Así comenzó Quiero vivir a tu lado
Repasamos el primer episodio de esta nueva tira de Pol-ka
En 2016, El Trece apostó por poner en el centro de su prime time a un culebrón hecho y derecho. Los ricos no piden permiso fue una novela fiel a la estructura clásica del género, en donde los besos se hacían esperar, los malos eran malos hasta la médula, y las historias de amor eran el único argumento posible. Pero luego de esa experiencia [que dio muy buenos resultados en rating], Pol-ka se mueve hacia otro terreno con Quiero vivir a tu lado, una tira actual, con recursos narrativos más modernos y una trama de amores cruzados que se complican por un entorno familiar algo absorbente. A continuación, repasamos lo mejor y lo peor de esta nueva ficción local.
1. Un viejo amor renace...
La historia comienza cuando a Verónica ( Paola Krum ) le diagnostican una enfermedad que le dejará solo siete meses de vida. Anonadada, intenta volver a la rutina que le tocó en suerte, con dos hijos y un marido ( Alberto Ajaka ) cuyo máximo logro es ser campeón en el Galaga. Pero en su interior, Verónica sabe que siempre estuvo enamorada de Tomás ( Mike Amigorena ), su vecino y el mejor amigo de su esposo. Sabiendo que su tiempo de vida se agota, ella le blanquea a su vecino los sentimientos que la atraviesan y lo besa por primera vez, pero a los pocos minutos, aparece en su casa el médico para decirle que el diagnóstico no fue más que un error del laboratorio. Y a partir de ahí, es un repartir y dar de nuevo. Tomás se replantea su vida y a pesar de estar casado con Natalia ( Florencia Peña ), comienza a insistirle a su vecina con que ese beso debe (y merece) ser el comienzo de un romance que injustificadamente quedó trunco en el pasado.
De esta forma, el primer capítulo se centró en quienes serán los protagonistas absolutos de la ficción: Verónica y Tomás, y cómo esa historia de amor avanzará a pesar de contar cada uno con una familia armada. Y acá es donde se presenta un recurso poco habitual no solo en una novela, sino en cualquier ficción, y es que ambos rompen la cuarta pared y le hablan al espectador. Como John Cusack en Alta fidelidad, Verónica y Tomás tienen la posibilidad de congelar la acción que los envuelve para dirigirse a nosotros, sus televidentes, y contarnos el transcurrir de sus vidas y cuáles fueron los errores de su pasado. Es un recurso arriesgado que mal utilizado amenaza con destruir el pacto de construir una ficción creíble, pero que en buenas manos, puede ser una fuente inagotable de chistes.
2. La química entre Krum y Amigorena
Gracias al mencionado recurso de romper la cuarta pared, el primer episodio pudo mostrar en detalle cómo fue la vida de sus dos protagonistas, y qué los motiva a intentar reflotar ese viejo flechazo que tuvieron en la juventud. A Verónica bien puede resumirla una frase que dice promediando la mitad del episodio: “No me quiero morir sin saber lo que se siente hacer lo que uno quiere”, una oración amarga que demuestra que a lo largo de toda su vida ella jamás pudo tomar ninguna decisión. Y algo similar es la historia de Tomás, cuyo padre (Mario Pasik) siempre le dirigió la vida, pero que ahora en su adultez (e impulsado por esa bocanada de libertad que le significó ese beso inesperado) decide también buscar esa felicidad que aún le resulta esquiva.
Así es como la pareja protagónica muestra un pasado de muchas similitudes, en el que ninguno pudo vivir según quería, debiendo siempre respetar imposiciones ajenas. A pesar de la diferencia en el registro de ambos actores (Krum mucho más contenida, Amigorena siempre coqueteando con la improvisación), la química funciona. Resulta interesante, después de tantos años, ver a la actriz formando parte de una comedia y sin su galán más constante (Pablo Echarri), mientras que Amigorena demuestra una vez más su habilidad para jugar sin culpa con el estereotipo del porteño clase alta y su pequeño universo de conflictos que lo angustian. Y si bien estos personajes resultan atractivos y con gancho, son sus respectivas parejas las que no terminan, al menos de momento, de llenar las expectativas.
3. Un modelo que debe procurar no repetirse
Es una constante que para conseguir el favor del público, el enamorado y la enamorada deben estar atrapados en una pareja sin futuro, y esto se cumple a rajatabla en Quiero vivir a tu lado. El marido de Verónica es Alfred, una especie de niño adulto totalmente irresponsable e incapaz de asumir obligaciones. Por el lado de Tomás, se encuentra su esposa Natalia, una mujer frívola y adicta al juego. Estos personajes si bien se muestran simpáticos para el público, no dejan de ser el obstáculo a vencer en la historia de amor central. Obviamente, ninguno de ellos tiene -al menos de momento - la maldad pura que poseía, por ejemplo, la Laura de Viviana Saccone en Los ricos no piden permiso porque ellos representan otra variante, y ahí es donde estos personajes secundarios podrían pecar de ser modelos repetidos. El de Ajaka es un marido que remite mucho a Jorge (Manuel Callau), el esposo de Roxi en Gasoleros. Ese tipo de personaje que se caracteriza por ser de buen corazón, pero inútil a fines prácticos y muchas veces concentrados en sus propios objetivos [el de Jorge era triunfar en el mundo literario; el de Ajaka pareciera ser mantenerse campeón en el Galaga] más que en cuidar a sus parejas. En este sentido, dependerá de la creatividad de los guionistas despegar a Alfred de un personaje que ya vimos años atrás. Por el lado de Natalia, la cosa no es muy distinta. Su temperamento volátil podría no tardar en ubicarla en la casilla de la villana clásica y predecible. Además, el riesgo que corre Peña es el de terminar cayendo en el histrionismo absurdo de su Moni Argento, un papel que muy a su pesar, todavía parece perseguirla. Por el momento, el desafío está no tanto en la pareja central sino en darle vuelo a estos dos personajes, que lucieron con cierto aire a repetición.
Al igual que muchas tiras de Pol-Ka, Quiero vivir a tu lado corre con una ventaja [o desventaja depende desde dónde se lo mire]: la de poder dar un volantazo en caso de que el rating no acompañe. Varias ficciones de esa productora no dudaron en virar la trama hacia otros rumbos cuando los números no fueron los deseados. Sucedió hace algunos años con Mis amigos de siempre, y algo más cercano en el tiempo con Los ricos no piden permiso cuando se dedujo que la pareja central debía ser la de Araceli González y Juan Darthés sacando de la ecuación a Luciano Castro. Teniendo en cuenta que Amar después de amar es una ficción que ya está grabada,Quiero vivir... tiene margen de ir modificando la historia en caso que su competencia comience a sacarle ventaja. Pero eso podría significar traicionar el espíritu de esta comedia romántica. El reto es entonces expandir el universo de estas dos familias, sacarle provecho al desfile de personajes y no abandonar recursos tan ilimitados como el de hablarle a cámara. Y mientras más cerca de su premisa original se mantenga en las próximas semanas, más cerca estará de haber logrado su cometido.
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