Argentina, tierra de amor y venganza: la tira que asume el riesgo de hablar de temas incómodos y necesarios
Bajo el formato tradicional de una telenovela, esta ficción presenta una historia ambientada en la primavera alfonsinista atravesada por la búsqueda de los desaparecidos, la lucha de la comunidad LGBTQ y los estragos del HIV
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A su estreno en abril, la segunda temporada de Argentina, tierra de amor y venganza (ATAV 2) era una de las apuestas fuertes de eltrece. Implicó también la vuelta a la ficción de una productora como Polka, la fábrica de ficción audiovisual de Adrián Suar, que bien conoce del mundo de series y telenovelas. Escrita por Lily Ann Martin y Claudio Lacelli, las diversas capas narrativas que viene desplegando esta historia ambientada en la época de la primavera alfonsinista abarcan el regreso de los exiliados como la búsqueda, por de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, de sus hijos y nietos nacidos en cautiverio en medio de un clima expansivo, convulsionado, rockero, hiperinflacionario y de permanentes pujas sociales y políticas de ese momento verdaderamente bisagra en estos 40 años de democracia.
En la telenovela hay otra línea en esta historia coral que hace eje en las reivindicaciones del colectivo LGBTQ en su lucha contra la represión, las entonces conocidas como razzias en boliches, los prejuicios establecidos en la sociedad y los edictos policiales heredados de la dictadura. Y todo eso, dato no menor, convive con la aparición de la llamada “peste rosa”, el VIH, que no solamente dejó numerosas víctimas mortales sino que sirvió para estigmatizar aún más a los miembros del colectivo. De todas esas capas que dan cuenta de ese período clave en la historia reciente se hace cargo esta telenovela en su permanente intención de dar testimonio de época en medio de las típicas historias amorosas cruzadas que nutren a este tipo de propuestas televisivas.
Hay momentos sumamente logrados que sintetizan este mapa de zozobras permanentes. En el capítulo del miércoles, el personaje de Gloria Carrá, Sara, tiene un charla con su hijo, Segundo. Sara está casada con el director del hospital de pasado siniestro que rechaza atender a pacientes con VIH. Tienen tres hijos: una mujer y dos varones. Uno de ellos se llama Segundo (Tato Quattordio), que es médico en la clínica de su padre y que tiene un amigo de la infancia que volvió del exilio por el cual siente una atracción, un deseo que no sabe cómo vivir ni cómo convivir con él. El otro hijo murió durante la Guerra de las Malvinas. Sara es una señora bien, una madre tan adorable como detestable que es brillantemente interpretada por Carrá (la actriz no para de descubrirle matices a su personaje). Se la pasa dándole duro al whisky y a los antidepresivos para sostener la fachada de esposa fiel, feliz, modélica, de sonrisa permanente. En estado de indudable perturbación, se junta con su hijo porque sospecha que es homosexual (en verdad, ella ni puede decir ese término, apenas se anima a susurrarlo). “Ya no puedo hacer oídos sordos a lo que dicen…”, confiesa, admitiendo que, como leyó por ahí, quizás la “culpa” de todo esa “desviación” tenga que ver con haber sido una madre protectora. Entre afirmaciones y silencios de su hijo, en su imaginario llega a la conclusión que su hijo es gay. “Un hijo puto y un hijo muerto, una desgracia detrás de otra”, suelta esta señora sin filtro en una escena dramática atravesada por una fina ironía permanente que es uno de los tantos hallazgos de la serie.
Sin embargo, el rating de Argentina, tierra de amor y venganza, que en las últimas semanas parece haberse estabilizado en unos seis puntos, está por debajo de las expectativas del canal. Inevitablemente, el dato enciende una alarma preocupante para las otras, pocas, ficciones nacionales que están en tratativas. Es cierto que al frío número de Ibope habría que sumarle las visualizaciones que acumula en la página de eltrece en YouTube, en donde también está disponible ATAV 2, pero tampoco allí la cosa cambia radicalmente.
La segunda temporada de esta trama, cuyos personajes tienden lazos con la primera parte, podrá tener algunos desajustes en su guión, un elenco con menor cantidad de figuras convocantes en comparación a la primera que transcurría en la década del ‘20, un nivel actoral un tanto desparejo y demás posibles objeciones en medio de una producción sumamente cuidada en lo que refiere a la ambientación de época. ¿Será que la búsqueda por la verdad, memoria y justicia que encara el personaje de Luisa (a cargo de Virginia Lago) como su nieto Antonio (a cargo del español Toni Gelabert) generen cierta distancia en estos momentos sociales un tanto sensibles producto de las elecciones de este año? O, tal vez, pensar que luego del coronavirus el espectador no desee volver a toparse con escenarios de hospitales, dolor, muertes, vacunas y una plaga desconocida como fueron aquellos primeros tiempos de VIH.
Más allá de las diferentes hipótesis de por qué no logra atraer una mayor cantidad de televidentes, Argentina, tierra de amor y venganza (la única ficción de la televisión abierta) tiene la valentía y convicción de indagar en problemáticas todavía abiertas llevándolas al plano de una telenovela tradicional de emisión diaria en una pantalla como eltrece, canal acostumbrado a pelear por el liderazgo aunque, en estos tiempos, en las cocinas de otro canal se estén elaborando los platos más requeridos por los comensales televisivos.
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