Yiya Murano ahora reparte masitas mientras canta y baila
Karina K, primera figura del musical vernáculo, encarna a la célebre envenenadora de Montserrat, con el mismo equipo artístico de Y un día Nico se fue: Ale Sergi, Bazán y Pashkus
"Soy feliz, está todo bien; no me hacés feliz, te mato": esa afirmación fue el norte de Karina K desde la primera charla que hace un año y medio tenía con Ricky Pashkus cuando el director le propuso el protagónico de Yiya, el musical. El libro de Osvaldo Bazán le pareció desopilante y con muchos datos para entrarle a la complejidad de semejante personaje. Las canciones de Ale Sergi, soñadas y hechas a medida. Al igual que su Judy Garland en Al final del arco iris y la Florence Foster Jenkins de Souvenir, un desafío de composición para "el monstruo del teatro musical argentino", como la definió Pashkus.
"Todos queríamos que Yiya fuera Karina", dicen los autores del espectáculo que el jueves pasado se estrenó en El Nacional, el mismo trío que vuelve a reunirse después de Y un día, Nico se fue. "La noche que bajamos de cartel, el 9 de noviembre de 2014, no me podía dormir porque necesitaba encontrar una historia para seguir trabajando y pasándolo bien con Ricky y Ale. Y así encontré por Internet la entrevista que Lía Salgado le hizo a Yiya en 1994. Me fascinó el personaje: una asesina que mató a sus tres mejores amigas, presa 16 años y, al salir, se convirtió en estrella mediática. Como las asesinas de Chicago. Los llamé y nos reunimos a los pocos días", dice Bazán.
El año pasado, el equipo hizo un workshop para obtener opiniones de gente del medio artístico y para que la vieran algunos productores. Así fue como se sumaron a la propuesta Gabriel García y Juan Pelosi, quienes pusieron el dinero necesario. En ese workshop, Pashkus pensó ese musical como una revista. "Yiya sería la como la capocómica, lo cual ahonda el drama, no lo aliviana. Y ahí salimos a navegar en aguas cambalacheras", confiesa el director.
Para el compositor Ale Sergi, la clave está en el humor negro: "Es una revista donde se festejan la incorrección, el mal, representado en la sociedad actual y todo lo que alimenta el morbo de la gente. A partir de ahí construimos la historia porque está claro que no es un hecho para celebrar".
María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano, o simplemente Yiya Murano, la envenenadora de Montserrat, estafó y asesinó con cianuro a tres amigas de toda la vida (Nilda Gamba, Carmen Zulema del Giorgio Venturini y Lelia Formisano de Ayala) en 1979, en plena dictadura y bicicleta financiera. Dicen los entendidos que el envenenamiento suele ser el método preferido por las mujeres por su limpieza y lentitud. Si bien la Justicia no demostró que el arma asesina fueran las famosas bombas de crema, esa versión es la que echó raíces en la memoria colectiva y sobre ese "chiste" está montado el musical, que de ninguna manera intenta ser un documental biográfico. Salvo el principal, están cambiados el resto de los nombres de los personajes que interpretan Patricio Contreras, como el marido; Fabián Gianola, como el amante -que fueron muchos pero están condensados en uno-; el hijo, Tomás Fonzi, y las tres amigas, Virginia Kaufmann, Tiki Lovera e Iride Mockert. El grupo artístico se completa con el director musical Bruno Delucchi, la dirección vocal de Sebastián Mazzoni, el coreógrafo Alejandro Ibarra, la escenografía de Magalí Acha, la iluminación de Eli Sirlin y el vestuario de Sofía Di Nunzio.
-¿Cómo se arma una máscara como la de Yiya, Karina?
-Trato de buscar el estado de vida del rol. Yiya es hambre, animalidad y codicia. Y termina sola. El marido muere de tristeza y a su hijo nunca lo nombró con cariño. Me conecté con lo esperpéntico y la distorsión en el corazón, en los valores, la locura. Es una personalidad psicopática, sin ninguna sensibilidad ante el dolor del otro, una máscara interior gélida y una exterior muy pintoresca, con sus collares, el gesto impávido y ese peinado de recato prefabricado a lo Thatcher, carbonizada por el sol como se usaba, y con los labios perlados. Es decir, una señora de barrio paqueta proveniente de familia de militares un poco venida a menos. Era culta, pero a la vez procaz. La divertían la revista, los chistes verdes y era muy compulsiva. Le gustaban comer, el sexo, los hombres... una salvaje total, un aquelarre de emociones, un personajón.
Ricky Pashkus analiza que, como estafadora, se podría decir que la Murano no se salía del promedio, pero logra cruzar la raya porque asesina a sus amigas. "Creo que eso muestra que si liberás tanto tu ambición hasta el límite, hay chances de cruzar la barrera, y de ahí no se vuelve. Comemos masitas, me prestan plata, la gasto, no puedo devolverla... y cruzo el límite. Yiya no es una extraterrestre, es humana. Los monstruos son humanos y eso es aterrador."
-Es una asesina que siempre fue cubierta por el manto del humor, como en cierto sentido pasó con Ricardo Barreda... ¿Qué piensan al respecto?
Ricky Pashkus: -Sí, hacer trampa aparece como algo transgresor que está bien. Hoy podés subirte a un escenario o ir a la tele y contar que sos drogadicto, estafador o estuviste preso. Antes eso era un secreto. Si en este momento Yiya saliera de la cárcel, sería probable que un productor la llamara para un show o un programa.
Osvaldo Bazán: -Barreda fue aplaudido y hubo chistes con eso. Pero no es un personaje simpático. Yiya tiene algo propio de diva, es rarísimo.
Karina K: -La estudié mucho: leí dos veces el libro que escribió Martín, el hijo de Yiya, y observé las pocas fotos que tiene, como mucho 10 o 15, y algunos videos. Está la joven que comete los asesinatos a los 49 años y cuando sale de la cárcel y le hace la entrevista Lía Salgado. Y la vieja, en 2006, que aparece al final de Mujeres asesinas, en el capítulo que interpretó Nacha Guevara, o en 2008, en otra nota que le hace Soledad Silveyra en el programa Un tiempo atrás, donde está más desbordada todavía y dice que ella fue la puta y usurera más grande, una degenerada, pero que nunca mató.
-Ale, ¿cómo pensaste la música para esta historia?
Ale Sergi: -Siempre busco hacer cosas diferentes. Busqué una sonoridad cercana a fines de los setenta, con algo de las películas de Olmedo y Porcel de esa época y unos acordes de jazz que no uso normalmente para lograr algo más espeso y oscuro, más enroscado de lo que usé en Y un día Nico se fue, que era abiertamente pop.
-Ricky dijo que sos el mejor músico de comedia musical del país.
A.S.: -Sí, ¡porque estaba yo adelante! La verdad es que no soy un erudito del género. Me gustan algunas obras como La tiendita del horror, de la que soy fan, o The Rocky Horror Show, las más rockeras. Me encanta componer para esto porque no tengo que atarme ni a un estribillo. Al ser muy teatral puedo cambiar de tempo, de clave, subir de tono, volver a bajar, y lo hago en mi casa en mi computadora. Después no sé cómo hacen los chicos para cantarlas. Ya trabajé con Bruno (Delucchi, el director musical), le tengo confianza con los músicos en escena y hay espacio para que cada uno ponga lo suyo. Lo mismo con Sebastián (Mazzoni).
-¿Cuáles te parece que pueden resultar los hits de Yiya?
A.S.: -"Bombas de crema", que es la receta, y la balada del cierre, bastante oscura, donde ella se sincera al ir a prisión. Pero no pienso en el hit cuando compongo, sino en cuál es el momento de la obra.
-Ricky, ¿por qué la llamás revista, un término que levanta discusiones sobre lo que es y no es?
R.P.: -Yiya iba mucho a ver revistas y a este teatro, el Nacional. Y es una revista no por las chicas desnudas ni los boys, sino porque tiene el lenguaje de la revista, su argentinidad. La revista es un género de acá, mezclar la belleza con el humor es argentino. Hay una escalera iluminada a la que se sube y se baja a la Tierra, un lugar lindo pero también muy solitario. Esta mujer rompe vínculos, miente, se enajena y queda muy sola. No hay complicidad en el asesinato, fue víctima de ese camino ambicioso y solitario, la soledad de la ambición desmedida. Esta obra es la argentinidad al palo.
-En este momento, está en cartel Yiya, un té musical, con Mariela Bonilla, en Liberarte. Y en 1996, se hizo Nenucha, la envenenadora de Montserrat, de Gonzalo Demaría y Damián Dreizik, con Adriana Aisemberg.
R.P.: -Mariela Bonilla es alumna mía y no bien se enteró, se acercó y me lo contó, me consultó. Le dije que no había ningún problema. A nosotros no nos iba a paralizar y a ella también la iba a ayudar. Y Nenucha no la vi, pero me parece genial. ¿Cuántos Drácula y Batman hay? Yiya es un mito popular.
Yiya, el musical
El Nacional, Corrientes 960.
Funciones, jueves y domingo a las 20.30; viernes y sábados, a las 22.
Entradas, desde $ 250
Martín, el hijo que recuerda
El único hijo de Yiya se llama Martín Murano, vive en Mar del Plata, tiene un negocio de muebles de algarrobo y es guardaespaldas. Tiempo atrás trabajó como actor y doble de riesgo. Lo último en televisión que hizo fue Por siempre mujercitas, en Canal 9 (1995-6), donde conoció a Fabián Gianola, uno de los integrantes del elenco de Yiya, el musical.
Es también el autor del libro Mi madre, Yiya Murano (1994), donde quiso contar el lugar de cada uno en esa triste historia. "Lo que era sórdido en mi libro Osvaldo (Bazán) y Ricky (Pashkus) lo convirtieron en algo ameno y divertido para la gente", dice Martín, quien está más que satisfecho con la obra. "Cuando Ricky me mandó la canción que canta Tomás Fonzi -que hace de mí-, lloré y me emocioné mucho. Ale Sergi, sin conocerme, pudo interpretar mis sentimientos en esa época. Ricky siempre me agradece y yo le agradezco a él por esto", dice Martín, que se expone abiertamente al tema: "A los únicos que preservo y no menciono en ninguna nota es a mi familia. Pero acerca de la obra, estoy feliz por el respeto impresionante con la que lo hicieron y el gran elenco de artistas. Allí estaré para aplaudirlos".
Temas
Más leídas de Espectáculos
Tenía 91 años. Murió Quincy Jones, el productor musical que trabajó con Michael Jackson y Frank Sinatra
"Con vos es 4 de noviembre". Qué significa la canción de Tan Biónica escrita por Chano
"Cerró la grieta". Martha Stewart tildó a Ryan Reynolds de no ser “tan gracioso” y el actor respondió sin tapujos