Una obra para exorcizar los demonios internos
Por eso las curitas / De: Macarena Trigo / Dirección: Macarena Trigo / Intérprete: Macarena Trigo / Asistente de dirección: Ariadna Miérez / Diseño audiovisual: Sol Soto y Dalmiro Zantleifer / Diseño espacial: Sol Soto / Colaboración artística: Francisca Ure / Sala: Teatro Brio, Av. Álvarez Thomas 1582 / Funciones: domingos, a las 18 / Duración: 60 minutos / Nuestra opinión: muy buena
"La memoria es como un perro bobo. Le tirás un palo y te trae cualquier cosa", cita Macarena Trigo en medio de unapuesta que la tiene a ella sola, en medio de la escena, dirigida por ella misma y enunciando un texto que además le es propio. Un texto de su autoría que narra sus propias aventuras. Sí, no puede ser más personal e íntima la propuesta y sin embargo Trigologra la distancia necesaria para que podamos meternos en su historia, en su pasado y bucearlo, recorrerlo, acercarnos tanto que lo sentimos próximo aunque éste haya ocurrido a muchos kilómetros, en su España natal.
¿Qué es una curita sino un vendaje que protege una herida del exterior? Como si el teatro, la literatura, o la mixtura de ambos en esta puesta la salvaran, la protegieran de ese exterior que ha sido duro, Trigo expone su pasado. Decide revivirlo e incluso nos ofrece unas ilustraciones, unas fotos, materiales de archivo que se filtran y ayudan a tejer con más precisión y delicadeza esta historia. Con proyecciones detrás de ella, sobre ella, al costado de ella, el pasado está ahí, en presente, colándose como loco, despiadado. Y aunque la historia esté hilvanada de forma tal que podemos recorrerla con cierta prolijidad y cronológicamente, hay algo de ese perro bobo que se cruza: un recuerdo llama a otro y así en un tejido infinito que terminará solo cuando la relatora y protagonista decida poner punto, un punto ficticio, uno de los tantos posibles en su historia de vida.
Esa mujer que relata su vida, nació paria. Hija de un padre que fue a comprar cigarrillos y nunca volvió y de una madre que vio la maternidad como un obstáculo para su libertad, encontró la contención en un internado estatal de monjas. De los 7 a los 17 años fue una 12 D modélico (así, aclara, se nombraban a los internos) y solo los fines de semana y en las vacaciones volvía a ser hija. Su gesto es frío como si los recuerdos hubieran perdido peso y se hubieran quedado lejos. El humor se filtra en los relatos, o será que la crudeza (en la narración y en las historias mismas) alcanza un punto tan alto que lo que nos queda es la risa liberadora y catártica. De una forma u otra, el modo que tiene Trigo de viajar al pasado y llevarnos a nosotros tiene destellos cómicos.
Las proyecciones interactúan con la actriz-directora en una especie de comunión que enriquece el cuento: ilumina el pasado y las imágenes se convierten en un actor más. Es que sí, aquí la memoria, esa que selecciona a su antojo, es la protagonista.
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