Un thriller filosófico del Siglo de Oro
Los versos de Calderón de la Barca llegan de la mano de un niño terrible de la escena europea
"La cultura o es híbrida o no va a existir. Europa está muy vieja, necesita de la mezcla. En mis últimos espectáculos la gente sale preguntándose si es ópera o es teatro o es una instalación. Está bien. Me estimula esa confusión. Si no tienes arte, espiritualidad o amor, la vida es un poco trivial."
Habla Calixto Bieito, el director español que el viernes estrenará en el Teatro San Martín La vida es sueño , el texto de Pedro Calderón de la Barca. El mismo que ahora está ensayando y le dice a Sebastián Rosso, el cómico de esta tragicomedia de más de tres mil versos: "Anda, busca otra pipeta con más agua y prueba. Durante todo ese largo monólogo de Osvaldo [Santoro] lo tienes que mear. Es fantástico, tío, créeme". Bieito es el mismo filólogo hispánico que suele montar en las salas del mundo régies en las que abraza lo pop, lo fashion y lo erótico en puestas que despiertan pasiones y enojos. Claro que, lejos de todas esas investiduras de niño maldito ya entrado en los cuarenta, podría ser el vecino que pone una cuota de humor a la reunión de consorcio.
-Antes de presenciar el ensayo de anteanoche, pensaba que me iba a encontrar con el típico divo malhumorado. Sin embargo, instalás un código de trabajo sumamente relajado y orgánico.
-Intento dejarme fluir y que a la gente le pase lo mismo. Y tener claro lo que vas a explicar siendo permeable a las personas y, más allá de las personas, a los artistas. Pero esto es, simplemente, teatro; no es una operación a corazón abierto.
Aunque en sus puestas operísticas pone todo en el escenario, en La vida es sueño, que está montando por cuarta vez, apela a una puesta con mínimos elementos escenográficos: un sillón enorme y pesado; un espejo más enorme, que tiene algunos desplazamientos, y un gran círculo de pedregullo en el que los actores literalmente entierran su patas (así de visceral, así de guarro, así de real). "Con este espectáculo no he hecho una deconstrucción, como suelo hacer. Aquí quiero que esos actores vivan el ahora. Quiero que la esencia de Calderón llegue a un público de hoy. Si te conectas con 20 o 25 frases del espectáculo, ya está muy bien. Quiero que veas a una especie de thriller filosófico en el cual pasan muchas cosas sin parar. Los personajes hablan y hablan. Explican sus vidas y explican la vida del otro. Se agreden con el texto. Se pegan. Pues, bueno, así está escrito. Es una obra de acción, de misterio y de poesía, en la que hay que combinar muy bien esos tres componentes. En la época era una obra ante la cual, ¡hostia!, la gente se quedaba impresionada."
Y de buenas a primeras, se imagina a aquel público del 1600 exclamando: "¡Guaaa, entra el rey!". Al instante, diciendo: "¡Vaya monólogo!". Y cuando se repone de ese largo parlamento en verso, pensando: "Huyyy, ella no sabe que su padre...". "La gente se quedaba impresionada -dice con la certeza de haber estado codeándose entre aquel público-. Ahora tienes que lograr esa impresión, ese suspenso. Es una obra a caballo. Es muy bonita para hacer, pero muy dura para los actores."
Tiempos violentos
En otro momento, en otra charla, en otro aquí y ahora, Joaquín Furriel se sube al caballo y acota sobre el trabajo para elaborar su Segismundo: "Cuando arrancás con un largo monólogo, apuntás hacia donde termina. Lo desarrollás de manera barroca, barroca, barroca... y, ¡paf!, recuperás lo primero para terminar con lo que habías arrancado. Si ponés lo primero pensando que en lo barroco es importante todo, se transforma sólo en una cosa de textos bellos, cosa que Calixto detesta. El procedimiento que aplica tiene que ver con la energía, con la dimensión expresiva. Por eso, a todos nos llevó al borde de lo que podemos dar".
Lo duro del trabajo es algo que los actores saben muy bien (sus rodillas, ésas que varias veces se desploman sobre el pedregullo, también). "Sí, es duro. Pero es bueno el contraste entre esa cosa brutal, como el suelo, y esas palabras hermosas. Es necesario el contraste entre los vestidos elegantes y los aspectos más crueles del texto", apunta Calixto.
- Parece ser un trabajo de tonalidades y texturas. Ese sacón que usa Patricio Contreras es como si fuera la versión exacerbada de Maradona [o Madonna, da lo mismo]. O el look de Joaquín Furriel se parece a una versión de un actor de La Fura dels Baus de los inicios...
- Sí, claro. El personaje de Joaquín es una especie de prisionero de todo el siglo XX. Por eso tiene ese look furero , como dices. La vida... es un viaje cargado de pesimismo, un viaje hacia la desilusión y de la desilusión al miedo y a la desconfianza. Y es un viaje con muchas dosis de actualidad A estas alturas, espero que pueda regalarle a Buenos Aires algo de ese viaje a la nada que hace Segismundo. Esta ciudad es una ciudad con mucho viento. Y todo es viento.
Viene de montar Parsifal, en la Opera de Stuttgart, y un trabajo que presentó en Bergen, Noruega. Es director de un festival en Castilla y León dedicado al cruce de disciplinas artísticas. En los últimos años, está montando de cuatro a cinco espectáculos ("Vengo un poco tarado"). Para sostener la línea de expresionismo español que va de Goya a Buñuel que tanto le fascina, vino a Buenos Aires a elegir al elenco dos veces más de lo previsto porque los tonos que buscaba para su partitura escénica no le cerraban. Al único que conocía era a Patricio Contreras, el resto (Furriel, Santoro, Muriel Santa Ana, Ana Yovino, Lautaro Delgado, Sebastián Rosso, Enrique Federman y Hernán Cuevas) los descubrió aquí.
"Yo no conocía a Calixto, pero cuando estaba haciendo Rey Lear , Horacio Peña me habló tanto de él que me moría de ganas de estar acá", cuenta ahora Furriel, quien, desde que supo que haría de Segismundo, se mató varios meses en un gimnasio para poder enfrentar una puesta de un enorme esfuerzo físico durante la cual manipula unas cadenas que pesan 13 kilos. Para la puesta, el elenco comenzó a trabajar hace dos meses con un asistente suyo y, hace un mes, llegó él "y puso nafta -señala Muriel Santa Ana, quien enfrenta el enorme desafío de darle vida a Rosaura-. Nos agarró en un momento en el cual ya necesitábamos esa energía volada, estallada".
"Me he equivocado en los casting, claro, pero tengo buena intuición -apunta quien, para la repetida estructura del San Martín en lo que se refiere a invitación de directores extranjeros, a priori, la presencia de Bieito representa una bocanada de aire fresco-. Más allá de las voces y los registros, necesitaba actores con ganas de hacer la obra. El teatro no se puede hacer sin ilusión."
Paradojas de cierto destino, el director español más internacional aprendió a montar La vida es sueño en lengua inglesa cuando montó esta obra en Edimburgo, Londres y en Nueva York. "Aprendí con los actores británicos algo muy shakespeariano: que esto es un teatro alejado de la tradición romántica, de la tradición psicologista y del naturalismo. Aprendí que tiene más que ver más con una especie de concierto, una especie de juego entre los actores y el público, y entre los mismos actores. Así me liberé del ritmo español, del verso", apunta.
-Solés hablar de la musicalidad de Calderón y, la otra noche, varias veces señalaste lo bien que suena Calderón en porteño.
-Es que suena muuuy bien, tío. Es extremadamente hermoso sentir la fuerza de una lengua. Aparte, el futuro es la mezcla de las cosas.
PARA AGENDAR
La vida es sueño, de Calderón de la Barca.
- Teatro San Martín, Sala Martín Coronado, Corrientes 1530 . Estreno, viernes 16. Funciones, de miércoles a sábado, a las 20.30; domingos, a las 20. Platea: $45; pullman, $30.
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