Un biodrama cálido y sensible
El huérfano feliz/ Dramaturgia, dirección y espacio escénico: Antonio Leiva/ Intérpretes: Antonio Leiva y Juan Carlos Uccello/ Músico: Leandro Soldano/ Vestuario: Ana Rocchi/ Iluminación: Boris Peñoñori/ Multimedia: Nicolás Isasi/ Sala: Empire, Hipólito Yrigoyen 1934/ Funciones: viernes, a las 21/ Duración: 60 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
El número de biodramas unipersonales (o casi unipersonales) se profundizó en los últimos dos años en forma notoria. Por fortuna, casi todos ellos muy buenos. El huérfano feliz sigue esa línea de historia personal ficcionada, en este caso, en forma de relato.
Antonio Leiva es un gran actor de amplia trayectoria, pero que hacía bastante tiempo no se lucía a pleno en un personaje potente. Aquí el personaje es él mismo: un tipo simpatiquísimo, dueño de una ironía muy particular y con una capacidad dramática intensa.
La hermosa sala del Empire es enorme, así que Leiva optó por disponer al público sobre el escenario, sentados en hileras de sillas, como si asistieran a una conferencia. Allí, habrá un atril para el conferencista y una gran pantalla. Un presentador (magnífico Juan Carlos Uccello) introducirá a esta supuesta charla referida al "sujeto psicológico madre". Leiva hace las veces de conferencista introduciendo al espectador en los significados de esa palabra y su representación en el individuo, con toques de humor. Luego, derivará su relato a su propia vida, por ende, a su propia madre. El espectador se verá sumergido en otras épocas (ilustradas a través de imágenes proyectadas) y en el universo de este hombre, hijo de inmigrantes y actor prematuro, con una madre tan personaje como él, a la que amó con locura. Ese relato no sólo divierte sino que conmueve. Leiva es capaz de hacer trucos con los estados de ánimo y conseguir que cada espectador, sin que se de cuenta, lance una carcajada y, en segundos, pase a tener su rostro enjugado en lágrimas. Tiene un humor exquisito, ácido y perturbador, pero conserva ese discurso amoroso y sensible de hijo, que sale desde las entrañas.
Otro acierto es la inclusión del personaje del presentador-apuntador. Luego de su introducción, Uccello permanecerá en la primera fila, sentado entre el público, oficiando de apuntador del actor. Allí se producirán cruces interesantísimos, chispeantes y muy graciosos. A su vez, Leiva se da con el gusto de interpretar dos emotivas canciones que tienen mucho que ver con ese relato íntimo que está desnudando frente a un público cómplice. Él concluye su espectáculo siendo el amigo repentino, el poeta urbano, el sabiondo sensible... con inmenso talento.
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