Una intrigante comedia negra
Gato en tu balcón
Autor: Luis Sáez/ intérpretes: Daniel Di Cocco, Priscila Lombardo, Roberto Ponce/ espacio escénico y dirección: Enrique Dacal/ sala: Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543/ funciones: sábados, a las 22,15/ duración: 60 minutos/ Nuestra opinión: buena
Tres criaturas sumamente desangeladas se cruzan en escena con la intención de develar algunos aspectos de sus vidas oscuras. Seres solitarios, conflictuados. En general, en la dramaturgia de Luis Sáez, los personajes poseen un costado intrigante y sus historias exponen una complejidad que no resultará sencillo reconocer a primera vista.
En Gato en tu balcón, esa constante aparece reforzada. Un psicoanalista, su hija, uno de los pacientes del médico, van exponiendo en pequeñas situaciones sus mundos privados que, en apariencia, no están muy concatenados. Cada uno parecería estar cómodo en su presente, aunque cuando se enfrenta a otro personaje no podrá menos que mostrar cierto desequilibrio emocional que no sólo pone en crisis su conducta, sino que, a la vez, posiciona al espectador de una manera diferente frente al drama.
El psicoanalista pivotea entre la compleja historia del hombre al que atiende, quien duda de que verdaderamente su doctor sea un profesional titulado, y una hija cuya rebeldía no logra dominar. El paciente sueña con gatos muertos en su balcón mientras observa por la ventana de su cuarto a una mujer desnuda a la que le toma fotos y de a ratos recuerda una supuesta relación sexual con su madre. La muchacha hace alarde de su juventud y juega libremente a ser una niña traviesa con su padre y una mujer extremadamente provocadora con ese vecino que le toma fotos, en apariencia, bajo su aprobación.
Un triángulo difícil de catalogar, con perversiones acentuadas. Sus vidas parecen cruzarse por azar, pero en verdad Sáez decide que únicamente el destino los ha obligado a mezclarse. Si no fuera así no podrían encajar en esa porción de sociedad disfuncional de la que escapan para decir presente sobre un escenario.
Personajes de máscaras complejas, Enrique Dacal logra aportarles unas cualidades especiales que los fortalecen en sus maneras de ser. El director dibuja en el espacio con cierto trazo grueso acentuando el desquicio de cada uno y va encontrando una dinámica, un ritmo, que hace que las situaciones crezcan en intensidad y ciertas intrigas vayan cerrándose de manera no sólo formal, sino además provocando inquietud en quien observa.
Los intérpretes recrean a estas criaturas remarcando sus costados más vulnerables, que posibilitarán a los espectadores reconocerlos de manera directa. No dejan lugar a la sorpresa y cierto misterio, por momentos, se quiebra. Aun así la obra promueve interés. Muchas de las situaciones que juegan Di Coco y Ponce resultan en extremo efectivas.
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