A la espera de definiciones, la TV Pública sigue en el aire con inercia, cautela y alguna desprolijidad
Por la falta de resoluciones sobre el futuro de los medios oficiales, se mantiene la continuidad de la grilla armada por la gestión anterior
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La programación de la TV Pública se mantuvo casi inalterable en la primera semana de ejercicio del nuevo gobierno. Toda una paradoja para la administración encabezada por Javier Milei, que apenas 24 horas después de ganar el balotaje y consagrarse como presidente electo, había ratificado su expresa voluntad de privatizar la emisora, a la que llegó a definir como “un mecanismo de propaganda”.
¿Se habrá impuesto también en este caso un giro hacia el pragmatismo parecido al que se utilizó en algunas de las decisiones económicas más importantes resueltas en los últimos días? El largo silencio oficial sobre el destino de los medios públicos avalaría en principio esta hipótesis. La falta de definiciones coincide, mientras tanto, con algunos movimientos internos en el organigrama estatal. Radio Televisión Argentina (RTA), la empresa dueña de Canal 7 (junto a Radio Nacional, la agencia de noticias Télam y las señales audiovisuales Encuentro, Paka Paka y DeporTV) ahora se encuentra bajo la órbita de la Jefatura de Gabinete.
Como informó LA NACIÓN el martes pasado, RTA se encuentra actualmente acéfala tras las renuncias de sus máximas autoridades, designadas durante la gestión anterior. Pero al mismo tiempo, la grilla de programación está garantizada hasta el 31 de este mes, cuando concluya la vigencia de los contratos de quienes se encuentran actualmente frente a las cámaras.
Toda esa programación que viene de antes es la que se mantiene en el aire bajo la señal de la TV Pública. Y el impacto que tiene esa grilla en el televidente no cambió en absoluto respecto de lo que viene ocurriendo en los últimos tiempos. Podríamos repetir lo que dijimos al respecto en marzo pasado cuando hablábamos de una propuesta artística “completamente fuera del radar e indiferente para la inmensa mayoría del público” con cifras de encendido muy bajas como muestra más elocuente.
Los espacios informativos suelen funcionar, en el caso de las emisoras públicas, como la primera referencia para medir la identidad de la programación y su mayor o menor cercanía con una realidad política que suele condicionarla. En la primera semana del nuevo gobierno, la “vieja” TV Pública aplicó en sus noticieros algunas dosis casi imperceptibles de adaptación a la nueva realidad.
No hubo cambios en el formato y el estilo de información generalista que se impuso desde la gestión anterior en los noticieros del canal. Se mantuvo la división en secciones (política, economía, servicios, deportes, espectáculos) y el equipo de conductores y columnistas es también el mismo. La mayoría no se priva de hacer observaciones y cuestionamientos a cada una de las decisiones políticas adoptadas por el gobierno de Milei desde una mirada y un sesgo que no es difícil percibir como cercano en términos ideológicos al pensamiento kirchnerista, pero sin el énfasis que supimos encontrar entre las voces más cercanas a la defensa política del gobierno anterior en otros medios.
Los noticieros de la TV Pública en los últimos tiempos se caracterizaron por el tono sobrio con el que se trata la información. Y esa contención acompaña el espacio cada vez más amplio que se destina a la difusión de los actos del nuevo gobierno, los anuncios del vocero presidencial y las declaraciones de los principales ministros. Después vienen las interpretaciones y algunas de ellas, sobre todo en el programa político y de opinión Desiguales (que ocupa parte del horario central), tienen una inequívoca mirada que se acerca al pensamiento del gobierno anterior. La elección de los invitados a debatir algunas de las medidas anunciadas por el Gobierno, como el nuevo protocolo contra las protestas piqueteras anunciado desde el Ministerio de Seguridad, va en esa línea.
El único hecho llamativo que produjo durante esta semana la sensación de estar “fuera de programa” ocurrió el martes y fue la transmisión completa, en vivo y en directo, de la ceremonia organizada por la organización judía Jabad Lubavitch Argentina por la celebración de Jánuca, que contó con la presencia del Presidente.
La conducción de ese programa especial estuvo a cargo de Cristina Pérez, cuya aparición en la pantalla de la TV Pública abrió varias preguntas, entre otras cosas porque había pasado muy poco tiempo del anuncio de que se desvinculaba del noticiero de Telefe, su hogar televisivo durante las últimas dos décadas. Pérez, envuelta en todo tipo de rumores, le aclaró a LA NACIÓN en ese momento que su presencia en el acto fue el fruto de una colaboración amistosa y ad honorem con la comunidad judía, a la que está vinculada desde hace mucho tiempo, y que mantiene su vínculo con Telele, donde piensa iniciar una nueva etapa en su vida profesional.
Fue hasta ahora la única excepción, curiosa y por lo menos desprolija, dentro de la regla de continuidad que se observa desde la pantalla en el funcionamiento de la TV Pública, que solo parece haber registrado como un dato importante más de la realidad cotidiana la llegada de un nuevo presidente y de un nuevo gobierno. La vida televisiva de estos días en el edificio de Figueroa Alcorta y Tagle transcurre, al menos por lo que se ve en la pantalla, entre la inercia, la cautela y la incertidumbre. De hecho, el canal fue uno de los espacios en los que no hubo transición entre la administración anterior y la actual. Entre la consagración de Milei como presidente en la segunda vuelta y la asunción del cargo el domingo 10 no llegaron interlocutores del gobierno electo al canal para organizar el traspaso.
Milei no volvió a usar hasta hoy las palabras que empleó pocas horas después de su triunfo electoral para insistir con su propósito de privatizar la TV Pública. Pero si llegara a ver algunos de los tramos de su programación, los más atentos a la actualidad política, reaccionaría de manera parecida a lo que pensaba en la campaña sobre el tratamiento negativo de esa pantalla hacia su plataforma política “con mentiras y abonando la campaña del miedo”.
La falta de precisiones y definiciones del Gobierno en el área de la comunicación dejan por ahora entre paréntesis la promesa de aplicar las medidas más drásticas. ¿El impasse se prolongará hasta el comienzo de 2024 con los contratos vencidos y la pantalla lista para cualquier eventual renovación?
La TV Pública depende ahora del Jefe de Gabinete, que tiene atribuciones para “intervenir en los planes de acción y los presupuestos de las sociedades del Estado” y también “en su intervención, liquidación, cierre, privatización, fusión, disolución o centralización”. ¿Dirán algo sobre el futuro del canal decano alguno de los proyectos desregulatorios o de reforma económica que se anunciarían la semana que viene?
Si las hipótesis de máxima llegaran a quedar sin efecto y la TV Pública llegara a mantenerse como tal, el primer desafío que deberá afrontar la nueva administración es el de alejarse del destino casi inexorable que enfrenta cada nuevo gobierno en su relación con este medio: cómo evitar la tentación de aprovecharlo para su propio beneficio. Dicho en otras palabras: que deje de ser como hasta ahora un canal en el que solo hay lugar para las voces del poder de turno para convertirse en un verdadero medio público. Cambiar un sesgo por otro es perpetuar una historia que distorsiona ese propósito.
Los interrogantes y los desafíos sobre el destino de la TV Pública sobreviven a todas las épocas, los modelos políticos y los gobiernos. Son siempre los mismos. Lo dijo allá por 2001 el periodista e investigador Leonardo Mindez en el libro Canal Siete, medio siglo perdido. La historia del Estado argentino y su estación de televisión, hablando de las primeras cinco décadas de la emisora: “No resulta extraño que un país con gobiernos inestables, autoritarios, corruptos y mezquinos haya engendrado una televisión estatal con las mismas características”.
Al cumplirse 40 años de democracia ininterrumpida, mientras se discute el destino de la TV Pública, las preguntas son siempre las mismas.
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