Una dolorosa experiencia familiar
La dramaturga y directora Mónica Salerno crea una historia pequeña pero potente
Albina. Fábula suburbana. Dramaturgia y dirección: Mónica Salerno. Intérpretes: Luciana Mastromauro, Tatiana Sandoval. Diseño escenográfico: Federico Barreiro. Diseño de luces: Fabricio Ballarati. Realización de vestuario: Leyla Antezana, Mimí Saavedra. Sonido: Mercedes Rondina, Mariana Delgado. Maquillaje: Lorena Salerno. Asistente de dirección: Leyla Antezana. Asistencia y entrenamiento actoral: Jorge Román. En el Teatro del Pueblo (Roque Sáenz Peña 943). Jueves, a las 21. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena
En un paraje apartado dos hermanas cuidan a su padre enfermo mientras espían, a través de una ventana o una puerta, la difícil realidad que acontece fuera de la casa. Una de las hermanas es albina y, ese blanco natural que la domina, de a ratos, dicen que le trae suerte pero, su desdichada vida crece, mientras un patrón va cobrando una deuda que aumenta y que la familia no puede pagar. Salir de la casa se impone y los resultados verdaderamente son duros.
La historia de Mónica Salerno es pequeña en su estructura pero sumamente potente en el diseño de los personajes y en la elaboración de una trama que provoca un constante interés en el espectador. Las dos hermanas crecen con fuerza a lo largo de la acción y completan así un mundo oscuro, muchas veces cruel y, si algo de tierna humanidad domina a estas mujeres al comienzo de la pieza, la devastación final las tornará de una complejidad angustiante.
Mucha sensibilidad
En tanto directora, Salerno ha sabido guiar esa historia con mucha sensibilidad y completa su texto a través de una puesta con muy buenos logros. Cada situación está trabajada a fondo y no sólo se percibe con rigor la relación de las hermanas sino, además, el afuera de esa habitación que las contiene. La presencia de los hombres es fundamental y, aunque nunca aparecen, sus existencias son determinantes a la hora de definir los vaivenes de las conductas de las muchachas.
Dos muy buenas interpretes -Luciana Mastromauro y Tatiana Sandoval- aportan a esos personajes mucha riqueza y logran unas construcciones muy acabadas en las que la ternura y el dolor se dan la mano de continuo. Y aunque algunas chispas de humor posibiliten al espectador no quedar encerrado en ese mundo que se muestra, hay allí una dolorosa experiencia familiar.
Un acertado diseño escenográfico de Federico Barreiro se ve completado con la certera iluminación de Fabricio Ballarati.
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