¿Aguante la ficción nacional? En arenas movedizas, ATAV 2 intenta reconquistar a los fanáticos de la novela original
Promediando los siete puntos en su segunda semana en el aire, eltrece intenta encontrar el horario ideal para mostrar a su gran apuesta lejos del influjo de MasterChef, pero el público parece más receptivo a ficciones extranjeras más tradicionales como la brasileña Pantanal
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El rating es volátil, no hay receta infalible ni secreto a voces. Pero si nadie sabe la fórmula del éxito, todos conocen las señales de alerta de un choque con la realidad que puede dejar como consecuencia un tendal de heridos.
El demorado estreno de Argentina, tierra de amor y venganza 2 por El Trece finalmente se materializó el lunes 10, con el gancho de “la vuelta de la ficción nacional a la televisión”. Era lógico si se tenía en cuenta que había sido el mismo eslogan de La 1-5/18 en 2021 y mal no le fue. Aquella, claro, tenía el plus de ser la primera novela pospandémica del canal.
ATAV 2 cerró su primera emisión con aceptables (hasta por ahí nomás) 10,7 puntos de rating. Enfrente, Telefe llevó las de ganar con los 12,8 puntos de MasterChef, apelando a la astucia de tener a Mauro Icardi como plato principal. Se podría decir que fue casi un empate técnico, pero se sabe que los números de inicio de un programa con el correr de los días, cuando pasa la novedad, lo más probable es que bajen. Y ATAV, que no tenía mucho para regalar, no fue la excepción.
Desde entonces, a la telenovela ambientada en los años 80 le cuesta mantenerse por arriba de los 10 puntos. Si bien los números generales tampoco son nada del otro mundo, la “barrera de los dos dígitos” es lo que marca el interés de la audiencia -o su falta- en el proyecto. Hasta Adrián Suar, alma pater del proyecto, reconoció: “Esperábamos más”. Por ahora, parece clavado en el rango de los 7 puntos (el jueves por la noche midió por debajo de esa cifra: 6 puntos). Muy poco para su alto nivel de superproducción y casting.
Aunque es demasiado pronto para dictar condena y sentencia, presentada la historia y los personajes, se pueden conjeturar algunos problemas relacionados al bajo rendimiento de la ficción. Para empezar: es ATAV pero no es ATAV. Hay un “algo” en el ambiente que la emparenta con su predecesora -más allá de aquellos personajes que se presentan como descendientes- pero le falta un rasgo de identidad más claro, como sí tenía la original. Tampoco se quiere inferir que había que contar lo mismo, pero la expectativa era grande, y se apoyaba en personajes que habían calado hondo en sus seguidores. Hacen falta unos cuantos capítulos más para ver si el nuevo elenco está a la altura, pero hasta ahora no sucedió. Por otro lado, la década del 30 era mucho más seductora por lejana que la de los años 80, vivida y vívida en la memoria de los potenciales televidentes. Una idea que en los papeles seguro sonaba muy bien, pero en pantalla todavía no se terminó de cristalizar.
Otro elemento, que ya no tiene que ver con las cualidades del producto, es la construcción de la audiencia. La crisis que afecta a la ficción local ha derribado la vieja costumbre de prender la tele y encontrar una historia en la cual cobijarse. Las “novelas turcas” (o brasileñas, ¿por qué no?) generan el mismo efecto pero partiendo de caminos diferentes. Mientras estas últimas apuestan por la cursilería de ribetes universales, las locales tienden a subrayar la identidad nacional, hasta el punto de volverse más localistas que costumbristas. El recorrido es más interesante, no hay duda, pero implica el compromiso de un espectador que perdió el hábito por falta de oferta. Volver a seducirlo es el desafío, que hoy parece una misión imposible.
En este mundo de inmediatez, impaciencia y un umbral muy bajo de tolerancia, en el que estamos todos inmersos, en El trece ya comenzaron a mover las fichas para recuperar el ansiado doble dígito. Lo primero es irle corriendo el horario. Del jamás cumplido 22.15 pasó a 22.30, y a partir de la semana que viene irá a las 22.45. La esperanza es que alejándose de MasterChef consiga ese empujoncito para volver a los números de su inicio. Con respecto de la historia, cambios no se pueden hacer porque ya están todos sus capítulos grabados. Sin embargo, aun siendo un producto “cerrado” no sería de extrañar que, de no revertirse la situación o incluso empeorar, tijeras virtuales reediten lo hecho, acortando el centenar de episodios pensado originalmente. No sería la primera vez que pasa en la televisión argentina, aunque para llegar a esa decisión tendrían que darse una sucesión de eventos desafortunados, que en este momento nadie espera ni quiere.
La ficción nacional agita los brazos y patalea en arenas movedizas, con frenesí estresante y desenlace incierto. Por ahora es una lucha de un solo canal, frente al resto que ni siquiera amaga con salir a competir en ese terreno sinuoso. De hecho se habla desde hace meses de una telenovela protagonizada por Natalia Oreiro para Telefe, su revancha en la señal luego de ese tremendo error que se llamó ¿Quién es la máscara? Pero en el canal por ahora están más preocupados por la nueva edición de Gran Hermano, cuyo casting se realizaría casi en paralelo con el presidencial, ambos con vistas a ser el tema de conversación de la mesa de los argentinos en el último tercio de este año.
El rating es volátil, no hay receta infalible ni secreto a voces, pero sí existe una preocupación palpable sobre el futuro de la ficción que, por ahora, no parece muy auspicioso que digamos.
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