Amazon: la esencia musical de James Bond se vislumbra en medio de un desordenado documental
Aunque es una producción con altibajos sirve para entender por qué las partituras musicales fueron decisivas desde el principio en la configuración del universo del agente 007
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El sonido de 007 (The Sound of 007, Estados Unidos/2022). Director: Mat Whitecross. Editor: Paul Monaghan. Música: Rael Jones. Disponible en Amazon Prime Video. Nuestra opinión: buena.
Detrás de la inevitable expectativa por saber quién será el próximo James Bond, tarea que ocupará a los responsables de esa marca al menos hasta 2024, el festejo de los 60 años del estreno mundial de la primera película del agente secreto más famoso del mundo tuvo otro protagonista: la música.
Junto con los autos, las mujeres, los increíbles villanos, los tragos (el vodka Martini “agitado y no revuelto”), los viajes exóticos y las aventuras llenas de inverosímiles peligros, las partituras musicales fueron decisivas desde el principio en la configuración del universo Bond. El concierto celebrado el martes 4 de octubre, la víspera del aniversario del lanzamiento en Londres de El satánico Dr. No, rubricó ese protagonismo.
Lo mismo ocurre con la llegada al catálogo de Amazon Prime Video, en ese mismo 5 de octubre tan celebratorio, del largometraje documental El sonido de 007 (The Sound of 007). Es tan decisivo el lugar que ocupan en cada nueva película de Bond que la elección del intérprete, el perfil del tema central y sus conexiones con el resto de la música incidental se someten a un cuidadoso plan que incluye largas conversaciones, estrictos procedimientos y tiempos de los que no hay que apartarse.
Algo de ese ritual puede vislumbrarse en el documental, que corre con la extraordinaria ventaja de tener un carácter oficial y autorizado. Sus productores ejecutivos son Barbara Broccoli y Michael G. Wilson, los dueños de EON, la productora que maneja y controla todo el presente y el destino de la marca Bond. Por lo tanto, está garantizado aquí el acceso a todo el material de archivo y los testimonios que podrían hacer posible el mejor relato de la historia de 007 a través de la música.
Lamentablemente, no todos los resultados están a la altura del extraordinario material disponible, que se vuelca a lo largo de 90 minutos de un modo bastante desordenado y, si se quiere, hasta caprichoso. El recorrido por las seis décadas de sonidos bondianos va y viene en el tiempo sin una brújula certera y más de una vez, cuando parece encaminarse hacia alguna dirección más o menos certera se frena abruptamente, de golpe, para iniciar otro capítulo bajo esas mismas y desconcertantes reglas.
El documental parece por momentos completamente perdido en su eje narrativo, sin saber muy bien hacia dónde ir. Ni siquiera aparece un guionista en los títulos de crédito. Queda en principio la sensación de que esta producción se armó con la idea de ponerle letra y música al capítulo más reciente del gran libro musical de 007 a lo largo del tiempo. Por eso vemos muy seguido las apariciones y los testimonios de Billie Eilish (autora e intérprete de la canción original de Sin tiempo para morir), de Hans Zimmer (compositor de la banda de sonido instrumental), junto a imágenes de las sesiones de grabación. Lo que aparece del resto de la historia (seis décadas completas, vale repetirlo) va y viene a los saltos, subordinado a la necesidad de afirmar el momento de mayor actualidad.
De todas maneras, es tan rico y abundante por sí mismo el acervo musical de James Bond que todo ese desfile, por momentos azaroso, de voces y sonidos mezclados con grandes momentos de película consigue acercarnos a la esencia. Y empezar a entender por qué la música es tan importante en las películas de 007. No solo por los elementos que se expresan a partir de ella (deber, sacrificio, sexo y muerte, según la definición expuesta en el documental por el crítico Jason Solomons), sino también porque en buena parte desde la música James Bond llegó para cambiarle la cara al cine británico y a iniciar una nueva era en las historias de acción, intriga y espionaje concebidas para la pantalla.
Todo en Bond es nuevo. También el sonido. Y es un mérito del documental reconocer de un modo muy elocuente y bastante detallado el aporte de John Barry, el gran músico británico fallecido en 2011 al que le debemos las partituras de 11 de las 25 películas de 007. “El sonido de Bond es indiscutiblemente el sonido de John Barry”, escribe Eddi Fiegel en la excelente biografía musical de Barry A Sixties Theme.
El documental cuenta cómo Barry, que ya tenía una fama bien ganada a principios de los años 60 como autor, compositor e intérprete (al frente de su propio y celebrado grupo The John Barry Seven), define en un primer momento desde los arreglos instrumentales del clásico tema de James Bond compuesto por Monty Norman el sonido definitivo de 007. Hay pop, jazz y rock que se irán sumando a partituras caracterizadas por el sonido elegante (y exquisito) de las cuerdas, una vibración muy especial (casi un tañido) de la guitarra y la presencia poderosa de una sección de bronces, que Barry adapta de uno de sus mayores influencias (la big band de Stan Kenton) y se convierte desde allí en señal de los peligros que enfrentará nuestro héroe.
El documental también nos ayuda a entender por qué en esta historia musical también triunfaron, entre otros, Shirley Bassey (la voz ideal del sonido Bond), Paul McCartney, Duran Duran (que entendieron como nadie la necesidad de actualizarla) y grandes herederos de Barry como David Arnold, Thomas Newman y el propio Zimmer. Y por qué Sam Smith, Jack White y Alicia Keys hicieron los peores temas de la historia de 007.
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