VIP Lounge: un viaje sanador que pareciera quedar a mitad de camino
Tres hermanas parten al encuentro de su padre casi desconocido en este texto de Natalia Figueiras, que asegura la risa de la audiencia pero a costa de cierta liviandad en el tratamiento de la trama
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Autora: Natalia Figueiras. Intérpretes: Ramón Belaustegui, Carina Buono, Rocío Carrera, Gastón Dufau, Natalia Figueiras, Caro Ibarra. Vestuario y escenografía: Vanesa Abramovich. Dirección: Daniel Fernández. Sala: Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660). Funciones: domingos a las 20.30. Duración: 75 minutos. Nuestra opinión: buena.
Tres hermanas deciden viajar a Viena con el objetivo de conocer a su padre, quien las abandonó cuando eran muy pequeñas. Su madre siempre aportó muy pocos datos sobre la vida de él y esto fue generando en ellas impresiones muy distintas sobre ese hombre ausente en sus vidas.
Un día, la hermana mayor, abogada de profesión, recibe una carta del progenitor, quien las invita a visitarlo y así comenzar a entablar una relación más cercana y profunda.
Las tres jóvenes poseen cualidades muy diferentes. La mayor es la más íntegra; su profesión parece haberle dado la posibilidad de enfrentar cuestiones complejas y eso la envalentona frente a las otras, que poseen algunos problemas de conducta, están un tanto perdidas en un mundo en el que cierta orfandad parece haberlas marcado con fuerza.
La acción se desarrolla, al comienzo, en la sala VIP de un aeropuerto. Prontas a embarcar, demuestran las inseguridades y hasta los miedos que les provoca lograr el derrotero final de ese viaje. Y aparecen preguntas lógicas: ¿por qué el padre las abandonó? ¿Por qué partió hacia Austria? ¿Por qué nunca antes las contactó? La falta de certezas hace que cada una exponga, a veces hasta con crueldad, sus sentimientos más oscuros.
Pero esta pieza de Natalia Figueiras no se queda solo en este planteo. La autora va, como sacando de una galera, a otros personajes y dando forma a nuevas situaciones que no solo harán que esos tres personajes femeninos se expongan más en plenitud, sino que a la vez, irá sumando elementos sorpresivos a la acción. La mujer del dueño de la aerolínea en la que viajan no será más que una especie de pseudoterapeuta, que les propone una serie de ejercicios que les facilitarán a las muchachas ir tomando conciencia de los acontecimientos a los que podrán enfrentarse cuando arriben a Viena; un empleado de la cafetería del aeropuerto se transformará en su asistente durante el viaje.
El director Daniel Fernández opta por recrear con cierta liviandad ese mundo disparatado que construye la autora. No termina de explorar con fuerza el interior de cada una de esas criaturas, que deben entregarse a un juego siempre intenso y tratando de conseguir construirlo con buen ritmo. El espectador no terminará de descubrir con exactitud los perfiles de cada uno de esos hombres y mujeres que tampoco la autora se propone desarrollar con más rigor. Como si en verdad lo que interesa es provocar la risa del público pero dejando de lado el trasfondo de una historia que en su final podría llegar a generar cierta conmoción. Lo que sucede es un hecho casi previsible que tampoco posee un tratamiento adecuado.
Vip lounge propone realizar una viaje que puede resultar sanador, pero lo que no se muestra en escena es el resultado de esa sanación, sino los múltiples acontecimientos, algunos bizarros, que estos protagonistas deberán ir sorteando a lo largo de 75 minutos.
El elenco es muy heterogéneo aunque pueden destacarse las interpretaciones de Carina Buono y Gastón Dufau, dos comediantes que logran aportar a la obra un nivel de compromiso interpretativo que resulta muy efectivo.