Viejo, solo y puto
La obra de Sergio Boris aborda temas poco explorados, como la explotación
Dirección : Sergio Boris / Interpretes : Patricio Aramburu, Marcelo Ferrari, Darío Guersenzvaig, Federico Liss, David Rubinstein / Asistencia de dirección : Jorge Eiro / Producción: Jorge Eiro, David Rubinstein / Diseño sonoro : Fernando Tur / Escenografía y vestuario : Gabriela Fernández / Iluminación : Matias Sendon / Asesoramiento de maquillaje : Gaby Romero / Sala : Espacio Callejón (Humahuaca 3759). Funciones : Sábados, a las 23. Duración : 60 minutos
Nuestra opinión: buena
Hay temas que son ásperos, y Sergio Boris hoy quiere tratarlos. Es cierto que desde aquellos tópicos difíciles pueden surgir múltiples miradas y esta vez no se eligió tomar por el camino convencional. En una zona del sur del conurbano bonaerense hay una farmacia, los dueños son unos hermanos, patéticos por donde se los mire, y esta noche van a celebrar que, por fin, el menor de ellos se graduó como farmacéutico y desde ahora en adelante su firma será legal. La alegría es doble: no sólo un integrante de esa familia, aun habiendo tardado muchos y muchísimos años, terminó una carrera, sino que además pareciera existir una suerte de trampa, de negocio turbio para el cual esa firma es fundamental.
Aparte de ellos dos, completan la escena dos travestis y un visitador médico, el más trucho de todos los posibles. Repletos de medicamentos a los costados, los personajes se mueven entre aquellas góndolas, pero esa noche es fiesta y la farmacia se transforma casi en un boliche. Cervezas, pizzas, cumbia, cigarrillos, pastillas, no les falta nada para que los excesos aparezcan.
Y así pasa el tiempo, cada vez es más caótico y la cuestión aparece: los tres hombres tienen un plan y las víctimas son aquellas dos travestis que se someten a las inyecciones de hormonas y al consumo infinito de pastillas para convertirlas en mujeres cada vez más atractivas. Claro, ellos tres viven del trabajo de ellas y entonces una situación que al principio parece festiva y alegre va mutando en algo siniestro y perverso.
En medio de este clima hostil el amor aparece, o al menos alguna faceta del amor, y los personajes van mostrando "sentimientos" que pueden tomarse también como algo opresivo que implica un poder sobre el otro al menos peligroso. Por eso, para esta obra la propuesta es ésa: mostrar, casi como una fotografía en movimiento, lo que puede pasar –y seguramente pase, o al menos algo similar– acá cerca. Aquello que la sociedad oculta, que calla, pero que consume y las víctimas están ahí.
Las actuaciones de los cinco son parejas y buenas. La escenografía, un extracto de farmacia, es potente. Por momentos se suceden varias escenas a la vez, varios diálogos, y el espectador tiene que estar despierto para ir captando los diferentes conflictos que se suceden en simultáneo, algo que no se ve muchas veces y que es enriquecedor para la platea. Tal vez, en el intento de rescatar un suceso que pareciera ser habitual, el conflicto, que queda claro desde el principio, se torna un poco monótono. Parece que es ésa la búsqueda y la intención, meternos de lleno en aquella farmacia y conocer a fondo esos personajes; bienvenida la propuesta, no muchos se animan a recorrer esos territorios.
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