Una brillante propuesta de Loza
LA MUJER PUERCA / Dirección: Lisandro Rodríguez / Texto: Santiago Loza / Intérprete: Valeria Lois / Asistente de dirección: Camila Gómez Grandoli / Escenografía y vestuario: José Escobar y Lisandro Rodríguez / Diseño de luces: Matías Sendón / Producción: Natalia Fernández Acouier y Elefante Club de Teatro / Sala: Elefante Club de Teatro (Guardia Vieja 4257) / Funciones: Sábados, a las 21 / Duración: 50 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
Cuando los espectadores entran a la pequeña, pero multifacética sala de Elefante Club de Teatro se topan con un espacio vacío, con sillas arrinconadas en las paredes y una especie de tarima con una mesa y una silla que, se supone, será el espacio escénico. Así que una de las primeras tareas que debe hacer el público es ubicar las sillas de forma tal que todos vean, que todos entren, decidir cuán cerca de aquella tarima desean estar y demás situaciones que hacen que uno se comprometa de entrada con la obra. Una especie de juego, desconcertante, que refuerza la idea de la necesidad de espectadores activos, participantes, atentos.
Una vez que están todos ubicados comienza la obra. Sobre aquella tarima, una parrilla de luces muy original será la encargada de generar los climas necesarios para que Valeria Lois interprete un papel mayúsculo. El diseño de luces a cargo del talentosísimo Matías Sendón se impone en la escena y participa activamente. Una luz blanca, fría, ilumina a la actriz que comienza su relato, primero tímido, tranquilo, en el que incluso narra anécdotas graciosas que generan una cierta risa cómplice en los presentes. Es una mujer común, de pueblo, que siempre quiso ser santa y nunca lo logró. Tiene fe, es creyente y en la mesa está la imagen del Sagrado Corazón de Cristo, un rosario y hasta una Biblia.
Poco a poco va contando historias simples de pueblo, de apariciones, mitos, creencias, milagros pequeños, gente devota. Fuertemente arraigada en la religión, justifica todo a partir de allí y entonces la lógica, la ciencia, lo racional, queda completamente fuera del pensamiento de esta mujer. Sin embargo, el relato sigue, y aquella ingenuidad se va transformando en una historia con muchas dificultades, con mucho dolor. Una mujer paria, huérfana, a la que el mundo parece haber olvidado por completo, se enfrenta a situaciones extremas a lo largo de su vida, siempre al servicio del prójimo, aun cuando éste resulta ser de lo peor. Siempre, en nombre de Dios, lo entrega todo.
El texto de Santiago Loza, una vez más, es brillante y deja claro que estamos frente a uno de los dramaturgos más potentes del momento. Junto con Lisandro Rodríguez, en la dirección, la dupla parece tener mucho para seguir aportando al teatro actual. Valeria Lois, en un papel por demás difícil, demuestra su capacidad actoral infinita, con todos los matices posibles en menos de cincuenta minutos. Un equipo inmejorable que propone un unipersonal por demás contundente.
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