Así fue el primer capítulo de Pequeña Victoria, la nueva tira de Telefe
Bárbara (Natalie Pérez) se retuerce de dolor. Antes de lo previsto, el bebé que lleva en su vientre está listo para nacer, y eso altera planes que eran mucho más endebles de lo que parecían. La joven sabe que no puede perder un minuto y decide pedir un auto hasta la clínica. El destino la cruza entonces con Selva (Inés Estévez), una conductora particular que la lleva hasta el sanatorio. La chofer le pregunta si quiere avisarle al papá, pero la pasajera da respuestas confusas hasta que para su sorpresa, le pide que llame a la mamá del bebé.
Mientras tanto, Jazmín (Julieta Diaz) está en un punto crucial de su carrera. Como mujer de negocios, todo indica que dará un gigantesco paso cuando supervise una fusión de empresas que involucra a la firma para la que trabaja. En un mundo de hombres, ella es la única preparada para llevar adelante esa tarea, algo que no entusiasma a sus pares masculinos. Pero durante una reunión, su teléfono suena y de golpe el mundo de las reuniones pasa a un segundo plano: del otro lado de la línea, está Bárbara avisándole que su hija va a nacer.
De ese modo el episodio regresa brevemente en el tiempo, al momento en el que las mujeres se conocieron. A pesar de que nunca había buscado ser madre, en una etapa adulta de su vida, Jazmín decidió que sí quería serlo, y para eso recurrió a la subrogación de vientre. Entonces, acudió a una agencia para contar con un donante de esperma y con una mujer para que lleve adelante el embarazo. Si bien en los contratos figura que no hay intercambio monetario en la operación, la realidad es que Jazmín debe pagar por el proceso e incluso garantizar el bienestar de esa madre gestante.
Finalmente nace la pequeña y, a partir de ahí, la situación se escapa aún más de los planes trazados previamente. Selva, alguien creyente y de espíritu solidario, decide acompañar a Bárbara al verla totalmente sola y sin nadie que la contenga. Jazmín no logra establecer un vínculo inmediato con la pequeña y, ante la resistencia a tomar la mamadera, le pide a la mamá gestante que le dé la teta, una decisión que altera a la profesional que cobró honorarios en el proceso de subrogación de vientre.
Antonio (Facundo Arana) es el pediatra que cuida de la bebé, e intenta de a poco descubrir qué vínculo une a las tres mujeres que se agolpan alrededor de la recién nacida. Y ese trío femenino, pronto lo completa Emma (Mariana Genesio), una mujer trans que donó el esperma y que aparece en la clínica cuando le avisan que puede llegar a ser necesario que dé sangre por la salud de la bebé. Las otras tres protagonistas no pueden esconder su sorpresa. La más impactada es Jazmín, no solo porque parece ser la más alejada de Victoria (nombre que eligió Emma para la bebé), sino porque su vida profesional también da un giro cuando llega Manuel (Luciano Castro), un antiguo conocido que se ocupará de la fusión de empresas.
De esa forma, cuatro mujeres que no se conocen deben entender que la llegada de Victoria las unirá para siempre, en un contexto en el que el desafío de la maternidad solo será superado por el de una sociedad atada un sinfín de prejuicios.
La maternidad será deseada o no será
El primer éxito, al menos en el primer episodio, es que Pequeña Victoria no somete la historia al discurso, sino al revés. La serie pone el acento en las imperfecciones, en las fallas personales, en ideas que sobre la mesa parecen fáciles de ejecutar, pero que puestas en práctica derivan en profundas explosiones. Jazmín es una empresaria agresiva, segura de sí misma y dueña de un carisma que sus compañeros viven como una amenaza a un status quo oxidado. Bárbara, por su parte, era una joven que parecía tener todo el mundo por delante, una niña del interior cuyo llamado al éxito en el mundo de la moda era tan matemático como dos y dos es cuatro. Pero el futuro las llevó por caminos que jamás imaginaron, y cuando Jazmín elige a Bárbara como madre gestante, ambas comienzan un proceso que, indefectiblemente, las unirá para siempre.
Haciendo foco en ambas, el primer tramo del capítulo muestra los grises en el proceso de alquiler de vientre. Las dudas de la madre gestante y la lejanía que siente esa mujer que busca la maternidad pero que no lleva al bebé en su cuerpo. La serie no baja línea, no da un discurso que reconforte al espectador o espectadora, sino que trabaja las endebles certezas de sus protagonistas para enriquecerlas y acercarlas al público. Mientras la empresa intermediaria quiere mecanizar a Bárbara llamándola "la Carrier", como si fuera una valija que se limita a transportar un equipaje que ya tiene dueña, la ficción la humaniza mostrando sus atracones de papas fritas y el apetito voraz producto de la ansiedad que tenía ante el eventual parto (un momento que de manera lateral pone el foco en el drama de la violencia obstétrica). Y la mujer que a ojos de Jazmín es una intermediaria, poco a poco, se convierte en una panza que esconde los latidos de una bebé que lo cambiará todo.
Las otras dos figuras de la historia, son también dos maneras de entender la maternidad. Selva se cruza en el camino de Bárbara y no puede olvidarla. La chofer, dueña de una profunda fe religiosa, comprende que la vocación de servir es un principio rector en su vida, y su riqueza se encuentra en que no le preocupa el cómo esta formada esa familia que gira alrededor de Victoria, sino en acompañar a las mamás en ese proceso para el que parecen tener tantas dificultades. Por último Emma, la mujer trans que también se presenta como mamá de la pequeña, cargará con prejuicios de todo tipo y deberá enfrentar el costado más rancio de una sociedad que, como bien dice el personaje de Antonio, debe evolucionar para mejorar.
La escena en la que todas las protagonistas miran a través del vidrio a la recién nacida es la mejor representación del espíritu de esta serie. En ese momento, hay una idea no de cuatro personajes frente a su hija, sino de una única mujer dividida en cuatro aspectos que en muchos sentidos, representan el gigantesco cambio que marca la llegada de un bebé para una mamá. El miedo, la ansiedad, la desnudez emocional, el querer escapar de ese llanto que angustia, la internación en pediatría y el dolor de reconocer que el propio cuerpo ya no será el mismo son cicatrices que estas mujeres se reparten, pero que en muchos casos, atraviesan a una madre primeriza.
La historia define cuatro formas de entender la maternidad, y puede celebrar ese vínculo mediante protagonistas que se unen porque quieren ser mamás a pesar de sus miedos, a pesar del qué dirán y a pesar de saber que quizá no estén tan preparadas como les gustaría, pero que son madres porque ante todo, eligen serlo.
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