Adaptada por Marcos Arano Forteza y Gabriel Graves, la protagonizan Abian Vanstein y Vanesa González; es una puesta ambiciosa, con música en vivo y la convicción de que la obra tiene fuertes resonancias en el presente.
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Tito Andrónico es conocida como la obra más sangrienta de William Shakespeare. Ambientada en los últimos años del Imperio Romano, está protagonizada por un personaje siniestro que ordena sin miramientos mutilaciones, violaciones y sacrificios humanos de sus adversarios. Tiene una versión cinematográfica, Titus (1999), en la que el gran actor británico Anthony Hopkins asumió el papel principal. Y desde el próximo lunes estará de nuevo en la cartelera porteña: la compañía La Idea Fija estrenará en el teatro El Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857) una nueva lectura de la polémica pieza, titulada Tito, la peor tragedia de William Shakespeare, protagonizada por Abian Vanstein, Vanesa González, Santiago Cejas, Dario Chiocconi, Juan Pablo Galimberti, Manuel Lorenzo y Federico Tombetti. “Es una versión alucinada de la obra más cruel de Shakespeare. Una tragedia que se convierte en comedia, una comedia que se convierte en pesadilla, una pesadilla que retumba en el presente”, aseguran Marcos Arano Forteza y Gabriel Graves, autores de la adaptación.
“Desde sus inicios, Tito Andrónico se consideró una obra floja de Shakespeare, incluso censurable por su violencia desbordada. En lo formal, es una tragedia de venganza –explica Arano Forteza, director, dramaturgo, docente y actual coordinador pedagógico de la Escuela de Teatro Clown, Máscaras y Música Malvado Colibrí–. Pero hay una enorme lucidez en el original, que denuncia cómo una venganza llama a otra. Esta multiplicación de violencias lleva a un frenesí del que es muy difícil escapar. Y en ese punto, que es muy serio, la obra pone en evidencia la futilidad y el ridículo de todas nuestras venganzas. Es una adaptación en verso, algo que nos forzó a un tipo de escritura y de trabajo actoral distintos a los más habituales. En el elenco una misma persona puede interpretar papeles femeninos y masculinos, una actriz le puede poner el cuerpo a la víctima y al victimario. Y la puesta tiene muchos elementos metateatrales, brechtianos si se quiere, que son característicos de nuestras obras. Lo inacabado y el rol que se le da al público de completar lo que está viendo se enfatiza con fuerza desde la concepción del espectáculo, desde lo lumínico y lo espacial”.
El inicio de Tito Andrónico presenta a dos facciones políticas irreconciliables que pugnan por ser electas. Para peor, las lideran dos hermanos. Esta ‘grieta’, para usar un término que nos permite establecer una conexión de la obra con el presente, atraviesa toda la trama y se va reflejando en luchas que provocan escenas de canibalismo y un reguero de cadáveres. “Hay un mecanismo que recorre las obras de Shakespeare, muy bien analizado por el filósofo francés René Girard, acerca de los dobles miméticos, el frenesí y el furor que eso conlleva –señala Graves–. Dos personajes pugnan por el mismo objeto, pero lo hacen porque hay una envidia por el deseo ajeno. Y eso, parece notar Shakespeare, es contagioso, exacerba las venganzas y la violencia. Si no hay nadie que detenga esta dinámica, esto crece hasta el absurdo. Se ha dicho que si la obra durase un acto más, habría que salir a matar al público” (risas).
Para llevar adelante el trabajo de adaptación, Arano Forteza y Graves recurrieron a los consejos y el apoyo de expertos como Sergio Amigo y Jorge Dubatti. En ese proceso, los dramaturgos encontraron más de una señal que vincula a Tito Andrónico con la actualidad. “Es como si Shakespeare hubiese deducido situaciones que pasaron siglos después. Hay que entregarse a la evidencia de que la obra es sabia –dice Arano Forteza–. No descubrimos nada si decimos que Shakespeare es un enorme autor, pero también entendimos que los suyos son textos con los que no conviene hacerse el piola, sino ver qué de ellos reverbera en el presente. Aunque escribimos todo de nuevo, los mejores chistes y las mejores situaciones son suyas, respetamos su estructura de cinco actos y nunca nos pusimos por encima del referente ni pensamos que es una obra vieja sólo por los siglos que tiene encima. Nos dimos cuenta que Tito Andrónico es el germen de las obras más conocidas del autor, que su bestialidad no es caprichosa y que dialoga enormemente con todo un corpus y una visión sobre la humanidad”.
En ese diálogo abierto con el original, hubo un encuentro gozoso con la versatilidad de la obra de Shakespeare que permitió arriesgar con algunos experimentos metatextuales, algunos explícitos y otros más sutiles: “Vamos de Ezra Pound a Súper Hijitus, de Büchner y Brecht a Hilario Ascasubi, de Hegel y Marx a Maradona. Y esto, que puede parecer un dislate, extrañamente arma un todo coherente en escena. Quien quiera referencias textuales, también se verá complacido. Quien quiera conocer la lamentable historia de los Andrónico, no va a quedarse afuera. Quien quiera ver máscaras y momentos clownescos o quien quiera sumergirse en el horror de la tragedia, podrá satisfacer ese deseo”, asegura Graves.
Los que se acerquen a ver esta versión de Tito Andrónico no se encontrarán con una “obra de living”. La idea de esta puesta es replicar aquella Roma convulsionada del fin del imperio y, al mismo tiempo, recrear la propuesta isabelina. “Eso es un trabajo de devastación, de quitar capas hasta que quede lo esencial. Que el público construya con nosotros una escena que sucede en un campo y un instante después en el Capitolio –sostiene Arano Forteza–. Hicimos una puesta ambiciosa. No sabemos hacer obras que no sean ambiciosas, aunque no confundimos lo ambicioso con lo fastuoso o pretencioso. Es muy importante la música en vivo, a cargo de Leo Costa, un artista que, sin venir del palo del teatro, nos ayudó a crear la atmósfera seductora y pesadillesca de la propuesta”.
La expectativa con la que la compañía llega a la obra es buena, más allá de las dificultades evidentes que sufre el teatro luego del largo paréntesis provocado por la pandemia. “Las condiciones no están a nuestro favor: vamos un lunes con una obra de Shakespeare en una sala enorme, pero no vamos a hundirnos en la queja ni en la derrota –argumenta Graves–. Si las salas ya no convocan por sí mismas, si el mejor autor de todos los tiempos no es un atractivo en sí para la mayoría del público, si un equipo que viene trabajando, invirtiendo y dejando alma y vida para llevar a cabo un proyecto diferente no es suficiente para que el público quiera y pueda sacar una entrada, no está muy claro cómo seguir haciendo teatro. La nuestra es una elección vital, seguimos porque es lo que sabemos hacer. Lo nuestro siempre ha sido un teatro de resistencia, de trinchera. Vamos al frente con este tipo de propuesta que está por fuera de cualquier lógica especulativa”.
Para que la actividad se recupere, eso es indiscutible, son necesarias políticas públicas activas que por ahora han aparecido en cuentagotas. “Cerraron salas, se cayeron muchísimas propuestas... nosotros tuvimos que dejar una obra a una semana de estrenar... el teatro se transformó –detalla Arano Forteza–. Las sugerencias para que esto cambie tienen que surgir, creemos, desde la horizontalidad y desde la unión. También por eso somos compañía. Hubo avances en ese sentido, asociaciones que se formaron y que será un desafío mantener cuando la urgencia de la pandemia se diluya. Como sea, creer que esto se va a arreglar desde arriba es un poco ingenuo, el trabajo siempre es trazar puentes solidarios entre circuitos y modalidades. Esta obra también cruza prácticas y lenguajes, son actores que vienen de universos muy distintos. Está el núcleo duro de la escuela y la compañía que tiene un recorrido compartido, que comparte códigos, que maneja la propuesta interpretativa, ideológica y estética que venimos desarrollando desde hace años. Y a eso se suman actores superlativos como Abián Vainstein y Vanesa González”.
Para agendar
Tito Andrónico
Dirección de M. Arano Forteza
Lunes, a las 20.
El Picadero, Pje. Enrique Santos Discépolo 1857
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