Así fue el regreso de Polémica en el bar a la pantalla de América
Sesenta años después de la primera ronda de café, el programa volvió este lunes con Marcela Tinayre
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Fue sketch, programa, mito y leyenda. También refugio de grandes comediantes, semillero de nuevas figuras y show periodístico. Sufrió la censura y fue vidriera para políticos y gobiernos de turno. Polémica en el bar, con su mesa que nunca pregunta -y que a esta altura es lo único que quedó- fue cincelada a gusto, piaccere y conveniencia por su creador, Gerardo Sofovich. Y cuando este no pudo más tomó la posta su hijo Gustavo, en invaluable sociedad con Mariano Iúdica, cuyo nombre fue omitido en este regreso y hoy lo mirá por TV. Según parece, la casa se reservó el derecho de su admisión y permanencia.
Sesenta años después de la primera ronda de café, el programa volvió este lunes con Marcela Tinayre timoneando un heterogéneo grupo -como diría Edmundo Rivero- “de sabiondos y suicidas”. O más de lo segundo que de lo primero porque en la hora y cuarto que duró el debut se colaron romances vintage, rencores también vintage, las noticias del día y el humor a cuentagotas.
La primera conductora mujer en la historia del ciclo prendió la luz, revelando un bar de estilo palermitano y para nada barrial, como fue desde sus inicios. En una transición del blanco y negro al color que nunca se terminó de entender, Marcela se dio el gusto de colgar su retrato en la pared que homenajea a quienes hicieron grande al programa. Y de este modo pudo verse la primera sorpresa para los nostálgicos: la necesaria inclusión en esta galería de astros de Hugo Sofovich, quien fue alma páter de la idea original junto a su hermano, aunque en todos estos años se lo había mantenido al margen en las referencias.
Enseguida llegaron los hacedores de esta polémica 2023: Flavio Mendoza con traje con transparencias, Eliana Guercio, Gabriel Schultz, el Gran Hermano Walter “Alfa” Santiago y Samuel “Chiche” Gelblung. Promediando la noche se sumó Marcelo Polino, el único que se animó a protagonizar un paso de comedia como presunto arrendatario del lugar, y Claudio Rico repitiendo su ya conocida máscara de Javier Milei.
Con un formato de presentar un informe y luego debatir, más propio de un programa periodístico que de Polémica..., llegó el primer tema de la noche: las pistolas Taser. Y con él las primeras grietas de la propuesta. Aunque desde sus inicios en la década del 60, el espíritu del programa era el de un grupo de amigos discutiendo en un bar, era sabido que cada uno tenía un rol dentro del debate. Años después, cuando los actores mutaron en periodistas, Sofovich se preocupó por encontrar un grupo lo suficientemente heterogéneo como para sostener y acrecentar el contrapunto. En este inicio faltó el contrapeso para mantener un virtuoso equilibrio y la mesa se desbalanceó, con Schultz quedando en el medio de un fuego cruzado y recibiendo munición gruesa del resto de sus compañeros por todos los flancos. El periodista, conocido por su velocidad de respuesta, supo salir airoso, pero faltaron matices que llevaran a buen puerto las diferencias de opinión. Eso sumado a la superposición de gritos (algo que no es achacable a Polémica... sino a la televisión en general) y a la sensación de que los presentes -salvo excepciones- no habían estudiado previamente los temas, como para opinar desde el conocimiento y no desde la suposición. Con los tapes posteriores pasó lo mismo.
La aparición de Polino sirvió para aflojar la tapa de la olla a presión y entrar en terrenos más amables, conocidos y morbosos. Como el siempre negado romance entre Gelblung y Tinayre, o el recordado sopapo en vivo de Guercio al periodista de espectáculos. Ambas situaciones calculadamente planeadas. En esos momentos de complicidad con el televidente fue cuando el programa logró traspasar la pantalla y encontrar empatía. Ese tendría que ser el camino de ahora en más.
Marcela Tinayre confirmó que era la mejor elección posible para una renovación de Polémica en el bar y aunque por momentos se la vio sobrepasada por la vehemencia de su entorno, supo cómo encarrilar las cosas sin correrse un instante de la elegante impronta familiar. Chiche Gelblung tiene en Gabriel Schultz al socio ideal para la réplica y el one on one. A Eliana Guercio se la vio bastante sola y Marcelo Polino fue el que mejor y más rápido encontró su lugar, capitalizándolo en función del show.
Menos clara fue la participación de Alfa, que opinó solo cuando no estaba atendiendo al resto, más cerca de Alberto Irízar o “El preso” Vicente La Russa, que de Minguito y Fidel Pintos. Ya había demostrado en la casa de Gran Hermano que su “mejor versión” era en la discusión mano a mano por lo tanto, como parte de un grupo donde todos hablan al mismo tiempo, se lo vio desdibujado. En la medida que no aparezca un segmento que lo cobije, su paso por la icónica mesa será todo menos memorable. Mientras que Flavio Mendoza, un hombre que sabe más de teatro que de televisión, quedó regulando sin encontrar aún el timing necesario para convertirse en miembro activo del conjunto.
Volvió Polémica en el bar para festejar seis décadas de permanencia en televisión. Con nuevos rumbos, nuevos vientos, un comienzo prometedor, pero todavía mucho que demostrar para estar a la altura de su leyenda.
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