Triste noticia. Murió Ángel Elizondo, el decano de los mimos en la Argentina
Fue censurado y prohibido en la Argentina, llevó su arte a Europa y, a pesar de los sinsabores, sus espectáculos dejaron una gran huella en la escena local; su mundo expresivo fue determinante en la formación de muchos artistas
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Uno de los maestros más destacados de la Argentina, dentro del arte de mimo, Ángel Elizondo, murió en Buenos Aires a los 90 años, después de transitar un extenso camino creativo que lo llevó a formar a muchas generaciones de actores, y montar espectáculos (algunos muy polémicos) con su Compañía de mimo. “Fui actor durante un tiempo (reconocía el maestro) y tuve también diversas ocupaciones dentro de la tarea teatral (director, autor, iluminador, vestuarista si hacia falta, profesor de teatro y mimo, bailarín, coreógrafo, entre otros roles). En el teatro somos –por lo general– polifacéticos”.
Nacido en Salta en 1932, vivió en diversas localidades de la provincia. Siendo muy joven trabajó como maestro y, a la vez, comenzó a sentir un interés particular por la actividad escénica. Los primeros espectáculos con los que tomó contacto fueron circenses. En los lugares en los que vivió no había salas teatrales.
Llegó a Buenos Aires a mediados de los años 50 con la expectativa de integrarse a algún grupo de teatro. Se inscribió en Nuevo teatro, que conducían Alejandra Boero y Pedro Asquini, y luego pasó al Teatro de la luna donde trabajó con intérpretes como Roberto Durán, Juan Carlos Gené, Osvaldo Bonet, Inda Ledesma y Carlos Carella.
Formó parte del elenco de El Herrero y el diablo, de Gené. Las coreografías estaban a cargo de María Escudero con quien Elizondo comenzó a mantener una relación creativa. Ella estaba a punto de viajar a París junto con Francisco Javier yElizondo decidió acompañarlos porque estaban interesados en formarse con Marcel Marceau.
Ya en Francia el camino comenzó a bifurcarse un poco. Ángel Elizondo se transformó en director de Les Ballets populaires d’Amérique Latine, compañía que tenía un repertorio de danzas latinoamericanas y con el que realizó presentaciones y giras muy exitosas en Europa.
A la vez, se formó con tres maestros que fueron fundamentales en su carrera posterior de mimo, Étienne Decroux, Maximilien Decroux y Jacques Lecoq.
A mediados de la década del 60 Elizondo regresó a Buenos Aires (“me fui actor y regresé mimo. Me fui hablando y volví mudo”, solía comentar) y decidió crear la escuela de Mimo, Pantomima y Expresión Corporal dentro del Teatro Fray Mocho. La convocatoria de alumnos no resultó sencilla aunque, poco a poco, se fueron integrando más discípulos hasta que el docente logró armar una compañía con la que montaría numerosos espectáculos. En ellos solía aparecer una característica particular: los intérpretes representaban con el cuerpo desnudo.
En una entrevista que concedió a este diario en 2008, cundo montó Vestirse-desvestirse, en el Espacio Giesso, contó Ángel Elizondo: “Intento que cuando un intérprete tenga que mostrar angustia, las fibras de su cuerpo lo demuestren y no que ellas sean tapadas por las otras fibras, las de la ropa. En el primer espectáculo que hice en el Di Tella, Mimo (1965), recuerdo que propuse desnudos, pero me llamó Roberto Villanueva y me dijo que no era la línea del Instituto mostrar la renovación o la experimentación bajo esos parámetros. En los años 70, en Los diarios, puse un pequeño desnudo y me lo prohibieron. Hasta que hice Ka... Kuy (también en los 70) donde durante una hora y media los intérpretes estaban totalmente desnudos. Los censores me propusieron entonces que bajara la luz. Pero no tenía sentido porque de lo que se trataba era de mostrar el cuerpo y no buscar cierto erotismo que, seguramente, iba a aparecer si hacíamos lo que ellos querían. Finalmente lo prohibieron. Volví a la carga en Apocalipsis, según otros (1980), pero acá la cosa ya era más violenta. Después vino Teatro Abierto y quemaron el Teatro del Picadero, donde presentábamos aquel trabajo”.
En las décadas de 1980/90 la labor de este prestigioso mimo adquirió un interés muy singular. Los jóvenes actores que, por entonces, tomaban clases con maestros como Carlos Gandolfo, Agustín Alezzo y Augusto Fernandes (entre otros) comenzaron a completar su formación apropiándose de las técnicas de trabajo de Elizondo y las de clown que impartía Cristina Moreira. Así se abrió un mundo expresivo que fue determinante en la labor de muchos artistas.
Durante varias décadas Elizondo intentó producir un libro con la intención de describir, no solo su historia de vida, sino aspectos de su técnica de trabajo. Le llevó mucho tiempo definir qué materiales exponer en él y finalmente, en 2020, con la ayuda del investigador Ignacio González, logró dar forma a Testimonio H. Una pasión, una vida, un legado. El volumen, publicado por el Instituto Nacional del Teatro, se presentó en la última Feria del libro de Buenos Aires. Y allí estuvo Ángel Elizondo, en un acto en el que lo acompañaron muchos de sus discípulos. En la contratapa de ese libro se destaca: “se trata del primer libro que el maestro Elizondo publica con la misma esperanza con la que, según él mismo ha dicho en otros espacios, se planta un clavel”.
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