Un realizador que se multiplica
Con una comedia en Mar del Plata y dos unipersonales próximos a estrenarse, Manuel González Gil reparte su tiempo con montajes en la Argentina, México y España
A menudo se utiliza el término "realizador" como sinónimo de director. Manuel González Gil ingresa dentro de este selecto grupo de personas capaces de crear y representar ficciones, con don de mando, carisma, creatividad, un criterio estético y una alta cuota de sensibilidad. Sin embargo, el primer sustantivo le cabe mejor. Es un realizador. Hace y mucho. Trabaja de modo tenaz para lograr puestas de diversos géneros y sus espectáculos se verán en 2015 en México, Buenos Aires, la Patagonia, Mar del Plata, Madrid e incluso recorrerán los Estados Unidos.
En 2012 el productor mexicano Sergio Gabriel lo convocó para montar Filomena Marturano en el Distrito Federal. El lugar elegido para esta incursión fue nada más y nada menos que la sala Insurgentes, allí donde un mural de Diego Rivera custodia el arribo del público. El espectáculo fue un suceso, sólo superado por otro suceso casualmente concebido por González Gil, Made in México (ver recuadro). También en cartel en tierras aztecas se pueden encontrar otras tres obras suyas: No seré feliz pero tengo marido, con Sylvia Pasquel; Extraños en un tren, en su nueva temporada; y Un encuentro inesperado, con la diva Lucía Méndez y Mauricio Herrera [la versión argentina se puede ver en Mar del Plata, en el Auditorium, con Virginia Lago y Héctor Giovine, llamada Cuando florece el corazón].
En el fondo de la casa de González Gil hay una sala de ensayo en un espacio que hace algunos años fue pensando para construir una pileta. En este hogar de artistas [su mujer, Ana Lascano, y sus hijos Sofía, Francisco y Manuela], no bien se ingresa, se encuentra el escritorio del director y en esa sala un enorme pizarrón. Allí está deglosado por escenas y unidades Una atracción fatal, su flamante puesta que acaba de estrenarse en el Roxy, de Mar del Plata, con Raúl Taibo, Mónica Ayos y Marcelo De Bellis. Este texto de Neil Simon, una comedia en estado puro, fue un proyecto que los tres actores querían realizar juntos desde hace algunos años.
González Gil también dirigió este año dos unipersonales. El primero, protagonizado por Gerardo Romano, Un judío común y corriente, cuya sala y fecha de debut se definirá en breve; y, el segundo, Se nos fue María y mi vida es un caos, con María Valenzuela, que inicia una gira que parte desde Necochea y recorrerá La Patagonia.
-¿Cómo es tu método de trabajo? ¿Cómo hacés para montar en simultáneo varias obras?
-Están súper organizadas. Tengo un cuadernito y el pizarrón, pero después suplico que nada de todo eso quede. Que estos esquemas sean sólo un disparador y que luego desde la interacción de los ensayos, donde nos encerramos para apasionarnos con lo que queremos contar, salga algo superador de mi propuesta. A mí me gusta escuchar. Hay que estar muy atento a lo que dicen los actores. Hablando, ellos sueltan ideas y las tomo. A veces no se dan ni cuenta de que lo dicen es fundamental. Lo recogo y después les digo: "Mirá, esto lo hiciste vos".
-Lía Jelín con Toc Toc, Javier Daulte con Un dios salvaje, Daniel Veronese con Quién le teme a Virgina Woolf? todos directores argentinos haciendo obras en México, ¿Por qué pensás que se da este fenómeno?
-En la Argentina se dio en los últimos años un hecho particular. El escenario comercial se alimentó de directores que no fueron comerciales en sus inicios y eso le dio mucha calidad y buen nivel. Hoy no puede haber una obra con mal nivel o floja en el teatro comercial, es raro que esto ocurra. En México están apareciendo nuevos y buenos directores, con puestas interesantes, como Wicked, pero el nivel argentino es excelente, no quiero decir superior, pero sí, altísimo.
-¿Qué tienen en común tus obras? ¿Cuál es tu búsqueda?
-Soy muy simple. Hay una frase de Clint Eastwood que dice: "Escupime, pisame, golpeame, pero no me aburras". Eso es lo que intento hacer con mis espectáculos. Busco entretener en todos los géneros que abordo, en un unipersonal pensante como el de Gerardo Romano, o uno gracioso como el de María Valenzuela. Quiero que el que esté sentado en la platea esté en estado de atención. Como espectador, no me perdono el aburrirme en un teatro. Sufro cuando me pasa.
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