Verónica Llinás, Esteban Lamothe y una obra sobre una diva al borde de un ataque de nervios en la calle Corrientes
Junto a Héctor Díaz estrenan Antígona en el baño, la historia de una actriz de otro tiempo que vuelve al teatro para hacer una tragedia griega que termina atravesando su propia historia
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Desde el 1° de septiembre, Verónica Llinás y Esteban Lamothe compartirán un baño de una estética ampulosa y recargada con una imponente bañera llena de espuma, flores secas, perfumes, velas, frascos y frasquitos que se instalarán en un gran escenario de la avenida Corrientes. Años antes, estos dos intérpretes de varias batallas ganadas ya se habían cruzaron en proyectos audiovisuales (la serie El marginal II, la telecomedia Educando a Nina, la película La patota, de Santiago Mitre); pero con la obra Antígona en el baño estos dos actores nacidos y criados en la escena alternativa (o en el under, como se la llamaba en los ochenta) compartirán por primera vez un proyecto teatral en plena avenida Corrientes: en el teatro Astral.
Cuando se corra el telón (o la cortina de baño, como se quiera) la que aparecerá sumergida en la gran bañera ampulosa es una tal Ignacia (Verónica Llinás), una diva de otro tiempo que está a punto de salir a escena después de un largo exilio en la televisión. Ya postergó el estreno en dos oportunidades. Los nervios, los fantasmas, las inseguridades, el paso de tiempo fueron ganando terreno en esta actriz al borde del ataque de nervios que intenta recuperar terreno perdido. El que entra al baño para tratar de acomodar el caos es un tal Junior (Esteban Lamothe), un tipo con facha que es el hijo de su representante. Llega con un ramo de flores y con unas revistas en la que la diva aparece en la tapa de una revista en una foto sin retocar que altera todavía más su alterado estado de ánimo. El ataque de pánico acecha. Al rato, ingresará su “coach ontológico” (Héctor Díaz) especialista en asistir a víctimas de tragedias que intenta calmar a la actriz que en horas deberá protagonizar Antígona, la tragedia de Sófocles.
Si la esperada vuelta de la diva ya tuvo dos cancelaciones, la génesis de Antígona en el baño, obra de Facundo Zilberberg y Llinás y que dirigen Laura Paredes y la misma Llinás, se remonta a unos seis años atrás y recién ahora llega su esperado momento. Las ganas de trabajar juntos viene desde hace tiempo. “A mí me da reseguridad trabajar con Vero. Si tengo inseguridades, pasan por otro lado”, admite Esteban Lamothe, el que en la obra tiene que toparse con una actriz dominada por sus inseguridades. “Formamos un grupo muy contenedor que se permite cuestionar a la misma obra como ir cambiando cosas sobre la marcha. Como es una obra que depende muchos de los objetos, cuando se instale el gran baño en el escenario, cuando llegue mi peluca, cuando lleguen las tetas gigantes de mi personaje seguramente seguiremos cambiando más cosas”, apunta la multifacética Verónica Llinás, que es figura clave en la obra como en todo lo que hace a este montaje.
Antígona en el baño está atravesada por distintas capas (desde la maternidad hasta la soledad pasando por el paso del tiempo y las múltiples referencias metateatrales). También el vínculo o las conexiones entre estos dos talentosos actores está atravesado por capas que aún exceden a lo artístico y que pasan por lo familiar o por aquello que se podría catalogar como “familia líquida”. “O incesto, como los griegos: todos con todos -se apura Lamothe a definir la cosa-. Es medio azaroso, pero todos venimos de ese caldo. Mariano Llinás es el hermano de Vero y pareja de Laura, la otra directora que es parte del grupo Piel de Lava del que también forma parte Pilar Gamboa, quien trabaja conmigo en otra obra que estoy haciendo. Héctor Díaz fue novio de Valeria, otra de las integrantes de Piel de Lava que también trabajó con Santiago Mitre y con Mariano Llinás. Somos como una familia, artística”.
Con Llinás, el director de cine, Lamothe fue parte de la película Historias extraordinarias. A los pocos años, fue el protagonista de El estudiante, la primera película de Mitre, y con Llinás volvió trabajar en La flor, la que protagonizaron las integrantes de Piel de Lava (Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes). Ellas son las que, actualmente, están presentando la obra Parlamento en el espacio Arthaus que es el mismo lugar en donde Lamothe, junto a otra banda maravillosa de amigotes, están haciendo funciones de Sombras, por supuesto. Todo muy mezclado; no hay metáfora.
No tan lejos del microcentro en donde está Arthaus, pero con un salto temporal importante, en el mítico Parakultural de San Telmo Llinás (Verónica, por las dudas) junto a Alejandra Flechner, Laura Market y María José Gabin conformaron otro grupo de mujeres actrices, directoras y dramaturgas (antecedente de Piel de Lava) que se llamó Gambas al Ajillo. Las cuatro desbocadas, expansivas y cautivantes “actrices gambas” marcaron una época dorada de un momento histórico social y cultural luego de la dictadura. Al poco tiempo, Antonio Gasalla fichó a Verónica para su programa en televisión y, desde ese momento, su trayectoria fue ganando otros públicos (en esa deriva, imposible pasar por alto su personaje de Inés Murray Tedín de Arostegui, en Viudas e hijos del Rock and Roll; o su maravillosa película La mujer de los perros, cuyo guión trabajó con su hermano, Mariano).
— Con diferencias generacionales, los dos son parte de una gran familia de creadores claves de la escena y el cine indie. Sin embargo, se encuentran preparando una obra en un teatro clave de la escena comercial.
Esteban Lamothe: — Sin anestesia, directo. Una sala de mil butacas.
Verónica Llinás: — Que para mí es como mi casa, porque acá hice Locas de remate, con Soledad Silveyra.
Lamothe: — Es abismal el Astral, es terrible. Yo no veo la hora de verlo iluminado porque estamos ensayando con luz de sala y entrás, hacés diez pasos por el pasillo central, y la energía se te va, te baja las defensas.
En 1994, a los 17 años, Esteban Lamothe se vino a vivir a Buenos Aires de Ameghino. En ese tiempo, Verónica estaba en el programa de Antonio Gasalla mientras Héctor Díaz estaba trabajando en El pasado, obra que dirigía Pompeyo Audivert. “Con Gasalla había empezado ya hace unos años antes mientras todavía estaba con Gambas al Ajillo. Igual, tengo muy tan memoria…”, se excusa una de las “indepilables del Parakultural”. El último espectáculo que hizo con las Gambas fue La debacle show, un título de enorme actualidad. “En Ameghino miraba mucho ATC. Mis programas preferidos eran Fulanas y menganas, Hombre de ley y el de Gasalla. Fue el primer programa que veía con mi abuela y con mi mamá, nos reíamos de lo mismo teniendo en cuenta que no había muchos puntos en común con mi abuela y ese programa fue uno. A ella le encantaba y ahí yo descubrí a Vero”, cuenta Lamothe. Ella cree, sin muchas certezas sobre el asunto, que descubrió a Esteban en Historias extraordinarias, película en la que aparece su voz en off. “De todos modos, creo que ya lo dije, tengo una memoria de mierda…”, se excusa una de las divas del Parakultural. “¿Ves? Yo no…, tengo buena memoria. Y mirá que fumo porro desde los 15, tengo 46, y todo estos años de porro no han hecho mella todavía. Soy una prueba viviente de que el porro no afecta la memoria”, concluye, para que su compañera de ruta haga el remate perfecto: “Yo soy una prueba viviente de que sí hace mella”. Se ríen con ganas. Como si fueran personajes de una obra basado en un ajustado contrapunto.
“Sí tengo problemas con la memoria a corto plazo”, admite el actor de series como La 1-5/18 o de Guapas.
Llinás: — Yo con todos los tipos de memoria, salvo la letra.
Lamothe: — Lo de la letra es un misterio. ¿En qué momento entra, en qué momento te la aprendés?
— Vos ¿cómo hacés?
Lamothe: — Yo la escribo y después, en las pasadas, con los movimientos va saliendo. Digo, ponele, “Cacho” y sé que tengo que agarrar un papel y me viene la letra, que es el procedimiento básico del teatro. Pero en el comienzo no sé cómo se va agarrando a la cabeza ese texto, ni idea.
En Antígona en el baño la actriz no llega a estar temerosa por olvidar el texto de la tragedia que tiene que protagonizar. Le machaca a Junior, el personaje de Lamothe, que necesita un buen representante que no permita que le pongan cualquier vestuario, que le saquen pedazos de cara en las fotos o que le pinten dientes negros en los afiches a media cuadra del teatro. En medio de ese tsunami, vuelve a tomar cuerpo la idea de suspender el estreno nuevamente.
— ¿Transitaron alguna vez una situación de no querer estrenar?
Lamothe: — A mí me pasa todo el tiempo; la última fue con la obra de Romina Paula, Sombras, por supuesto. Un segundo antes de salir siempre me pregunto por qué no me habré puesto una ferretería. Lo que aprendí es que ese pánico, ese miedo, no tienen una explicación.
Llinás: — En otro orden, si te acordaras del dolor de parto no volverías a tener un hijo.
Lamothe: — O cuando te rompen el corazón y, sin embargo, te volvés a enganchar.
Llinás: — Yo debo reconocer que con esta obra me agarró un poco de ataque de pánico, sobre todo por la diversidad de roles que ocupo; pero por suerte hubo un amigo ahí que me contuvo… De todas maneras, con solo haber podido haber armado al equipo, de trabajar con estos dos actores que inmediatamente me dijeron que sí y tener un buen teatro ya gané. Si sale bien, ¡bingo!
Del humor a la tragedia griega
En algún momento de la obra, en su vuelta al escenario y atravesada por miedos huracanados, a la tal Ignacia le llega la claridad. “No me siento Antígona, no tengo esa fuerza vital. Me siento una pobre estúpida mal vestida y embarrada llevando una pala haciéndome mierda las uñas al pedo porque nunca cabo ningún pozo…”, suelta sin filtro alguno. Su “coach ontológico”, uno de los tantos guiños irónicos de época, le pregunta entonces qué la llevó a protagonizar Antígona habiendo tantas tragedias.
— Tomando esa pregunta, ¿qué te llevó a ser la coautora, codirectora y la protagonista de esta obra?
Llinás: — Desde el momento que la leí me enamoró, aun cuando no era el texto exacto que vamos a estrenar. Sentí la necesidad de encarnar esta obra que es una gran parábola sobre teatro. Me pareció interesante la manera en que engarza la vida real de esta actriz que quiere hacer una tragedia griega y que se le cruza otra tragedia. Me interesó el planteo de lo que se quiere ser y de lo que se es. Me sumé a dirigir junto a Laura Paredes porque, de algún modo, siempre en las obras que vengo realizando me metía con la totalidad. Me ha tocado directores que veían con buenos ojos esa pulsión y otros que…, bueno. Había pensando en proponérselo a otra actriz pero, cuando se lo comenté a Facundo Zilberberg, me confesó que, sin conocernos, la había escrito pensando en mí. Luego de hacer Locas de remate sentí que quería dar un paso más allá y me pareció que esta obra era un desafío mayor por el tipo de material. Al principio de todo esto la obra era más para un teatro de la escena alternativa; pero yo ya intuía que todo esto podía mutar hacía una obra para el gran público de la avenida Corrientes. Con Héctor y Esteban todo se completó.
— Y en tu caso, ¿qué te llevó a sumarte a esta obra en un momento, como comentabas en una nota anterior, tenías de ganas de volver al teatro?
Lamothe: — En lo general, es lo que decís. Luego de diez años seguidos de mucho trabajo audiovisual tenía ganas de hacer teatro. El año pasado hice un reemplazo en Desnudos y algo ahí se me volvió a activar. En este caso, puntualmente, se suma que tenía muchas ganas de laburar con Vero y con Héctor que son dos actores a los que admiro. Quise hacerla por el deseo de trabajar con ellos y por las ganas de hacer reír a la gente en plena calle Corrientes. No hay nada que me de más satisfacción en estos momentos lograr que la gente se ría más allá de la situación de crisis del país o de un dólar a 15 pesos, sería igual. La risa me afirma como intérprete. Quiero apostar por esa gente que paga la entrada, que va por la pizza y la cerveza para que vuelvan a sus casas con lo que fueron a buscar. Por otra parte esta obra está más corrida de otras propuestas, es más guerrillera, más salvaje. Ok, es una comedia; pero que tiene lo mejor del género y que me divierte hacerla.
— Y en su diversidad de capas está atravesada por una tragedia.
Llinás: -Por varias. Antígona en el baño tiene varios niveles de lecturas. Hay una más superficial sobre la relación entre estos seres y otras vinculadas con procedimientos dramatúrgicos, con la parábola sobre el teatro que representan, sobre la tragedia, sobre el paso del tiempo.
— Ustedes, ¿cómo transitan el paso del tiempo?
Lamothe: — Es todo un tema, el gran tema. Es una masacre el paso del tiempo. Yo lo único que trato de hacer es acompañar a ese paso del tiempo e ir entendiendo a mi cuerpo, a mi cabeza. No lo logro, lo reconozco, pero lo intento. Tengo canas, antes iba dos veces al gimnasio y tenía el mismo resultado que ahora que voy cinco veces. Todavía no me operé para frenar eso, es lo que hay; pero hay que reconocer que en los actores el paso del tiempo es todo un tema.
Llinás: — Y, por otra parte, a las mujeres se les pide mucho más: mantener la belleza, la figura, ser siempre de algún modo joven. Con la edad, la mujer comienza a invisibilizarse. Es muy fuerte que, sin ser una belleza, de joven te miraban y ahora es como que pasa un perro. Hay que poder digerir todo eso sin volverse una persona amargada, resentida. Todo eso te obliga a generar a algún tipo de sabiduría, de espiritualidad para no convertirte en un ser patético. Y cuando digo patético quiero decir en una persona que trata de detener lo que no se puede detener y que se transforma en algo que no es ni chicha ni limonada.
Lamothe: — En mi caso empecé como actor en la tele ya grande, a los 30 y pico. No era feo, pero tampoco el más lindo del aula. En la calle, algunas mujeres y hombres me miraban, pero no mucho. Era un 6 o 7 puntos, y listo. Pero aparecía en una telenovela y de golpe era un 10. Hice una película con la China Suárez, que era mucho más chica que yo, y al día siguiente no podía caminar por la calle. Si te agarrás a eso, la cagaste.
Llinás: -También, el medio en general tiende a contar historias de gente joven. Es una lucha instalar otro tipo de historia. Mi caso es distinto porque nunca fui el sex symbol de nada. Lo mío rápidamente giró hacia el humor y esas cosas no importan.
Ahora, en Antígona en el baño, el humor rápidamente gira hacia las tragedias griegas. Verónica Llinás y Esteban Lamothe compartirán por primera vez un escenario. Y, tal vez, por primera vez, habiten un mismo baño.
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