Produjo cientos de espectáculos tanto con figuras internacionales como Liza Minnelli y Shirley MacLaine, como con primeras figuras locales como Julio Bocca, Norma Aleandro, Alfredo Alcón y Les Luthiers
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“Me estoy recuperando, pero la semana próxima ya voy a estar bien para ir a cenar”, le dijo Lino Patalano a este cronista el miércoles pasado. Hace una semana se cayó en su casa, se fracturó la cadera y debió ser intervenido quirúrgicamente. Se recuperaba bien en su hogar, pero hoy a la mañana, a los 76 años, murió de un infarto cuando era trasladado al sanatorio Ottamendi. Su salud se vio bastante castigada los últimos meses. Lo operaron dos veces de la columna, le pusieron una prótesis de titanio en el hombro y le quitaron un riñón, pero él siempre salió airoso, fuerte como un toro.
Empresario teatral, productor, imaginador compulsivo, hombre del teatro y la música, siempre fue adorado por todos. Divertido, optimista y siempre positivo, Lino Patalano fue una pieza fundamental en la historia del espectáculo argentino. Muchos de los grandes hitos artísticos ocurridos entre las décadas del 60 y la actual no hubieran podido ocurrir si esta entusiasta topadora humana no hubiera estado al frente. Como corresponde, su cuerpo será despedido en el teatro Maipo, sala que llevó adelante durante 25 años. Hace tres años decidió vender la mayoría de sus acciones de la sala al cineasta, médico y piloto Enrique Piñeyro y la actriz, directora y productora Carla Calabrese, pero continuó en el teatro como director artístico.
Nació hace 76 años en el municipio italiano de Gaeta, como Pasquale Cósimo Patalano. En 1951 emigró con su familia a la Argentina. “Creo que lo mío vino por otro lado: como nací un año después de la guerra y no había juguetes, empecé entreteniéndome con imágenes de pastores y santos. Después fui a un jardín de infantes de monjas francesas y en cada festividad me disfrazaban de cura o papa. Intuyo que ahí nació mi pasión por la representación y el hecho teatral”, contó en su entrevista póstuma brindada a Gustavo Lladós para LA NACION. De pequeño amaba el cine, la música y la magia de convertirse en otro que da el teatro. De adolescente ingresó como cadete en el departamento de música ligera de Partituras Ricordi, y a los 17 años se convirtió en jefe de prensa y promoción de la compañía. Allí comenzó el gran amor por la producción. Conoció a las grandes estrellas internacionales que llegaban al país, como Mina o Vittorio Gassman, por solo citar dos ejemplos. Pero también a la dramaturga y productora María Luz Regás, que fue su musa inspiradora. Ella pertenecía al grupo que dirigía el Teatro San Martín, que acababa de inaugurarse y lo invitó a ver El rinoceronte, de Eugène Ionesco, en la sala Casacuberta, con Iris Marga y Fernanda Mistral. Quedó tan impactado con la puesta que jamás la pudo olvidar. Su amor por la música, a partir de esos meses, pasó a ser compartido por el amor hacia el teatro.
Tan deslumbrado estaba que dejó Ricordi y comenzó a trabajar como cadete en el teatro Regina. Luego continuó como jefe de prensa un tiempo y como secretario de Regás. Pero cuando se convirtió en asistente de dirección del gran Luis Mottura supo que se le abría un nuevo universo. Debutó con la obra Delicado equilibrio, de Albee, con Violeta Antier, Cipe Lincovsky, Carlos Estrada, Niní Gambier, Hugo Caprera y Nacha Guevara, a los 20 años. Por aquel entonces, ya estaba dedicado a la producción, a las órdenes de María Luz Regás y era el encargado de contratar a figuras como Ástor Piazzolla, María Elena Walsh, Mercedes Sosa, Ernesto Sábato, Eduardo Falú, los Huanca Huá.
A los 22 años, junto con su gran amigo Elio Marchi, escribió la obra para niños Juanito, viaje a la aventura, que también produjo y dirigió en el teatro Embassy. “Comencé como productor cuando fracasé como autor”, confesaba. Por aquel entonces, su sociedad con María Luz Regás se rompió pero él tomó impulso. Encontró un reducto pequeño disponible en Libertad 1069, donde abrió La Gallina Embarazada, el primer templo del café concert, con una capacidad inicial de 40 espectadores, que luego se amplió a 93 en su mudanza a San Telmo.
De alguna manera, Lino Patalano es el padre del café concert. A ese espacio sumó otros dos: El Gallo Cojo (Balcarce y México, para 100 espectadores) y El Pollito Erótico. Por esos lugares se presentaron grandes figuras que iniciaron allí sus carreras como Edda Díaz, Carlos Perciavalle, Antonio Gasalla, Cipe Lincovsky, Nacha Guevara, Marilina Ross o Enrique Pinti, a quienes se sumaban consagrados como Amelita Baltar, Niní Marshall, María Rosa Gallo, Jorge Luz, Atahualpa Yupanqui y Egle Martin. “Por último, quisimos abrir un quinto espacio, que se iba a llamar La bataraza bataclana, pero empezó todo el quilombo con la Triple A, y tuvimos que desistir. Marilina Ross estaba haciendo Solita y sola, bajo la dirección de David Stivel, en El gallo cojo, y un día tuvimos que hacerla escapar por el techo porque vinieron a matarla. Yo también trabajaba con Nacha Guevara, así que sabía de las amenazas y amedrentamientos, pero nunca pensé que podrían llegar a tanto”, recordó en la mencionada entrevista. También fue coordinador artístico y productor en el Auditorio Bauen y en La Capilla.
Pero no se sentía el “creador” del café concert. “Yo impuse un género dentro del café concert. Y le di su primera posibilidad a varios: por ejemplo a Edda Díaz, que me vino a buscar para que la produzca cuando yo estaba en el teatro Regina, o a Enrique Pinti, que conmigo pasó del teatro independiente a hacer su primer unipersonal, Historias recogidas, en La Gallina Embarazada. Y también reconozco que ayudé a imponer a San Telmo como epicentro del café concert. Pero el café concert ya existía desde hacía tiempo, había habido uno llamado El Tiempo de los Carozos, que dirigía David Stivel. Después estaban La Botica del Ángel y La Fusa. También La Rueda Cuadrada, El Ombligo y Los Teatros de San Telmo. Pero en todos esos había shows. Yo hice teatro, impuse el teatro dentro del café concert ¿Por qué? Porque no me podía comprar un teatro”, recordó en la charla con Gustavo Lladós.
Durante los años 80 fue el productor y representante del mejor momento artístico de Facundo Cabral. Y desde 1986 fue representante y socio del primer bailarín Julio Bocca, produciendo todos sus espectáculos en la Argentina y sus giras por el exterior. Posteriormente, en 1995, asumió la representación de Les Luthiers, en todo el mundo.
En noviembre de 1995 presentó su primera producción en Nueva York con Julio Bocca y el Ballet Argentino, en cuatro funciones con localidades agotadas. A partir de ese momento, Bocca y el Argentino se presentaron en ese mismo teatro cada dos años. También produjo la gira internacional La vuelta al mundo, por cinco continentes con el eximio bailarín y su compañía, en 1996. Produjo Julio Bocca-Andanzas, mega exposición sobre el artista en el Palais de Glace, que unió los dos milenios y donde presentaron sus obras 35 artistas plásticos a lo largo de 45 días. Junto al Teatro Colón, produjo versiones de Romeo y Julieta, de MacMillan; y La Bayadere, de Natalia Makarova.
Cuando adquirió el teatro Maipo, en 1994, continuó produciendo grandes espectáculos no sólo para esa sala sino también para otros teatros del país. Cumplió el sueño del teatro propio. “Yo venía de estar con Julio Bocca en Rusia y de arreglar su contrato con el American Ballet, producía Escenas de la vida conyugal en el Teatro Blanca Podestá (hoy Multiteatro), con Alfredo Alcón y Norma Aleandro, y también hacía, como siempre, algunas cosas raras. Estaba produciendo Las gambas gauchas, con Las Gambas al Ajillo y el Puma Goity de invitado, en La Trastienda. Cuando se terminó el contrato con el local de San Telmo me dije: ‘Esto tiene que pasar al centro’. Y como el Maipo estaba sin programación fui a ofrecerle el espectáculo a su propietario, a Luis Alberto Amadori (hijo del director de cine Luis César Amadori). Y él me respondió: ‘¿y por qué directamente no te quedás con el teatro?’. Como yo a esa altura estaba pensando en construir un centro de arte en San Telmo, le dije que no. ¿Pero qué pasó después? Tuve una premonición. El remise que me tenía que traer a mi casa me estaba esperando en la esquina del Maipo, en Corrientes y Esmeralda, en el estacionamiento construido sobre lo que había sido el histórico Teatro Odeón; más precisamente, sobre lo que había sido su escenario. Fue tal la congoja que lo llamé a Julio para contarle lo de la propuesta de Amadori. Temí que el Maipo pudiera correr la misma suerte. Ahí él entendió la situación y sin titubear me dijo: ‘Metete, yo te acompaño’. Entonces, con la ayuda de Julio, en 1994, me convertí en el nuevo propietario del Maipo. Hasta 2019, cuando decidí venderlo y continuar siendo sólo su director artístico”, recordaba.
Entre sus grandes producciones pueden citarse todas las cabalgatas cómico-musicales de Enrique Pinti; Escenas de la vida conyugal, primero con Alfredo Alcón y Norma Aleandro, luego con Ricardo Darín y Valeria Bertucelli; El juego del bebé, con Norma Aleandro y Jorge Marrale; Mi querido mentiroso, con Aleandro y Sergio Renán; La señorita de Tacna, también con Aleandro; Filomena Marturano, con Cipe Lincovsky y Alberto de Mendoza; los espectáculos de Eleonora Cassano; La noche de la iguana, con Susú Pecoraro, Mirtha Busnelli, Jorge Luz y Oscar Martínez, en coproducción con Carlos Rottemberg; Largo viaje de un día hacia la noche, con Aleandro, Alcón, Fernán Mirás y Oscar Ferrigno; Gotán, con Susana Rinaldi y Raúl Lavié, The Hole, con Moria Casán; La fierecilla domada, con Luisa Kuliok y Víctor Laplace; Haciendo Lorca, con Alcón y Nuria Espert; Los caminos de Federico, con Alfredo Alcón en gira por la Argentina; Cyrano, con Juan Leyrado e Inés Estévez; Corpiñeras, con Claudia Lapacó y Lucrecia Capello; Master Class, con Norma Aleandro; Hoy: El diario de Adán y Eva, con Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza; Boquitas pintadas, de Oscar Aráiz y Renata Schussheim; De rigurosa etiqueta, dirigida por Norma Aleandro; Casino, de Javier Daulte; Gambas gauchas, con las Gambas al Ajillo; Sweeney Todd, con Julio Chávez y Karina K; Sunset Boulevard, con Valeria Lynch y Mariano Chiesa; La rotativa del Maipo, con Jorge Lanata; Niní, con Marilú Marini; Shakespeare comprimido, con Mike Amigorena y Alejo García Pintos; Se nos fue redepente, con Karina K; Hair-50 años, con 30 artistas en escena, en coproducción con el Konex; Te quiero, sos perfecto, cambiá; y últimamente los shows de Dalia Gutman, Andy Ini y Sebastián Wainraich, por sólo citar algunos de los cientos de proyectos artísticos que gestó y generó. También produjo espectáculos de Los Amados, Susana Rinaldi, Raúl Lavié, Jaime Torres, Sandra Mihanovich, Cacho Tirao, Gerónimo Rauch, Los Tarantos y Nacha Guevara y muchos más.
Entre sus producciones internacionales cabe citar las visitas de Liza Minnelli de 1993 y 1995; la de Shirley MacLaine, el Ballet Nacional de España, el American Ballet Theatre, Los Ballets Españoles de José Antonio, Mortadela (espectáculo concebido en Francia por Alfredo Arias), las dos temporadas de Momix, de Moses Templeton; Maya Plissetskaya, Irek Mukhamedov y Les Ballets Trocadero de Montecarlo.
En los últimos meses acumulaba millas entre Argentina, España e Italia llevando espectáculos y artistas. En España presentó El equilibrista, con Mauricio Dayub; y Escenas de la vida conyugal, con Ricardo Darín y Andrea Pietra. A su vez, desde hace muchos años estuvo a cargo del Complejo Radio City-Roxy-Melany, en Mar del Plata.
Hace unos meses inauguró su último espacio: Cástor y Pólux, ubicado en Tacuarí 955, donde hasta hace poco funcionaba el depósito del Maipo, donde estaba produciendo Pavo Real, con Andy Ini.
El espectáculo argentino perdió a uno de sus padres contemporáneos. Su voz particular, su generosidad sin límites, su humor exquisito y su sonrisa contenedora quedan impresos en el recuerdo de los miles de artistas que lo conocieron. Era el anfitrión perfecto, el dandy sensible, era Lino Patalano, único, irrepetible.
Sus restos serán velados este sábado, de 20 a 1, en el Maipo y el domingo a las 10 serán trasladados al cementerio de la Chacarita. Sus allegados solicitaron que en lugar de enviar flores, se hagan donaciones en su honor a la Casa del Teatro.
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