Un primer actor de la escena con el perfil más humilde
Luis Campos suele ser convocado por los mejores directores; es una figura del circuito independiente y del teatro oficial, donde ya lleva cerca de cincuenta obras
Conmemoró cincuenta años con la actividad teatral y su espíritu de trabajo se mantiene intacto. Luis Campos es de esos primeros actores que no necesitan de la televisión. Por ese motivo se autodefine como "una rara avis" que ha podido sobrevivir exclusivamente gracias al teatro. La televisión es un medio que desde joven le resulta hostil y solo en contadas ocasiones decidió participar en ella. El teatro comercial y el cine tampoco son campos muy transitados en su carrera. Pero en el teatro alternativo y en el oficial se mueve con mucha libertad. En el primero se animó a procesos de investigación que hasta hoy se recuerdan, como Malambo para Ricardo III (siete años en cartel), dirigido por Claudio Nadie, en la década del 80. En el San Martín y en el Cervantes formó parte de cerca de cincuenta producciones. Su último trabajo en el primero fue Bajo el bosque de leche, de Dylan Thomas (2017), con la dirección de Mariano Stolkiner y Gustavo García Mendy.
Dos proyectos lo tendrán ocupado durante la primera mitad del año. Acaba de estrenar en El Método Kairós La mosca blanca, una pieza de Eduardo Rovner que, con la dirección de Gaby Fiorito, recrea junto a Gabriel Wolf y Rocío Ambrosoni. A partir de mayo repondrá Ubú, de Alfred Jarry, versión y dirección de Andrés Bazzalo, en Andamio 90.
Esta es la tercera obra de Rovner que Campos interpreta. Antes participó de los montajes de Sócrates, el encantador de almas (2011) y El hombre lobo (2015). "Eduardo es un gran impulsor de sus piezas -comenta-. Hace unos años me pasó este texto porque quería reponerlo y ahora se dieron una serie de condiciones que hicieron que el proyecto se viabilizara. Gaby Fiorito, que viene dirigiendo varias obras de él (Rovner x 3, Viejas ilusiones, Cuarteto), encontró una posibilidad de juego que me resulta muy atractiva. A eso se sumó Gabriel Wolf, quien tenía mucho interés en recrear el otro personaje".
La pieza, que se estrenó a fines de la década del 90, muestra el encuentro en una plaza entre Blas y Funes, dos seres que han decidido autoexiliarse del sistema porque no encuentran sentido a sus respectivas vidas. "El texto plantea un absurdo con algunos tintes casi clownescos -cuenta Campos-. Reflexiona acerca de la desesperanza pero con una ironía muy especial, muy propia del autor. El director encontró cierta beta beckettiana en esos personajes, que, por diferentes razones, buscan escaparse de la sociedad. Uno, de una forma más ingenua, cree en Dios, en la salvación, y el otro se apoya en cosas más filosóficas, nietzschianas. Piensa que la existencia no tiene salida porque los hombres ya ni se miran a los ojos, no luchan por sus ideales. La mosca blanca fue escrita hace más de dos décadas y mantiene una actualidad muy interesante. No es una obra política. Pero sí encarna una realidad que es muy preocupante. No se lucha por un mundo mejor. La desesperanza arrastra a estos personajes, que, por otro lado, son entrañables. Ellos están muy heridos".
Frente a las cuestiones que se observan en esta ficción, el creador no puede menos que encontrar ciertos paralelismos con la realidad contemporánea. Cuando se le pregunta si cree que hoy la sociedad también está muy herida, responde: "Creo que sí. De todos modos, uno no deja de ser un romántico, un utopista. El poder económico está avasallando al mundo. Siempre hubo gente de descarte, pero eso se ha ido profundizando cada vez más. Estoy un poco apabullado. No puedo creer lo que pasa, y no solo en la Argentina. Pienso en el mundo. Por un lado, el excesivo despliegue de riqueza y el poder de determinados sectores. Por otro, gente que muere de hambre o ahogada en un océano tratando de huir de países en guerra. Realmente es para ser muy crítico. Toda la vida hubo motivos para ello, pero siento que este es un momento muy duro. Quizá por mi edad me sienta más herido, tenga menos fuerza o menos coraza para sentir que uno no tiene tanta importancia. Por eso me refugio en el teatro, con mis compañeros. Allí se viven momentos mágicos y eso es maravilloso".
Múltiples autores clásicos y contemporáneos fueron moldeando la carrera de Luis Campos. Ha tenido períodos en los que, además, tuvo directores que lo convocaron para varios de sus proyectos, como Laura Yusem, Villanueva Cosse, Claudio Nadie, Hugo Urquijo, Andrés Bazzalo. Cada uno lo ayudó a completar su formación. Intérprete de muy bajo perfil, él se escuda diciendo que es a causa de su timidez. Solo escapa de ella cuando se sube al escenario. Y, en verdad, cuando lo hace, demuestra una solidez interpretativa conmovedora.
La mosca blanca
De Eduardo Rovner
El Método Kairós, El Salvador 4530
Sábados, a las 23.
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