En coproducción con el Festival de Aix-en-Provence, la obra promete convertirse en una impactante realización que cautivará a los asistentes
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Primero, el despojo: un suelo de barro y un ambiente húmedo, oscuro, impredecible. Un olor nauseabundo se escapa entre las grietas del terreno. La escena devela un tiempo abandonado en el tiempo, la sensación de estar esperando otra era que está punto de romperse y revelarse. De pronto, el aire se vuelve más tenue y sin perder el peso de la tensión, la intuición reconoce que es la calma antes de la tormenta. Como una flor que brota en el medio de la trinchera, el caballo más blanco y más bello del mundo pisa el escenario.
La imagen es la del comienzo de una de las puestas más ambiciosas del Teatro Colón: Resurrección, la sinfonía Nº 2 de Gustav Mahler con dirección de escena de Romeo Castellucci y dirección musical de Charles Dutoit al frente de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. La obra, que se estrena el martes 7, busca convertirse en una conmovedora propuesta que conmemora las cuatro décadas de democracia en el país. La producción cuenta con más de 300 artistas y un escenario con casi 600 metros cúbicos de tierra, una máquina excavadora, un sistema de agua y un caballo en escena.
“Necesitamos un caballo de cuento de hadas” disparó la productora como quien lanza un panadero al aire pidiendo un deseo a Picky Minuzzi del Club Hípico de Benavídez. “Ya sé a quién estás buscando”, se sonrió Picky cuando pensó en Tartufo, su caballo “princesa”, su caballo estrella. Durante muchos años, Tartufo perteneció al mundo de la equinoterapia y su domadora practicaba monta gemela con chicos cuadripléjicos con él. “Tiene un temperamento especial, es muy manso. Supimos que él era el indicado para la obra por sus características físicas y por ser un animal dócil, acostumbrado a hacer shows”, detalla Minuzzi. Tartufo apareció en varias publicidades interpretando al “caballo blanco de San Martín”y a “caballo de princesa” y fue el elegido por Castellucci para la obra. Si sucede algún imprevisto, ¿qué hacen? “No creo que suceda, él está acostumbrado, tal vez tenemos que encontrar una forma de aparecer en escena para calmarlo llegado el caso”, explica Minuzzi.
La domadora insiste en que cuando hay un animal, es la producción la que tiene que estar al servicio del caballo y no al revés. Adriana Peggerole es la “coprotagonista” de Tartufo. En el ensayo del miércoles en La Rural, apoya sobre el escenario las golosinas favoritas del caballo: zanahorias y manzanas. “Lo importante de los ensayos es que lo vamos acostumbrarlo a la rutina, a que toda sus acciones se vuelvan automáticas”, señala Peggerole.
Leonardo Kreimer es el director asistente hasta que la mano derecha de Castellucci, Filippo Ferraresi, llegue a la Argentina y tome su lugar. En diálogo con LA NACION, destacó las particularidades de montar este espectáculo: “Constantemente hay que solapar la artística y la técnica. Vas a encontrar desde una pala excavadora, caballos, tierra, agua, pruebas de lluvia…tenemos la complejidad de darle el tiempo a un elemento tan variable como el caballo para que se aprenda el recorrido. Hay que establecer protocolos muy detallados para aprender todo lo preciso y precioso del show”. Kreimer subraya la emocionalidad de la obra y su significado: “La primera lectura que cualquier espectador va a hacer es contundente e inoperable, y después cada uno hará su propio viaje, su propio camino según su historia. En escena lo que pasa, pasa y será con un gran nivel de hiperrealidad que por supuesto, conmueve”.
El escenario mide 54 metros de ancho y 35 metros de profundidad y contiene dos rampas de acceso para vehículos, además de un sistema de agua y de desagote. Gabriel Caputo, el productor técnico de la puesta, destaca el desafío que representa instalar una producción con estas características en el país: “Es un trabajo lindo pero arduo, porque sale del esquema estándar. Es una puesta que tiene un nivel internacional y al hacerse en un lugar no convencional son muchas cosas a tener en cuenta”. El predio de La Rural cumplió con los requisitos de la producción y obtuvo el visto bueno de Castellucci. Durante febrero, el equipo técnico elevó el escenario para formar el pozo de orquesta, construyó plataformas de distintos niveles para que el maestro Dutoit pudiera ver a todos los músicos y viceversa, diseñó un circuito de TV para los músicos y técnicos y montó 1950 butacas.“Necesitábamos un espacio que no fuese un estadio, que pudiese transformarse en un espacio bucólico pero que además tuviera las condiciones necesarias para la puesta y las comodidades para el público”, señaló Caputo.
Durante un mes y medio se trabajó en la compleja ingeniería que demandaba el montaje y se desplegó maquinaria pesada para que el equipo creativo y el de producción pudieran coordinar la forma estética de la tierra en escena. Otro de los grandes desafíos que destaca el productor técnico fue el de diseñar un sistema de lluvia: “Hicimos una investigación con técnicos especializados que trabajaron con Fuerza Bruta para diseñar la eyección y el desagote del agua. Empezamos con el montaje el 10 de febrero, y desde ese día trabajamos todos los días veinte horas por día para que todo funcione en las condiciones que requieren las habilitaciones del predio”, asegura Caputo.
La producción también cuenta con un taller de reparación de los 150 cuerpos de utilería que aparecen en escena. Este equipo se encargará de la limpieza, el mantenimiento y el rearmado de todos los props una vez que termina la función. Bruno Mesa, Antonela Funsenecco, Romina Stein y Martín Puss son realizadores escenográficos, y fueron convocados para esa acción. “Trabajar en el mantenimiento de los cuerpos que aparecen en escena es intenso. Es un trabajo manual muy minucioso. Usamos látex y silicona para empatar con el color humano y cada pieza tiene una estructura de hierro para recrear el peso real de un cuerpo humano y respetar la veracidad. Nos encargamos de limpiarlos y humedecerlos para que las articulaciones no queden rígidas”, explican.
Caputo resalta orgulloso el trabajo de todo el equipo. “Todo lo estamos haciendo a buen ritmo y es una producción casi épica. Son 1950 butacas y además contamos con un equipo de sonido de última generación para lograr buena acústica. Queremos que la percepción sonora del espacio sea óptica. El equipo de iluminación también es de lo más novedoso. El equipo de Romeo está conforme con toda la labor. Es gratificante saber que estamos al mismo nivel que el Festival de Aix-en-Provence Francia. Estamos muy felices, ansiosos y expectantes. Esto lo hacemos con una vocación muy grande”, cierra el productor técnico de lo que promete ser una de las apuestas artísticas más grandes del año.
Las funciones se realizarán desde el martes 7 hasta el domingo 12 de marzo a las 20.30 horas en el Pabellón Ocre de La Rural, Sarmiento 2704, como parte del Ciclo Colón en la Ciudad. Las entradas ya están a la venta en www.teatrocolon.org.ar y en la boletería del Teatro Colón, Tucumán 1171, de 9 a 17 horas.
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