Un español a la conquista de la ciudad
Filósofo y matemático, el autor interesó a tres directores: Jorge Eines, Leonardo Goloboff y Enrique Dacal
El Complejo Teatral de Buenos Aires abrirá su temporada el próximo jueves, y en el Teatro San Martín se estrenará Camino del cielo (Himmelweg), una pieza del español Juan Mayorga cuya dirección estará a cargo del argentino Jorge Eines, radicado en Madrid. Con esa experiencia, se abre además, en este país, un camino de divulgación interesante para Mayorga, ya que durante este año dos obras más de su autoría se darán a conocer en esta ciudad y en San Miguel de Tucumán. A comienzos de junio, Leonardo Goloboff montará en Tucumán El chico de la última fila y al mes siguiente Enrique Dacal dirigirá, en el Centro Cultural de la Cooperación porteño, Cartas de amor a Stalin.
Juan Mayorga se ha dado a conocer entre nosotros en dos oportunidades anteriores. En 2000, y dentro de un ciclo de semimontados que buscaba divulgar la nueva dramaturgia española, se estrenó en el Teatro Nacional Cervantes, con dirección de Guillermo Heras, El traductor de Blumemberg; en tanto que el año pasado, en el Broadway, Hamelín fue interpretada por dos elencos, uno español y otro argentino.
A los 42 años, Mayorga, que entre su experiencia profesional carga con un doctorado en filosofía y otro en matemáticas, se impuso en la última década en España a partir de una profusa y valiosa producción que lo muestra como un creador exquisito a la hora de construir sus dramas, los que también son muy reconocibles por su destacada profundidad. El dramaturgo chileno Marco Antonio de la Parra ha dicho de él que es “reflexivo, de corrección puntillosa y ambicioso de calidad”.
Actualmente en Madrid, Mayorga está presentando una versión de Un enemigo del pueblo, de Ibsen; se prepara para el estreno, en julio, de Fedra, que dirigirá José Carlos Plaza e interpretará Ana Belén. A principios del 2008 estrenará La tortuga de Darwin, cuya protagonista es una tortuga de doscientos años, muy evolucionada. Y Gerardo Vera, director del Centro Dramático Nacional, le ha propuesto una versión de su obra favorita, Rey Lear, con la que regresará a Madrid Alfredo Alcón.
El autor, que llegará a la Argentina en los próximos días para participar del estreno de Camino del cielo (Himmelweg), explicó a LA NACION cuáles habían sido las motivaciones que lo llevaron a construir estas obras que se verán en nuestro país:
“Concebí Himmelweg –sostuvo– al oír en una conferencia que un delegado de la Cruz Roja visitó el campo de Auschwitz y la ciudad gueto de Terezin y que sobre ésta redactó un informe útil a los intereses nazis. Inmediatamente, pensé que ese hombre tenía que ver con mucha gente que me rodea, y probablemente conmigo mismo: alguien que quiere ayudar a la víctima y acaba siendo cómplice del verdugo. Pero desde el principio supe que no quería hacer una reconstrucción historicista de aquella visita, sino una ficción libre sobre la invisibilidad del horror. Tampoco es historicista Cartas de amor a Stalin, que empecé a soñar cuando encontré, casualmente, las muchas misivas que Mikhail Bulgákov envió al tirano soviético. Mientras las hojeaba en una librería de saldos, pensé: «¡Qué interesante! Un escritor que escribe para un solo lector y se consagra a buscar la carta perfecta». El chico de la última fila nace de una experiencia personal. Fui profesor de secundaria durante cinco años, y alguna vez me planteé la posibilidad de que, al corregir un ejercicio de un alumno, éste me revelase un hecho grave de su vida personal. Eso es lo que ocurre al profesor y al chico que protagonizan mi función.”
Cierta dramaturgia de Juan Mayorga parte de observar un hecho histórico y acercarlo al presente, pero proponiendo una reflexión muy contemporánea, es el caso de Camino del cielo (Himmelweg) y Cartas de amor a Stalin. Al respecto sostiene el autor: “En ninguna de esas piezas pretendo reconstruir un momento del pasado, sino construir una experiencia presente que quizá pueda ayudar a algún espectador a revisar un aspecto de su vida o el modo en que se organiza su sociedad. De lo que se trata en ambas obras es de representar formas de humillación del hombre para el hombre, lo que acaso pueda fortalecernos en la vigilancia y en la resistencia ante formas de dominación actuales. En el fondo, lo que pretendo, modestamente, no es algo distinto de lo que hizo Esquilo en Los persas, la pieza de la literatura dramática más antigua que conservamos, en la que se fundan al mismo tiempo el teatro histórico y el teatro político: mirar hacia atrás para ser útil hoy”.
“Los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo”, confiesa el autor, cuando se lo consulta acerca de su delicada valoración de la palabra en el teatro. Y agrega: “Si extendemos nuestro lenguaje, extendemos nuestra capacidad de experimentar, ensanchamos nuestra vida. La palabra tópica, la frase hecha, el discurso banal, son formas de muerte. La palabra del actor debe desenmascarar ese lenguaje letal –Beckett y Pinter, entre otros, nos han enseñado a hacerlo– u ofrecer un lenguaje absolutamente otro, como hicieron Esquilo o Calderón”.
Regreso al hogar
Por estos días, el actor, director y docente Jorge Eines está disfrutando de la Argentina de una manera muy singular, como pocas veces lo había hecho en las últimas décadas. Se fue del país hace treinta años y ésta es la primera vez que vuelve a dirigir a Buenos Aires, con actores locales, y con una obra –Camino del cielo (Himmelweg)– que, según aclara, es una metáfora de Mayorga que le permite cierta coherencia con su pasado.
El texto, estrenado en 2004 en el Centro Dramático Nacional de Madrid y en el Royal Court Theatre de Londres en 2005, muestra a un delegado de la Cruz Roja que visita un campo de concentración en la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial y es engañado por el comandante que dirige el lugar acerca del trato y la sobrevivencia de los judíos.
La obra será interpretada por Víctor Laplace, Horacio Roca, Ricardo Merkin y Martín Slipak, entre otros. “Creo que no es casual que venga con esta pieza – cuenta Eines–. No es casual que haya momentos en los cuales no digo absolutamente nada que remita a la realidad que, entre otras cosas, hizo que yo debiera irme de este país hace 30 años a España. Yo me salvé de que me tiraran al río y tuve suerte. Y ahora regreso con un texto que no hace alusión directamente a aquello, pero que, sin duda, aportará ciertas resonancias.”
El creador también expresa que este material dramático propone una reflexión que él mismo se debía como judío no religioso. “A mí no me interesan nada los uniformes –comenta–; ni de los judíos ni de los musulmanes, ni de los militares. Sí me interesa la destrucción de la cultura en Europa o parte de ella, como fue el proyecto nazi y lo que propuso como situación del hombre en la historia”.
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