Una parábola del miedo y la violencia
Juegos a la hora de la siesta . De Roma Mahieu. Dirección: Virginia Lombardo. Elenco: Iván Chernov, Tamara Garzón, Sofía González Gil, Enzo Monti, Anita Pauls, Sofía Salvaggio, Estanislao Silveyra y Alejandro Wainstock. Violencia y preparación física: Federico Howard. Puesta sonora: Martín Frontera. Arte: Paz Villar. Iluminación: Diego Kogan. Producción: Andrea Hanna. Asistencia de dirección: Martín Guido. En el Payró. Duración: 60 minutos.
Nuestra opinión: bueno
En 1976, el año en que Roma Mahieu estrenó su primera obra: Juegos a la hora de la siesta , recibió el premio Molière y el Talía. Fue un suceso de público, pero cuando los militares se dieron cuenta de su significado, la prohibieron a principios de 1978 por "su contenido manifiesto de postulados disociantes y la descripción de técnicas propias de la subversión". Cosas de aquella época.
Tuvo pocas reposiciones. Hasta donde puede recordar quien esto escribe, una en 1984, en El Vitral, y otra diez años después, en La Plaza. Es que Juegos a la hora de la siesta es una obra de época, de circunstancia, de momento. Después de haber pasado una dictadura y 24 años de aprendizaje democrático, su intención queda algo anacrónica. Eso ocurre, principalmente, cuando una obra como ésta sufre esa mala idea de aggiornamento . De todos modos, el texto de Roma Mahieu tiene un juego dramático impecable.
La obra muestra a un grupo de ocho chicos en una terraza, en una tarde de juegos. Esa idea sirve para reflejar, a través de la violencia infantil, la opresión sádica y salvaje de la sociedad, desde una visión piramidal, y de los mismos individuos, como comunidad.
Pero la obra tiene una trampa. No es una simple mirada sobre el mundo de los niños, sino que ellos son utilizados como un reflejo de los adultos. Es decir, el sadismo de los mayores queda plasmado a través de las distintas aristas de la brutalidad infantil.
Lo que hacen estos chicos es imitar los comportamientos más salvajes y mezquinos de los grandes. Hay un tirano déspota, amado y temido, algunos "diferentes", el que tiene condición de esbirro, y algún inocente peligroso. Ellos compiten por un status y el miedo es el protagonista principal de estos "juegos". La muerte ronda también, pero el temor que la rodea no es más que miedo a la vida. Es una parábola de la crueldad, expuesta en forma cruda.
Jovencísimos
Las aluciones actuales a la televisión o a la publicidad empañan mucho el texto. Da la sensación de que, en forma pura, se hubiera disfrutado más. Aunque los adolescentes del público se divierten mucho.
Es que el elenco de esta versión no debe sobrepasar los 18 años, promedio. Hábilmente, Virginia Lombardo les dio muchas acciones físicas y evitó el clisé de hacerlos componer a nenes. Asimismo, contó con el excelente apoyo de Federico Howard en las escenas de violencia, que son muchas, y hay un abuso muy importante de escenas sexuales.
Todo el elenco pone mucha fuerza y coraje en la interpretación, pero algunos aún no son profesionales. Corresponde destacar a Estanislao Silveyra, como el líder déspota, en un trabajo físico y de interpretación sin fisuras; a Alejandro Wainstock y a Sofía González Gil.
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