Vivi Tellas: "Ante la incertidumbre, es tiempo de flotar y ver qué pasa"
De la otra realidad Vivi Tellas extraña los encuentros con amigos, bailar con ellos, encontrarse a tomar algo en el bar Varela Varelita, ir a su oficina del Teatro Sarmiento, ensayar, dar sus clases en la UNA de Palermo. Todo esto lo cuenta mientras tiene el eco de la tristeza por la reciente muerte de Rosario Blèfari, su amiga. "Extraño a toda mi vida anterior", confiesa quien no rechaza al modo Zoom porque intenta no odiar a lo que necesita para poder seguir adelante. Acepta las formas más allá de fastidios, cansancios y extranjerías.
Desde hace décadas la directora, actriz, cantante, dramaturga, curadora, gestora, directora y docente viene trazando un particular trabajo vinculado siempre a las vanguardias. Lo ha hecho en la escena de los ochenta en los sitios claves de aquel under y lo viene haciendo en instituciones públicas en ciclos del Centro de Experimentación del Teatro Colón, Centro Cultural Ricardo Rojas y el Teatro Sarmiento. La integrante del grupo Bay Biscuits, banda de rock teatral que fue telonera de Charly García, Serú Giran y Los Redondos; a lo largo de estas cuatro décadas creó diversos formatos curatoriales por los cuales han pasado o vienen pasando las figuras más reconocidas de la escena alternativa. El concepto de lo biodramàtico está íntimamente asociado a ella.
Actualmente es la directora artística del Teatro Sarmiento, que depende del Complejo Teatral de Buenos Aires. La sala emblema de dicha organización teatral es el Teatro San Martín. Hace 20 años esta mujer inquieta montó allí un versión particular de La casa de Bernarda Alba con un verdadero dream team de mixturas interpretativas diversas en el que convivían Elena Tasisto, Mirta Busnelli, Carolina Fal, Lucrecia Capello, Andrea Garrote, María Onetto, Moro Anghileri y Muriel Santa Ana, entre otras. Y una yapa no menor: el espectáculo contó con escenografía de Guillermo Kuitca. La obra fue un éxito. Ahora Vivi Tellas debería estar preparando los ensayos de Bodas de sangre para estrenar en el San Martín en unos meses con un elenco encabezado por Cecilia Roth. Pero la pandemia pateó su tablero y el de todos. El último reportaje que se le hizo en la nacion, en septiembre del año pasado, llevaba este título: "Me gusta andar por caminos que no conozco ni controlo".
Si aquella afirmación siguiera vigente se podría pensar entonces que ahora, en medio de este escenario sin certezas, está a sus anchas, que radicalizó ese andar a tientas. Escucha el comentario desde el otro lado del teléfono y se ríe con ganas. "Está todo tan raro... Porque al teatro como lo concebimos es estar contemporáneamente presentes: escenario y público, en vivo. Y eso tan básico ahora parece tan lejano –reconoce–. El maestro Albero Ure decía que en ese momento único de la representación de una obra alguien, actor o público, podía morir. Era su forma de señalar la densidad de ese vivo. El hecho escénico es una fina orquestación de varios elementos que pueden fallar en cualquier momento. Yo siento en estos tiempos que todo está como por venirse abajo, que todos los elementos están atravesados por lo frágil, por lo endeble. Por eso estamos todos sacados, como locos y terminamos pasando de la soledad al exceso de compartir. Es una prueba muy difícil la que estamos atravesando."
–Como directora artística del Teatro Sarmiento cada año le proponés a un artista que revisite su producción. Desde el sábado a la noche el Teatro San Martín sube a su página tu puesta de La casa de Bernarda Alba de hace dos décadas. ¿Acaso no te lleva a vos misma a la instancia de revisar tu propio archivo?
–Por supuesto. Y todo eso de enfrentarme con mi propio archivo sucede cuando, en verdad, debería estar ensayando Bodas de sangre con el equipo que hizo Bernarda Alba. Justo hoy, desde prensa del San Martín, me hacían notar que Bernarda se estrenó el 18 de julio de 2002 y que sube el sábado, que también es 18 de julio. ¡Guau! Para mí son Elena Tasito y Lucrecia Capello (parte de aquel elenco de lujo) las que desde el más allá están haciendo estas cosas. Me impactó esa coincidencia.
El "más allá" en Vivi Tellas tiene derivas intensas, inquietantes. Durante años por sus biodramas pasaron su mamá y su tía, tres filósofos, el cineasta Edgardo Cozarinsky junto a un médico, tres personas que enseñaban a manejar autos, otras tres mujeres que eran guías turísticas, a dos DJ y dos senegaleses. Pero también puso a escena a una bruja con su hija y en Nueva York y en Montevideo le pidió a distintos médiums que se comunicaran con John Cage y con su propio padre para construir experiencias escénicas basadas en lo invisible. Así de amplia es su paleta. Ahora, su archivo le trae imágenes suyas de su último trabajo basado en un texto dramático ya escrito: La casa de Bernarda Alba.
- ¿En qué imaginás que puede dialogar esa puesta con la actualidad?
–En la sensación del encierro.Mi hipótesis de trabajo con aquella obra fue tomar al personaje central como una mujer muy débil que no sabe qué hacer, por eso toma la brutal decisión del encierro sin preguntarle al resto lo que quiere hacer. Yo diría, y lo estoy viendo aún en Bodas de sangre, que temas como la presión social, el amor equivocado, el "qué dirán" son tópicos que aparecen en las obras de García Lorca. Cuando monté Bernarda Alba me parecía necesaria hacer una relectura, y no poner a la protagonista como una mujer fuerte y dominante para instalarla en otro lugar. Había que debilitarla y que sus hijas fueran las salvajes.
–Usás ese término y viene a la memoria la escena en la que Lucrecia Capello aparecía endiablada, sacada, desnuda.
–Sí, estaba fantástica Lucrecia. En ese personaje estaba el deseo reprimido de esa casa. Es interesante reparar en la forma en que Lorca representa los distintos colores de esa represión. Y en ese pantallazo entre las hijas de Bernarda está la abuela, el personaje de Lucrecia, que era la que quería casarse, tener sexo y escaparse del encierro. En la puesta ella salía vestida de novia, de blanco, en contraste con las otras mujeres, vestidas de luto. En esa escena famosa en que abandona la casa con una ovejita en las manos, ya en los ensayos, Lucrecia se sacaba la blusa como si estuviera en medio de una locura erótica, como si estuviera en trance. En aquel momento le pregunté si se animaba a salir desnuda y aceptó al toque aunque ya era una mujer grande. Algunas personas se asustaron un poco, pensaron que yo la había obligado; pero no, fue la genia de Lucrecia quien lo había propuesto.
–En el espacio de aquella versión colgaban bombachas remarcado claramente algo de del orden de la mujer.
–Los ensayos ya tenían ese marco.. Y para la elección del elenco me gustó reparar en la vida de cada una de las actrices que llevaban a la obra una fuerza impresionante a la obra. Era un verdadero seleccionado. Fue el primer trabajo importante de Muriel Santa Ana y que en aquel momento Carola Fal estaba haciendo Resistiré en la televisión que, tal vez, haya sido un factor para entender el éxito de público que tuvo el espectáculo.
–Ahora estabas armando Bodas de sangre para estrenar en unos meses y todo quedó en modo stand by, ¿cómo se pone en modo pausa un proceso creativo?
–Uf, ¡es muy dificil! No tengo ni idea....Esta ahí, flotando...
–En este contexto hasta uno puede preguntarse si se estrenará.
–Hay tal incertidumbre en el mundo que me parece que es momento de flotar y ver qué pasa. La obra se va a hacer en algún momento cuando se abran los teatros. Cuando intentás aplicar los criterios de antes te das cuenta que no funcionan.
–En muchos teatros europeos los creadores están haciendo eje en el coronavirus y sus derivas como su fuera un elemento biodramático epocal, ¿trascenderá la coyuntura?
–Es una buena pregunta , pero no lo sé... Entiendo el intento del retrato, pero estamos frente a una época desconocida lo cual hace que todo sea más desconcertante.
–Lo que ha trascendido modas o coyunturas es el biodrama como tal. Imprenteros, de Lorena Vega, y Acróstico, de Diego Rosental, hacían intuir que lo biodramático como elemento troncal de una propuesta ya no estaba tan presente.
–Mira vos... Lo cierto es que tanto Lorena como Diego pasaron por mi taller. Marina Otero, con Fuck me, también. Lo que me da orgullo, me sorprende y me da una mezcla de sensaciones increíbles es que cada artista va tomando la posibilidad del biodrama para darle distintas formas. Me encanta ver Fuck me o Imprenteros y confrontarme con algo que pasaba en los talleres. O que Diego haya llevado la propuesta hacia la danza. Lo biodramático no es un formato rígido y ha generado obras increíbles como el trabajo de Lola Arias. Cada propuesta abre distintos mundos y cada artista está reelaborando de diversas maneras a esa semilla.
–¿Nunca se te ocurrió hacer un biodrama sobre tu propia historia como artista? Hay para cortar: del under de los ochenta hasta los diferentes ciclos que armaste pasando por aquella puesta de Europea V, de John Cage, que hiciste en Puerto Madero...
–¡De eso ni me acordaba! Pero sí, fue a partir de mi puesta de esa ópera de Cage que había montado en la sala principal de Colón con 39 años.
–Y habría que sumar tu faceta como cantante...
–¡Como compositora de canciones! (Se ríe). Cuando digo que fui la autora de la canción "Cleopatra" hay mucho respeto, más que el haber dirigido en el Colón. Pero, en verdad, nunca se me ocurrió hacer mi propio biodrama. Me gusta pensar cosas nuevas.
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