Un friso sobre la oscuridad de la razón
Daniel Fanego y Analía Couceyro, figuras centrales de esta obra de Ariel Barchilón con puesta de Mónica Viñao
Paisaje después de la batalla, de Ariel Barchilón. Con Daniel Fanego, Analía Couceyro, Rodrigo Pedreira, Silvia Dietrich, Néstor Sánchez, Jorge Rod, Juan Ignacio Blanco y Carlos La Casa. Iluminación: Miguel Solowej. Vestuario: Luciana Gutman. Escenografía: Gabriel Caputo. Dirección: Mónica Viñao. Teatro San Martín. Duración: 65 minutos.
Nuestra opinión: bueno
Un lienzo pintado por un tal Blanes anticipa la derrota de un tal general Cáceres, un caudillo federal de una provincia del litoral argentino en tiempos de guerra civil de mediados del siglo XIX. El personaje central está inspirado en la figura de Justo José de Urquiza y el tal Blanes remite al maestro Juan Manuel de Blanes, el relator e ilustrador de la historia argentina de aquellos tiempos.
Cuando el dramaturgo Ariel Barchilón visitó hace años el palacio de Urquiza quedó impresionado cuando se enteró que Blanes nunca había presenciado esas batallas a las que le puso imagen. Ese hecho fue el inspirador para que, años después, escribiera Paisaje después de la batalla , pieza que acaba de estrenarse en el Teatro San Martín con puesta de Mónica Viñao.
La obra trabaja a dos puntas: por un lado, la reflexión sobre el hecho creativo, y por otro, la pintura que hace el mismo Barchilón sobre la impunidad de ese tipo de caudillos tan próximos en nuestra historia reciente. En el texto, las imágenes pintadas por Blanes presagian la inminente derrota del general Cáceres, lo cual desata la furia del caudillo. Pero la derrota ya está cantada y a lo largo de 65 minutos que dura la obra su mundo privado y su propio batallón entran en un callejón sin salida en el cual el único gran protagonista es la impunidad del poder.
En manos de Viñao, la perversidad de los vínculos que establece el general adquiere una densidad tal que se convierte en el gran hilo conductor de las emociones de la obra. Para que esto suceda, los trabajos de Daniel Fanego, Analía Couceyro, Silvia Dietrich y Rodrigo Pedreira -en ese orden- son los verdaderos pilares de este entramado. En ese cuarteto atravesado por odios, incestos y pasiones encontradas radica el nudo más fuerte de la obra y el mejor resuelto ante una afectada marcación de Néstor Sánchez (como Blanes) y un trío de personajes del batallón que poco aportan en términos dramáticos.
El diseño espacial y escenográfico es interesante. En el piso en donde transcurre mayormente la acción se reproduce la pintura de Blanes generando un efecto muy sugestivo. Sin embargo, por su disposición espacial, es de suponer que aquellos espectadores que se ubiquen en los laterales no tendrán la mejor visión del conjunto. Por otra parte, todas las veces que los soldados y capitanes de porte tan firme ingresan a ese gran friso, lo hacen saltando una pared de fondo ayudados por sus manos, lo que genera un extraño movimiento casi al borde de una comicidad que la propuesta no transita.
Más allá de los reparos, Paisajes... es una contundente pintura sobre la impunidad del poder que, en el cuerpo de los cuatro actores centrales, logra escenas de una fuerte carga emotiva.
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