molestia de varios, se robó el año. Ella le brindó un necesario aire de renovación al jurado (porque el resto de sus compañeros, lamentablemente, ya cumplen roles prefijados), y sus devoluciones, siempre con respeto, eran de las menos predecibles. En instancias donde el jurado parecía sobrevalorar algunos bailes, ella no tenía problemas en dar puntajes bajos y viceversa. Pero lo peor del ciclo 2016 fue la forma en la que muchas veces el programa (a través de otros participantes o de miembros del jurado) la trató. Más allá de algunas rispideces con Ángel de Brito o con Moria Casán, el gran conflicto empezó con la llegada de Nicole Neumann a la pista. En su primer baile, ambas modelos comenzaron una pelea absurda en la que se sacaron viejas facturas que poco tenían que ver con el baile y a partir de esa instancia, hubo siempre una evidente intención por marcar la rivalidad entre ambas y en cada aparición de Nicole indefectiblemente sobrevolaba el entusiasmo por un enfrentamiento gratuito, situación que derivó en Pampita levantándose de su silla, agotada de tanta provocación innecesaria. Con el tiempo todo volvió a su cauce habitual hasta que hubo un nuevo enfrentamiento con Nicole que derivó en Carolina diciéndole “basta” a Tinelli, en el que seguramente fue el mejor momento televisivo de todo el año. Ese límite que debió poner ella, destapó la insoportable debilidad que ese programa tiene por generar polémicas. La actitud de Pampita, más allá de ser digna de elogio, también dejó en evidencia el costado más perverso del ciclo, que es justamente cuando se convierte en una trituradora de carne capaz de hacer lo que sea por un punto de rating. En un año en el que las peleas estuvieron lejos de ser el centro (¿se acuerdan esas vergonzosas escenas entre Ricardo Fort y Flavio Mendoza, o los trapitos al sol que se sacaron alguna vez Carmen Barbieri y Ayelén Paleo?), Pampita se vio obligada a participar de varios momentos desagradables que poco aportaron. Pero la modelo, con la personalidad que la caracteriza, tuvo el coraje de poner un freno y gritarle al mundo que incluso hasta al dueño de la pelota, a veces hay que ponerle un límite.
Repartir y dar de nuevo
Como todo cierre de año, hay cosas para elogiar y otras para objetar, pero es evidente que el ciclo podría estar en un proceso de crecimiento que solo puede concretarse apostando a un cambio en el esqueleto del programa. "Bailando...." tiene ingredientes que vale conservar (el aspecto lúdico del baile, las coreografías ambiciosas y la idea de una competencia sin tregua, pero no por eso menos amigable), mientras que otros rasgos es momento de desecharlos para siempre (las peleas por cuestiones personales, la cosificación de la mujer, etc). Y en ese sentido, seguramente sea el punto más polémico del año, la breve convivencia televisiva entre BarbieVélez , Federico Bal , y la perimetral. No es éste el lugar para discutir si Barbie hizo bien o mal en participar del show o si Fede Bal hubiera debido dar un paso al costado, pero el punto más importante es que al estar los dos en el programa, una situación delicada se vio salpicada por el espectáculo y la frivolización propia de ese show y ese es un claro ejemplo de viejos vicios que debería dejar atrás el ciclo.
Es indudable que el programa pareciera moverse dentro de un corset que cada vez le queda más chico, pero que inexplicablemente no se anima a desechar. No tiene que ver con que el ciclo necesite una renovación en un 100%, sino que simplemente debería continuar examinando y depurando viejas costumbres que ya no suman. Por otra parte, el "Bailando 2016" tuvo una difícil relación con el rating (hasta que Moisés abrió el Mar rojo, los números solían beneficiar a esa novela), y lamentablemente los picos se consiguieron gracias a algunas peleas. Pero hacia el final del certamen, los números comenzaron a repuntar y el público apoyó con entusiasmo las últimas instancias de una competencia en la que quedaban parejas muy queridas por los fans del programa. Y puede que ahí esté el secreto del éxito: en poner el acento en construir puentes entre famosos y público, en evitar caer en la tentación de mostrar a las celebridades a través de sus miserias y apostando principalmente al espectáculo. Ahora "Bailando..."tiene en el horizonte la prueba a la que ningún ciclo longevo quiere someterse: repartir, dar de nuevo y buscar la fórmula para renovar su propuesta.
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