Polémica en el Bar: así fue su regreso
El histórico ciclo volvió a la pantalla chica de la mano de América
Decidido a marcar cancha, Mariano Iúdica abrió su Polémica en el bar con la frase “buenas noches América”, jugando con esa sombra que pareciera no querer sacarse de encima. Muy lejos de los domingos al mediodía y de Telefe, el longevo programa creado por Gerardo Sofovich encontró hogar en un nuevo horario y canal: a las 20 horas por América, proponiéndose como el paréntesis humorístico entre la información del noticiero y el debate político de Intratables. En su debut logró picos con más de 6 puntos, colocándose cómodamente en el tercer puesto luego de Telefe Noticias y Telenoche. Y luego de su primera emisión, repasamos lo mejor, lo peor y qué podemos esperar de este nuevo año.
Ni fu ni fa
La mesa. En un programa llamado Polémica en el bar, obviamente el núcleo del asunto tiene que ver con quiénes son los integrantes de la mesa, y siguiendo una fórmula poco arriesgada se procuró armar una charla equilibrada con los supuestos representantes de distintos sectores. En el centro, oficiando de conductor está Mariano Iúdica (que con poco disimulo busca un estilo cada vez más parecido al de Alberto Olmedo), que repite el rol de anfitrión que solía tener Gerardo. Junto a él se encuentra Mauro Viale , Chiche Gelblung y Diego Brancatelli , tres periodistas que deberían tener miradas distintas sobre la realidad, siempre y cuando el programa le dé lugar a la actualidad más que al humor (una promesa que, de momento, no parece que vaya a hacerse realidad).
Completan el elenco central dos nombres nuevos. Por un lado está Grego Rossello, el imán con el que cual el ciclo busca atraer jóvenes que probablemente ni sepan lo que es Polémica en el bar, y que incluso también funciona como puente generacional y disparador de chistes que sean un guiño para los adolescentes que puedan reírse porque Mauro Viale no sabe lo que es hacer cosplay (o sea, lo mismo que Guido Kaczka hacía con Sofovich a finales de los noventa). Finalmente el quinto integrante es el Pepo, que si bien por el momento se mantuvo relativamente al margen, con el tiempo puede convertirse en la sorpresa del año o en una pésima decisión de producción (porque que le sobre carisma no necesariamente significa que entienda el ritmo de la tele). Como comensal invitado, sobre el final se sumó Juan Acosta, otro nombre que supo formar parte de la propuesta en años pasados. De esta forma el resultado es el de una mesa quizá demasiado abarcativa. Hay por lo menos dos públicos muy opuestos que conviven a través de esos integrantes: el histórico (asociado con Iúdica, Viale y Chiche), frente a otro más joven (a través de Grego y el Pepo), una suma que puede dar por resultado una extraña combinación en el tono. Y si bien en el debut Rossello fue uno de los puntos a favor, lo cierto es que su presencia terminó siendo secuestrada por la oxidada lógica del programa.
Lo mejor
Luisa Albinoni. Una cara totalmente reconocible dentro de la factoría Sofovich, que con el tiempo desapareció del mapa para volver con una renovada popularidad en los últimos años, es la de Luisa Albinoni . En este nueva Polémica en el bar, Luisa juega a ser una especie de Violencia Rivas que vive para quejarse de todo y todos, pegándole con especial obsesión a Rossello en uno de esos breves pasos de comedia que funcionó bastante bien. La aparición de Albinoni fue lo mejor dentro de una seguidilla de invitados que pasaron de manera apresurada sin terminar de darle solidez a sus participaciones. De esa forma estuvieron Pachu Peña , Rene Bertrand y el Turco Naim, cuyas presencias generaron más interrogantes que risas. Pero la mención especial se la lleva Cayetano que estuvo apenas unos segundos para hacer un guiño a Nelson Vivas en uno de los pasos de comedia menos logrados de la noche. Y por ese motivo es que dentro de tantas entradas y salidas fallidas, Albinoni demostró en pocos minutos su enorme oficio.
Lo peor
Un humor que atrasa. Se cae de maduro y ni falta hace decirlo, pero el humor sexista hace rato que dejó de ser humor. La tele, o parte de ella, evoluciona a la par de una sociedad que lucha por romper moldes que refuerzan estereotipos, y por ese motivo es que burlarse de la sexualidad o cosificar a una mujer resulta, desde el vamos, ofensivo. Y no se trata de prohibir temas, sino de hacer comedia inteligente que no caiga en lugares ni cómodos ni agresivos (aunque la comparación pueda resultar absurda, Larry David demostró que con todo se puede hacer reír siempre que el comediante se tome el trabajo de estudiar desde dónde hacer humor). De esa forma la presencia de Virginia Gallardo , Ailén Bechara, Maypi Delgado y Flor de la V termina totalmente desdibujada, respondiendo a un tipo de humor oxidado que ya no debería estar en la tele. El desafío, en este sentido, sería obviamente que de una buena vez Polémica pudiera desentenderse de su pasado y mirar no solo hacia el futuro, sino más bien hacia el presente.
La comodidad de estancarse. Es claro como el agua: Polémica en el bar necesita aggiornarse de manera urgente, y en este sentido no hay “respeto por el clásico” que valga. El espectador cambió y no se puede pretender que las fórmulas que funcionaban hace varias décadas puedan seguir haciéndolo. El primer programa pareció por momentos un artefacto diseñado para agredir posiciones referidas a distintos temas, porque no solo demostró una cara terriblemente machista, sino que también se rio del supuesto “curro” por la venta de los huevos libres de jaula y el consumo responsable, para finalizar la noche con Chiche diciendo “en la Argentina suma tener amantes”, refiriéndose al caso de Daniel Scioli.
Sí incluso programas tan acartonados como los noticieros debieron aprender a suministrar la información en dosis más dinámicas y veloces, es incomprensible entonces que una comedia basada en sketches insista con mantener intacta su propuesta. Y por ese motivo es que Polémica en el bar, en ese sentido, huye de cualquier decisión que se presuponga demasiado riesgosa. O bien podría ser a través de integrantes femeninas, o con una mesa que reúna miembros que representen otros sectores de la tele, o al menos con sentar a comediantes que no estén obsesionados con el chiste fácil de doble sentido la dinámica del programa podría enriquecerse notablemente, dando paso a la bienvenida renovación de un ciclo que por vagancia o incapacidad, se empecina en no formar parte del siglo XXI.
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