Un PH de Almagro reabre sus puertas como sala teatral
Casa Teatro/Estudio, de Martín Flores Cárdenas, era una antigua zapatería que, a lo largo del año, estará habitada por las propuestas de grandes creadores
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Como en un gran déjà vu, el dramaturgo y director Martín Flores Cárdenas fue entrevistado para hablar de la apertura de su sala, a la que llamó Casa Teatro/Estudio, hace casi un año. La nota en cuestión nunca fue publicada en LA NACION porque la llegada de la pandemia trastocó todo (ni hace faltan los detalles de ese complejo todo). Lo último que este talentoso creador llegó a programar en esa antigua zapatería de Almagro que hace unos años Lisando Rodríguez transformó en espacio teatral fue al cantante Maxi Prietto. A las pocas horas vino el decreto presidencial que estableció la cuarentena. ¿Cómo es reformatearse tras este largo período? “Lo primero es amigarse con muchas contradicciones que deben ser parecidas a las de cualquiera cuando sale a la calle. Durante todo el año pasado me costó tener ganas de reabrir. En algún punto creo que me amigué con la cuarentena, con estar encerrado leyendo, escribiendo o dando talleres online. Y cuando apareció la necesidad de amigarse con otras cosas fue asumir la contradicción y los riesgos que implica”, dice el director de obras como Entonces bailemos, aquel impactante western de amor, sexo y violencia que estrenó en el circuito alternativo; y Entonces la noche, la puesta que estrenó en el circuito comercial con Cecilia Roth y Dolores Fonzi.
–¿Cómo es cuidar al otro, al espectador, en este contexto?
–El haber tenido la experiencia de salir y ver cómo funciona el mundo te hace pensar que una sala de característica es mucho más segura que un bar abierto. Acá están todos con barbijos, no se transita por el lugar; por eso me hacía ruido no abrir. Yo puedo cuidar lo que pasa acá, tratar de que la gente se sienta cómoda, tomo la temperatura, pongo las butacas con sus distancia entre ellas y luego queda en la responsabilidad de todos. Ya era una decisión anterior a todo esto que me haga cargo de todo: atender al espectador, venderle la entrada, acompañarlo a su butaca; ahora más todavía, pero es un riesgo que hay que correr para vivir la vida que queremos. Durante un tiempo sentí que no tenía la necesidad de hacer teatro, sentí que podía seguir escribiendo teatro y listo. Pero sabés que esas palabras en algún momento van a habitar un cuerpo, un espacio y que, si eso no sucede, algo te falta.
–¿No se te ocurrió hacer una versión de Entonces pandemia?
–Suena bien (se ríe), pero ya está. La necesidad de hacer cosas no me lleva a hacer cualquier cosa. El actor tiene necesidad de actuar, es diferente; ahí entiendo que le pasen otras cuestiones. Yo decidí tener una sala propia, mi espacio, manejar mis tiempos y no me da hacer cualquier cosa. Ahora, que más o menos podemos teatro cumpliendo determinados protocolos, me gustó mucho hacer algo tan íntimo. Cuando hicimos la previa de la obra de Lucía Seles éramos 18 personas. O sea: es como una reunión social en un living de una casa a la que se le tiró una pared abajo. Y terminó la obra, salimos todos a la vereda y, reconozco, que ese tipo de experiencias me seduce mucho. Eso quiero hacer aunque económicamente no resulte porque todo es un mayor gasto: habilitación, compra de termómetro, alcohol... contando a nuestro favor que tenemos una sala chica con ventilación al aire libre.
En la casa a la que se le tiraron varias paredes para poder celebrar esa ceremonia íntima la antigua cocina ahora es el hall de un teatro con ventanales a la calle Guardia Vieja. Allí, el sábado, a las 20, se abre la temporada 2021 con la obra Si iu tomorow incendiay, de Lucía Seles, la nueva experiencia de la directora y dramaturga junto a la Compañía Eurobasquet. Se trata de otro trabajo de esta personal creadora que había cerrado la programación teatral de Casa Estudio/Teatro antes de la pandemia. Aquello se llamó The Pall Mall Twins y aquello era una personal propuesta cargada de citas, homenajes y microhistorias que iban desplegando una inquietante poética. Las obras de Lucía Seles ya habían sido programadas como este mismo espacio se llamaba Los vidrios. Cuando Martín empezó a habitar, programar, reciclar el PH que gestiona junto al escenógrafo carioca Ruslan Silva sintió que cada integrante de la compañía de Lucía fueron los que le dieron la bienvenida. “Como si fueran los fantasmas que dejó el antiguo dueño”, dice casi al pasar. “Lucía no es una creadora que viene del teatro, lo suyo sale de su cabeza, de su cuerpo. Sus procedimientos son singulares, están corridos de las tendencias teatrales. Y hay algo en su lirismo que está cargada de una ingenuidad propia”, apunta el creador de obras como Matar cansa, Mujer armada hombre dormido u Othelo formado en los talleres de Mauricio Kartún y Alejandro Tantanián.
En abril, se presentará La carga, de Christian García y, a mitad de año, comenzará el ciclo Obras truncas, “dedicado a trabajos que quedaron postergados, deformes, con cabeza pero sin cuerpo”. Comenzará con Love me, un trabajo de cocreación que realiza junto a la coreógrafa y bailarina Marina Otero, la creadora de Fuck me, la obra que se estrenó en el FIBA del año pasado y que en abril se presentará en el Teatro San Martín y que Flores Cárdenas hizo el trabajo dramatúrgico. Continuará con propuestas de Nacho Bartolone, Ignacio Sánchez Mestre y otros creadores, como Alejandro Tantanián, el exdirector del Cervantes. El mismo Flores Cárdenas presentará Sin desenlace, una obra que tuvo una versión bajo el formato de work in progress en Brasil que reflexionaba sobre cómo representar la muerte. En tiempos en los que la muerte tomó otras resonancias, este año el desenlace de esa indagación desplegará otras formas junto a intérpretes locales.
Por fuera de lo que se podrá ver en Casa Estudio/Teatro, el director y dramaturgo (y, también, actor) está escribiendo dos obras para estrenar en Barcelona, una versión de Mujer amada, hombre dormido, para presentar en San Pablo; y una película que está escribiendo a pedido de Dolores Fonzi. Una de las obras que está escribiendo para Barcelona lo hace junto a un alumno que tuvo el año pasado. El dato no le resulta menor. “Desde siempre quisimos que Casa Estudio/Teatro fuera una usina de creación –dice Martín Flores Cárdenas en la cocina de la usina creativa de Almagro–. Ahora que el Teatro San Martín se va a llevar obras de la escena alternativa a esa sala no queda otra que generar mis propuestas acá sin necesidad de llevarlas a ningún otro teatro. O lo sumo, sí responder a trabajos que me proponen a nivel artístico como económico”.
Si el año pasado lo costaba la idea de abrir las puertas de casa, desde el sábado será el anfitrión de una serie de ceremonias íntimas. Las palabras salen en busca de los cuerpos, del espacio.
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