Amor, odio y villanos: las ficciones que dejaron su marca en estos 70 años de la TV argentina
En estas siete décadas hubo muchas telenovelas, series y unitarios que innovaron por su trama, su forma de contar con imágenes, la creatividad de sus directores y el talento de sus actores
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Los primeros años de la televisión fueron en vivo y estuvieron poblados de noticias, musicales y programas de cocina. La ficción llegó unos años después y brilló de la mano de actores, autores y directores hasta que explotó a finales de los 80 y los 90, con ciclos que muchas veces superaban los 60 puntos de rating, número envidiado por quienes hoy están en la pantalla chica. La primera telenovela tal y como la conocemos apareció en 1956, en “el viejo” Canal 7: Teleteatro a la hora del té, con María Aurelia Bisutti y Fernando Heredia. Por entonces, los productores entendieron que había un público femenino que no solamente miraba las recetas de Doña Petrona C. de Gandulfo y al que había que ofrecerle algo más. Enseguida florecieron las comedias familiares, como por ejemplo M ama a M, en 1958, protagonizada por Mirtha Legrand y Mariano Mores; eran ciclos de media hora, contados con humor y en distintas escenografías. Dos años después, Carola y Carolina eran dos detectives encarnadas por Mirtha y Silvia Legrand, acompañadas por Osvaldo Terranova y Tincho Zabala.
Las historias que se contaron en estas primeras siete décadas de TV en nuestro país se cuentan por centenares, pero solamente algunas quedaron plasmadas en la memoria colectiva de los argentinos, dejando su impronta y cambiando la manera de hacer la televisión.
Hay algo que los artistas lamentan desde hace décadas y es que muchos programas que aquí se mencionan se perdieron para siempre. Solo quedan en la memoria del público y sus hacedores, y esto es apenas algunos destellos ¿El motivo? En el inicio de la pantalla chica todo se hacía en vivo, hasta las ficciones, por lo cual eran comunes los equívocos e improvisaciones; y los profesionales (operadores, escenógrafos, camarógrafos, maquilladores, iluminadores, directores) venían del teatro, el cine y la radio, y estaban aprendiendo este nuevo espacio. Más tarde, muchos programas se perdieron porque en las primeras décadas los videotapes se reciclaban, y en lugar de archivarlos para la posteridad volvían a utilizarse para grabar otros ciclos. El archivo sistemático y organizado de TV comenzó recién en 1993 pero antes de ese año, en la mayoría de los casos, las cintas se borraron, se quemaron, llegaron al fin de su vida útil, se tiraron o, simplemente, se perdieron. A continuación recordamos algunas de ellas.
El amor tiene cara de mujer fue quizá la primera telenovela de gran éxito. La historia de Nené Cascallar estaba protagonizada por Delfy de Ortega, Angélica López Gamio, Iris Láinez y Bárbara Mujica, y ambientada en un centro de belleza donde trabajaban estas mujeres de distintas edades y estratos sociales. Se estrenó en Canal 13 en 1964 y duró siete temporadas. Dos años después, Cascallar escribió la contracara de esa trama: Cuatro hombres para Eva, con Jorge Barreiro, José María Langlais, Rodolfo Bebán, Eduardo Rudy y María Aurelia Bisutti, quienes intentaban enamorar a una misma mujer. Otra recordada historia de amor es la de Simplemente María, emitida por Canal 9 en 1967 y protagonizada por Irma Roy. Los libros eran de Celia Alcántara y narraban la vida de una muchacha provinciana recién llegada a Buenos Aires que se empleaba como doméstica y queda embarazada producto de una relación con el hijo de los dueños de casa. La novela como género atrapa porque sus historias de amor son imposibles, románticas y entre personas de diferentes clases sociales.
Lo primero es la familia
La familia Falcón fue de las primeras ficciones en tener gran popularidad; contaba con un elenco coral y muchas historias entrelazadas. Creada por Hugo Moser, se emitió por Canal 13 entre 1962 y 1969. Mostraba el retrato costumbrista del estereotipo de una familia argentina de clase media. El apellido de la familia fue elegido por el auto último modelo que por entonces lanzó Ford (empresa patrocinadora del ciclo), el Falcon. El elenco estaba integrado por Pedro Quartucci, Elina Colomer, Roberto Escalada, Emilio Comte, Silvia Merlino, Alberto Fernández de Rosa, Virginia Lago. Los Campanelli y La familia Benvenutto (1991-1995) fueron sus sucesores en la pantalla, también con mucho éxito.
“No hay nada más lindo que la familia unida...”. Los Campanelli fue otra familia famosa de nuestra televisión que revolucionó la pantalla. Creada y dirigida por Héctor Maselli sobre idea y libros de Juan Carlos Mesa, Jorge Basurto y Oscar Viale, se emitió los domingos al mediodía entre 1969 y 1974, en Canal 13 los dos primeros años y los siguientes, en el 11. Contaba las peripecias de una familia de descendencia italiana que todos los domingos se juntaba a comer ravioles amasados por la mamma, mientras transcurrían las alegrías y las tristezas de hijos, tíos, yernos, nueras, nietos y hasta vecinos. Estaba protagonizada por Adolfo Linvel, Menchu Quesada, Claudio García Satur, Santiago Bal, Alberto Anchart, María Cristina Laurenz, Edda Díaz, Carlos Scazziotta, Tino Pascali, Tito Mendoza, Arturo Puig, y un gran elenco. Los Campanelli eran por entonces una familia ideal, con rivalidades, enojos y diferencias pero siempre unidos. En el final, invariablemente, se reunían en una larga mesa y las discusiones parecían no tener fin hasta que el patriarca Don Carmelo se paraba y gritaba: ‘¡Basta… No quiero oír ni el volido de una mosca!’. Y todo terminaba en paz.
Cosa juzgada fue un hito de nuestra televisión en términos narrativos y estéticos. Con este unitario, David Stivel se convirtió en el director más prestigioso de la época. Se emitió por Canal 11, entre 1969 y 1971. Sus protagonistas conformaban el grupo conocido como “Gente de teatro” o directamente el “clan Stivel”: Norma Aleandro, Marilina Ross, Carlos Carella, Emilio Alfaro, Bárbara Mujica, Juan Carlos Gené y Federico Luppi. El programa, de fuerte contenido social, recreaba casos policiales reales con investigaciones de la escritora Martha Mercader. Los libretos, de Juan Carlos Gené, se conservan en su mayoría; los tapes fueron quemados durante la dictadura militar.
Las historias más románticas
Con la mágica pluma de Alberto Migré, uno de los autores más prolíferos y exitosos de nuestra televisión, las novelas ganaron el prime time con historias que conquistaban el corazón de todos, entre ellas Rolando Rivas, taxista; Piel naranja, Pobre diabla, Dos a quererse y tantas más.
Rolando Rivas taxista fue uno de los grandes hitos de la historia de la televisión, y marcó un antes y un después en el género. La historia de amor del taxista y la adinerada Mónica Helguera Paz, protagonizada por Claudio García Satur y Soledad Silveyra, se vio por Canal 13, en 1972. En 1973 Nora Cárpena acompañó a Satur porque Solita se comprometió con otra novela y otro galán para otro éxito (Pobre diabla, con Arnaldo André). Rolando Rivas tuvo varios atractivos, entre ellos recuperar el habla popular en la ficción televisiva. Fue de las primeras novelas que se rodaron en exteriores, y las calles de Buenos Aires fueron escenografías inconfundibles y reconocibles. El elenco se completaba con Beba Bidart, Guillermo Rico, María Elena Sagrera, Elsa Piuselli, Antuco Telesca, Mabel Landó, Marta González, Pablo Codevilla y Dorys del Valle. Otra de las novedades era que en cada capítulo, y por iniciativa de Migré, participaba alguna figura artística y así pasaron por la historia Eduardo Falú, Atahualpa Yupanqui, Nélida Lobato y Susana Rinaldi. En 1980, Un mundo de veinte asientos, con Claudio Levrino y Gabriela Gilli, se inspiró en Rolando Rivas pero el protagonista manejaba un colectivo de la línea 60.
Piel naranja fue la primera telenovela que tuvo un final trágico en la TV argentina, con la muerte de sus tres protagonistas: Marilina Ross, Arnaldo André y Raúl Rossi, rompiendo así el desenlace habitual del género. La trama relataba la historia de un matrimonio por conveniencia y la aparición de un joven paraguayo que enamoraba a la heroína. “Todavía muchos se acuerdan de ‘rojaijú’, el ‘te quiero’ que nos decíamos con Marilina. La idea de que yo gritara ‘rojaijú’ fue de Migré, que se compró un diccionario español-guaraní y terminó hablando mucho mejor que yo”, recordó Arnaldo André a LA NACION. “Tuvo un final trágico. No sé si existe otra telenovela del mundo que haya terminado así de mal, porque en ese género siempre se espera el final feliz con casamiento. Aquí no hubo boda sino sangre. Hasta el día de hoy me recuerdan ese final y me preguntan por qué fue tan desdichado”, apunta André, quien reconoce que él le sugirió a Migré la idea de un epílogo que fuera contra lo esperado: “Al principio la idea no le gustó mucho, pero le expliqué que yo pensaba que había que dar vuelta la telenovela y correrse de los lugares comunes. Después de todo, ¿por qué en las novelas tiene que haber un final feliz, si son los finales no felices los que más se recuerdan”, reflexionó. Y así fue.
El director y productor Nicolás Del Boca fue uno de los pioneros de nuestra televisión. Sus novelas no solo fueron un éxito en Argentina, sino también en el mundo entero, y muchas de ellas estuvieron protagonizadas por Andrea Del Boca, acompañada por diferentes galanes como Gustavo Bermúdez (Celeste, Celeste siempre Celeste y Antonella); Gabriel Corrado (Perla negra y Zíngara); Silvestre (Los cien días de Ana). Siempre dirigida por su papá e interpretando a heroínas fuertes, las novelas de Andrea marcaron una época considerada de oro en ese género.
Tiempo de unitarios
Otra figura importante en la historia de nuestra televisión fue Alejandro Doria. Su primer éxito como director fue la telenovela Nuestra galleguita, en 1969 y en la pantalla de Canal 9. Protagonizada por Norberto Suárez y Laura Bove y con libros de Abel Santa Cruz, contaba la historia de Carmiña, una simpática galleguita que trabajaba como mucama en la casa de una familia de clase alta y claro, se enamoraba del hijo de los patrones. Después Doria tuvo una fuerte presencia en la pantalla chica con ciclos tan exitosos como prestigiosos, entre ellos Alta comedia, Situación límite, Atreverse, Los especiales de Doria. Todos eran unitarios con historias atrapantes y elencos exquisitos, que brillaron en las décadas del 80 y 90.
Diana Álvarez fue también una directora que marcó la diferencia. Su currículum es abultado y entre algunos de los programas a los que les dio vida están El Rafa en 1980, el ciclo de unitarios Nosotros y los miedos en 1982, Estrellita mía, la novela con Andrea del Boca y Ricardo Darín, en 1987 y La extraña dama, con Luisa Kuliok y Jorge Martínez, dos años después.
Rosa de lejos es considerada la primera novela con perspectiva feminista de la TV local. A lo largo de 264 capítulos, la directora y productora María Herminia Avellaneda convertía a una víctima en una heroína: a lo largo de los 30 años que transcurren en la ficción, la autora Celia Alcántara muestra cómo una mujer humilde y analfabeta se convierte en una mujer empoderada y admirada por todos. No es una historia romántica sino más bien es un relato de superación. Además, fue la primera telenovela que se emitió en colores en la Argentina. De hecho, el viejo Canal 7 –que por entonces se llamaba ATC (Argentina Televisora Color)-, empezó a transmitirla en blanco y negro, en marzo de 1980, y en mayo ya se podía ver a colores, tecnología implementada originalmente en 1978 para las transmisiones al exterior del Mundial de fútbol. Rosa de lejos llegó a tener 60 puntos de rating y su protagonista, Leonor Benedetto, la recuerda así para LA NACION: “Rosa... de lejos es un descubrimiento para mí. Todo este tiempo creí que había sido una novela muy exitosa y muchas gracias, pero ahora me doy cuenta que ayudó a abrir la conciencia de mucha gente. Confieso que hubo momentos en que llegó a ser una especie de fastidio porque mi estupidez no veía qué significaba Rosa. Sin embargo siempre algo me la traía, para que no me olvidara de ella. Llevo 40 años preguntándome si el amor que me demuestra la gente es hacia mí o hacia ella. Una vez una mujer me dijo que Rosa no hubiera sido lo que fue si la hubiese hecho otra actriz. Y me gustó eso. Rosa es un símbolo”.
Nosotros y los miedos fue un ciclo que mostraba la realidad de nuestro país en medio de la última dictadura militar, y sobrevivió a varios intentos de censura. Se estrenó en Canal 9 y la calidad actoral, de sus libros y de su realización hizo que rápidamente fuera uno de los programas más vistos del año. Tenía un elenco rotativo integrado por Miguel Ángel Solá, Ricardo Darín, Rodolfo Ranni, Olga Zubarry, Ana María Picchio, Víctor Laplace, Graciela Dufau, Aldo Barbero, Jean Pierre Noher, Mercedes Morán y Cristina Murta, entre otros. “Censuraban los libros, pero no había un comité de censura posterior. Entonces Diana [Álvarez], con mucho tacto, nos decía que si queríamos agregar algo, que lo hiciéramos. Era una directora de televisión de las grandes, de la escuela de David Stivel, Alejandro Doria, María Herminia Avellaneda, Jorge Palaz. Lo único que hacia después era editar desesperadamente porque había que entregar un capítulo completo por semana. Cuando empezaron a llegar las protestas porque tocábamos temas que estaban prohibidos por los censores militares, ya era tarde y el programa estaba instalado en la gente, y gustaba mucho”, le contó Miguel Ángel Sola a LA NACION. También Ricardo Darín guarda recuerdos de ese tiempo: “El programa fue una explosión desde su primera hasta su última emisión. Teníamos una forma de trabajo formidable porque si bien es cierto que Diana comandaba el equipo, todos teníamos opinión y participación. Sucedió algo que me hermanó para siempre con Diana porque ella peleó para que yo estuviera ahí. En ese entonces yo estaba anclado en el rubro telenovela o comedia facilonga, y cuando se armó el elenco integrado por gente que admiraba y admiro, ella propuso mi nombre y encontró mucha resistencia, precisamente por eso. Era plena época de ‘los galancitos’ y acá, si sacás la cabeza de la bolsa y haces un poco de ruido, automáticamente intentamos destruirlo. Fue lo que pasó con los galancitos, los epítetos eran cada vez más peyorativos. Todo eso hizo que Diana encontrara mucha resistencia cuando propuso mi nombre. Pero se puso muy firme, habló con elenco, les planteó que iba a defender mi posición y ganó. Y para mí fue un salto cualitativo. A pesar de que me iba bien, tenía trabajo y era convocado, fue la primera vez que sentí respeto por parte de los colegas”, revela.
En la década del 80 florecieron las ficciones para chicos. Pelito no solamente fue un semillero de actores sino que fue pionero en tiras dedicadas exclusivamente al público adolescente e infantil. Tuvo cuatro temporadas en el aire Canal 13, entre 1983 y 1986, y contaba las aventuras y desventuras de un grupo de amigos del barrio. De allí salieron Adrián Suar, Guido Kaczka, Julián Weich, Gustavo Bermúdez, Pepe Monje. Fue la predecesora de Clave de sol (1988-1991) y del fenómeno Chiquititas, que se estrenó en 1995, en Telefe, y estuvo al aire hasta 2001, con algunos cambios en el elenco pero siempre con la impronta de Cris Morena, que también hizo muchos otros programas exitosos dirigidos a los más jóvenes, entre ellos Rebelde Way, Floricienta, Rincón de luz. Sin embargo, la ficción infantil pionera fue Jacinta Pichimahuida. Escrita por Abel Santa Cruz, transcurría en el aula de una escuela de barrio y estaba dedicada al público infantil y su éxito fue tan grande que tuvo varias versiones: Evangelina Salazar fue la primera maestra en 1966, Silvia Mores la interpretó en 1968, luego María de los Ángeles Medrano en 1974 y en 1982 Cristina Lemercier fue Señorita maestra.
Los gloriosos años 90 y la explosión del rating
En los años 90 explotó el rating para las ficciones. La audiencia llegó a números pocas veces imaginados con comedias como Grande Pa, Amigos son los amigos, Mi cuñado, Buscavidas, La banda del Golden Rocket, Son de Diez y unitarios de la talla de Zona de riesgo y El precio del poder. Grande Pa se estrenó en enero de 1991 y estuvo al aire durante cuatro años, con un éxito arrasador. Alguna vez Arturo Puig reveló que tenía sus dudas sobre aceptar la propuesta de Gustavo Yankelevich, nieto del pionero del medio en la Argentina y por entonces pope de Telefe: “tenía un poco de miedo a la comedia. Venía de hacer Atreverse, de Alejandro Doria, un ciclo que era el sueño de cualquier actor, con personajes rotativos. Por eso tenía dudas a la hora de firmar el contrato. Pero fue mágico”. También lo fue para sus chancles Nancy Anka, Julieta Fazzari y Gabriela Allegue, que interpretaban a las hijas de Puig en la ficción. El programa fue escrito por Patricia Maldonado, Gius, Gustavo Barrios y Ricardo Rodríguez, y contaba la historia de un viudo que criaba a sus hijas con la amorosa ayuda de la empleada doméstica (María Leal). Nancy Anka también aporta su punto de vista sobre el ciclo: “en ese momento no se hablaba de familia disfuncional, y fuimos pioneros en ese concepto de familia no tradicional”.
Esos años fueron de mucho brillo para la ficción. Las novelas se hacían de a decenas en los diferentes canales y productoras. Entre las más recordadas están Más allá del horizonte, Por siempre mujercitas, Ricos y famosos, Gasoleros, Verano del 98, Campeones de la vida, Muñeca brava, Montaña rusa. Gasoleros también marcó un quiebre en las telenovelas argentinas porque con libros de Gustavo Barrios y Ernesto Korovsky y de la mano de la productora Pol-ka comandada por Adrián Suar, la historia de Roxi (Mercedes Morán) y Panigassi (Juan Leyrado) dio lugar a la comedia costumbrista. Con Poliladron, RRDT, Verdad consecuencia y Carola Cassini, todos unitarios semanales, Pol-ka ya había mostrado que llegó para quedarse y que podía hacer televisión de una forma diferente. Gasoleros se estrenó en 1998 y tuvo dos años de éxito en los que se contó la historia de amor de una taxista y un excolectivero devenido en mecánico. “Me encontré a tomar un café con Adrián, con el que nunca había laburado pero me parecía muy talentoso en el armado de proyectos, y me dijo: ‘Mirá, Juan, yo te propongo para el verano hacer esto’. Era solo por ese momento, para probar. En ese momento no me imaginaba ni el éxito, ni a mí mismo formando parte de un suceso tan grande. Era un trabajo en algo que me estaba contando, y que me gustaba mucho. Pero yo no era ni soy un galán de televisión. O si querés un ‘galán maduro’, aún cuando en esa época no era maduro, ni por afuera ni por adentro”, le contó Leyrado a LA NACION. También Morán dio su parecer: “En esa época el prototipo de belleza de las protagonistas de una novela era bastante diferente. Eso, más los miedos y las inseguridades, hicieron que una vez comenzadas las grabaciones le insistiera a Adrián con la idea de que yo no era la actriz que necesitaba. Él se reía, y desde su lugar de productor experimentado me daba confianza no tomando muy en cuenta mis advertencias. El tiempo le dio la razón”.
Así como los 90 fueron productivos para las telenovelas, los 2000 lo fueron para los unitarios y las comedias y florecieron Vulnerables, Okupas, Tiempo final, Culpables, Los simuladores, Disputas, Mujeres asesinas, El puntero, Historia de un clan, Un gallo para Esculapio, y La niñera, Casados con hijos, Sin código, Mosca y Smith, Hermanos y detectives. Claro que las novelas no se quedaron atrás con Son amores, Resistiré, El sodero de mi vida, Padre Coraje, Costumbres argentinas, Los Roldán, Montecristo, Lalola, Los exitosos Pells, Valientes, Rebelde way, Floricienta, Casi Ángeles, Dulce amor, Graduados, Educando a Nina, Amar después de amar, Cien días para enamorarse, Argentina tierra de amor y venganza.
Considerada por muchos como la mejor serie argentina, Los simuladores le dio jerarquía a nuestra ficción. Creación de Damián Szifron, autor y director, su trama revelaba la vida de cuatro socios que, gracias a sofisticados simulacros, resolvían problemas de gente que les pedía ayuda. Se emitió en Telefe entre 2002 y el 2003 y todavía se coquetea con un posible regreso de los entrañables Santos (Federico D’Elia), Lampone (Alejandro Fiore), Ravenna (Diego Peretti) y Medina (Martín Seefeld).
Otra serie que dejó su impronta fue Okupas, que se estrenó a fines de 2000 y en sus 11 capítulos creados por Bruno Stagnaro, mostró otra forma de hacer televisión y otra manera de narrar. Producida por Ideas del Sur y emitida en Canal 7, era un relato urbano de un grupo de amigos de un sector social marginal que ocupan una casa deshabitada. Protagonizada por Rodrigo de la Serna, Diego Alonso, Ariel Staltari y Franco Tirri, fue la predecesora a Tumberos y El marginal, que también tuvieron éxito y buenas críticas.
Nuestra televisión fue muy prolífera, con actores y actrices de calidad pero también con autores, directores, escenógrafos e iluminadores que le dieron un toque sin igual, que permitieron que se vendieran a todo el mundo.
De Argentina al mundo
La venta de nuestras ficciones al mundo merece un capítulo aparte. Silvana D’Angelo, CEO de Glowstar Media, asegura: “hace 25 años las producciones de televisión se hacían para el mercado local, no solo en Argentina sino en todo el mundo, excepto en los Estados Unidos. Las producciones se amortizaban con los anunciantes, y no se producía con miras al mercado internacional”. Sin embargo, a mediados los años 90, todo cambió: “Empezamos a vender telenovelas a otros países de Latinoamérica y, más a fines de esa década, al mercado europeo y asiático. Las producciones latinas comenzaron a encajar especialmente en los países de Europa del Este, que se hicieron muy demandantes de nuestros contenidos”. En ese momento D’ Angelo formaba parte de Telefe Internacional, una de las empresas que más vendió telenovelas en el mundo: “empezamos a ver la gran posibilidad que había en esos mercados emergentes y que en aquel entonces no tenían producción propia. Así llegamos a tener tres y cuatro slots de telenovelas por territorio, y Argentina abrió sin duda las puertas para los contenidos de otros territorios en Latinoamérica. En lo que se refiere a enlatados, tuve la fortuna de poder distribuir en aquel entonces los programas que se convirtieron en íconos de la era de oro de exportación de contenidos argentinos en el mundo liderado, sin dudarlo, por Muñeca brava, vendida a más de 80 países. También tuvieron mucho éxito en esos territorios telenovelas como Perla Negra, Celeste siempre Celeste, Yago pasión Morena, Luna salvaje, y las series infanto-juveniles de Cris Morena fueron furor tanto Chiquititas como Rebelde Way, Floricienta y Casi Ángeles. No solo las telenovelas se vendían en aquella época sino muchas comedias, especialmente en Latinoamérica. Casos de numerosas ventas y repeticiones fueron Grande Pa, Pone a Francella, Naranja y media, Mi cuñado”.
A partir de 2000 hubo otros cambios en la venta de ficciones en mercados internacionales. “Más adelante comenzó la era de la venta de formatos. Por ejemplo, Los Roldán que tuvo versiones como Los Reyes, en Colombia; Los Gómez, en Perú; Los Sánchez, en México; y las numerosas versiones que se realizaron de Floricienta, entre ellas Floribella en Brasil y Portugal. Rebelde Way fue furor internacional no solo con la venta de su lata sino con la versión Rebelde producida en México por Televisa que, siendo uno de los productores más fuertes de ficciones latinas, comenzaron a adquirir numerosos formatos argentinos, y lo mismo sucedió con TV Azteca. Fue el momento de esplendor del producto audiovisual argentino en el mundo, donde llegamos a ser el cuarto exportador a nivel global. Tuve la suerte de vivir ese momento que jamás fue igualado hasta hoy. Tampoco podemos pensar en que ese modelo pueda repetirse, ya que el mundo audiovisual ha dado un vuelco de 180 grados a partir del surgimientos de las plataformas audiovisuales que crearon un nuevo paradigma en el mercado a partir del cual se desarrollaron nuevas estrategias y se abrieron oportunidades para los creadores argentinos a través, ya no de la venta de la lata ni del formato, sino de la licencia de contenidos originales”, cierra D’Angelo.
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