Un extraño fenómeno llamado La sala roja
Desde hace cuatro años esta propuesta de la escena independiente pone el foco en una reunión de padres primerizos en un jardín de infantes, al borde de un ataque de nervios
Todas las sillas de una de las salas del Camarín de la Musas están ocupadas. Un murmullo extra y algunas miradas con codazo ponen el foco en el extraño visitante de pelo canoso que observa desde la fila más alta. Es el conductor -y autor de Encuentro de genios- Beto Casella, que contará más tarde que vino por recomendación. Todo un síntoma para el off, no acostumbrado a las caras famosas. Pero cada tanto sucede y éste es el turno de La sala roja, la obra que casi sin prensa pero con el virus del boca en boca inaugura su cuarta temporada: está en cartel desde 2013, siempre en el misma teatro.
Si las cifras resultan más contundentes que las palabras, entonces habrá que decir que la obra está a punto de cumplir 200 funciones, que suman en total más de 10.000 espectadores, en un espacio donde entran unas 70 u 80 personas, con una o dos funciones por semana, sin contar la presentación el año pasado en el prestigioso Festival de Rafaela. Y en abril habrá versión en la lejana Panamá, donde un grupo de teatro compró los derechos para llevarla a escena, pero con otro título porque el término "sala" en América central no refiere al jardín de infantes. Porque La sala roja es acerca del jardín y unos inadecuados habitantes que lo transitan llamados padres.
Cuando los chicos empiezan el nivel inicial de la escolaridad, los grandes reciben una de esas sorpresas que te da la vida. De pronto, la identidad sufre una mutación y comienzan a ser "mamá de Pedro", "papi de Camila", así, a secas. En ese nuevo rol, ya no son los mismos que eran, sino otros, seres que interactúan con pares en idéntica situación, capaces de ver el mundo, por algunas horas al día y sin período de adaptación, como un montón de cubos de colores desparramados por el piso. Podría ser maravilloso si no fuera que se trata de gente crecida y bien peinada.
A Victoria Hladilo no la pasó por alto semejante sacudón. Actriz y egresada de la carrera de Dirección de la Universidad del Cine, participó en dramaturgias colectivas junto a Julio Chávez (Angelito Pena), pero La sala roja es la primera obra en la que, además de actuar, escribe y dirige. "Partí de una experiencia personal -la mía como mamá de mi hijo en el jardín de infantes- observando la conducta de los demás, pero también a mí misma. No era una cuestión de «qué raros que son los otros», sino de mí ahí adentro, donde incubaba y me preocupaba por cuestiones que creía nunca iban a preocuparme. Muchas de estas reacciones lograba controlarlas a tiempo, pero el hecho de que aparecieran me llevó a pensar en lo que nos pasa a los padres en esa situación. Por supuesto que en la obra lo dejé ser y di rienda suelta a mi personaje", dice la autora, Sandra en la obra, una mamá monstruosamente avasallante que quiere liderar la reunión de padres convocada por la institución para tomar democráticas decisiones sobre los uniformes y los actos escolares.
El debate se abre entre los únicos cuatro presentes: además de Sandra, Martín (Manuel Vignau), el papá buena onda que mudará la piel con el correr de la reunión; Gabriela (Daniela Rico Artigas), progre, vegana y doula; Verónica (Julieta Petruchi), atormentada porque su hijo no es invitado a participar del tallercito de música; Diego (Axel Joswig), el marido de Verónica, ausente y acomodaticio, y la asistente María Inés (Victoria Marroquín), encargada de comunicar por teléfono las indicaciones de la directora, que nunca llega.
En este aspecto, La sala roja comparte una estructura similar a la de Toc Toc y Bajo terapia: la del encierro casi forzado de adultos a la espera del orden que viene de afuera. "Me interesaba investigar qué pasaba con el traspaso de autoridad del que manda a otro que no puede tomar ninguna decisión. Necesitaba dramáticamente -dice Hladilo- tener a esos personajes encerrados en la salita del jardín, sin contención, subidos a una autopista de la que no pueden bajarse."
A partir del auge de nuevas miradas hacia la maternidad y el cuestionamiento a la leyenda rosada del amor abnegado, no era raro que la ola llegara a los manejos del jardín. En la comedia Según Roxi, la obrita de teatro, de Azul Lombardía y Julieta Otero, los papis ensayan un acto para sus hijos dejando al aire frustraciones y ansiedades de larga data. Pero se trata de un ridículo lúdico del que puede volverse.
En cambio, en La sala roja hay risas que entendemos todos, pero que poco a poco caminan, ascienden, corren a la angustia y la desesperación. Para el elenco, esa adrenalina es notoria en el público, "que se pone como de cancha" con sus exclamaciones. Y no es gente de teatro ni grupos de maestras -como sí ocurría al principio-, sino otros espectadores. Seguramente por esa razón, en 2014 el empresario Carlos Rottemberg se interesó en la obra para llevarla a la calle Corrientes. Las conversaciones fueron y vinieron, pero por ahora nada se concretó. Hladilo no descarta la chance, siempre y cuando pueda mantenerse el mismo equipo que rema desde el principio.
Por supuesto, las maestras, la directora y los padres reales en los que Victoria se inspiró fueron a ver la obra. Incluso la docente teatral y directora Nora Moseinco, que era una de las mamás y leyó el libro antes del estreno. ¿Cuál fue la reacción? Se rieron mucho. "«Te tenemos mucho miedo», me dicen ahora, que pasamos a la primaria", confiesa Victoria Hladilo.
La sala roja
De Victoria Hladilo
El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960
Sábados, a las 22.
Entrada, $ 160.
Temas
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