Vacaciones de invierno. Ensueños, el surrealismo cercano al juego infantil, creado por La Pipetuá
Diego Reinhold le imprime ritmo cinematográfico a su puesta en escena, con giros sorpresivos
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Autores: La Pipetuá, Teresa Duggan y Diego Reinhold. Director: Diego Reinhold. Intérpretes: Sebastián Amor, Fernando Selles y Maximiliano Miranda. Música: Fernando Selles. Coreografía: Teresa Duggan. Escenografía: Gabriel Díaz. Vestuario: Nam Tanoshii. Iluminación: Leonardo Muñoz. Audiovisuales: Mauro Parinsetti y Maxi Amor. Sala: Neruda, Complejo La Plaza, Av. Corrientes 1660. Funciones: sábados a las 15, en vacaciones de invierno todos los días a las 15. Duración: 60 minutos.
Es hora de ir a dormir. Wilbur, Vittorio y Marito lucen ya sus vistosos piyamas. Se disponen a ingresar en un universo de lógicas trastocadas, de significaciones absurdas que se disuelven en estallidos de humor. Son los sueños, que los llevan a sumergirse en las aguas más profundas... hasta que alguien retira el tapón del fondo para dejar escapar el agua. Es una escena de bel canto que pasa como por asociación libre al canto de los premios de la lotería. Es la aparición recurrente de una ardilla y un pez, que esconden la inversión de los términos de una pezardilla.
El trío de clowns artesanales La Pipetuá hilvana en Ensueños escenas oníricas apelando al teatro negro y la proyección de imágenes, a la habilidad acrobática y a la creatividad musical jugando con loop que subrayan la tónica circular de algunos sueños. La marcación precisa de la dirección de Diego Reinhold le imprime a la puesta en escena un ritmo por momentos cinematográfico, que fluye de escena en escena con los giros sorpresivos propios del soñar. La música va transportando las imágenes de sueño en sueño.
Incursionan en un surrealismo cercano al juego infantil, permitiéndose a la vez guiños hacia referentes como René Magritte, Salvador Dalí y Edvard Munch, o apariciones mitológicas como las del nahual, un ser sobrenatural que parece cruza de ave, oso, monstruo y simpática mascota.
Sebastián Amor, Fernando Selles y Maxi Miranda –los Pipetuá– recalan por momentos en tonos más reposados de gags verbales, para retomar luego el vuelo más impactante de su capacidad de utilizar recursos tecnológicos en función de su vocación clownesca, de un humor que siempre da la cara actoral, aunque se lancen al espacio escénico impulsados por trucos indescifrables. Y finalmente, el gran desorden aparente de los sueños termina en un dormir apacible, de sonrisa compartida con los pequeños y grandes espectadores.
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