Murió Sandra Guida, ícono del musical argentino, a los 60 años
Fue protagonista de Chicago, El beso de la mujer araña, Gypsy, Caravan, El diluvio que viene y muchos otros musicales no sólo en la Argentina sino también en Francia, Italia, México y los Estados Unidos.
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Ella fue sinónimo de comedia musical. Su actuación como Velma Kelly en Chicago (2001) quedó grabada en los anales de la excelencia teatral argentina. La triste noticia de la muerte de Sandra Guida comenzó a circular hoy por la mañana y tomó por sorpresa a todos: amigos (muchísimos), al mundo teatral y a sus miles de fans.
Dueña de una presencia única, era impactante en cada una de sus interpretaciones. Comenzó en el medio artístico estudiando con los mejores en aquellas épocas donde no había escuelas de teatro musical. Así fue como se perfeccionó en actuación, todas las formas de danza y canto, para convertirse en una de las mejores intérpretes integrales del país. Su primer protagónico fue en 1988, como Clementina, en El diluvio que viene, en el teatro Astral. Pero previamente había sido parte de la segunda reposición del musical Hair (1984).
Su talento se fusionaba a un carisma único. La simpatía y el virtuosismo de su voz impactó en su actuación de Sorpresas (1985), donde culminaba el espectáculo con el gospel “Santa quiero ser”, que le valió su primer premio: el Carlos, durante la temporada en Villa Carlos Paz. Pero el primer gran impacto que provocó en el medio teatral fue su protagónico en el music hall Broadway (1990), donde comenzó a jugar con un sello propio: la sensualidad, además de sobresalir en sus interpretaciones de canciones de Cole Porter y George Gershwin. Ese fue el puntapié para iniciar un camino en el jazz como cantante solista.
En 1992 regresó al teatro musical con el coprotagónico del musical Gypsy, junto a Mabel Manzotti y Eleonora Wexler, en el teatro Astral. Luego obtuvo las mejores críticas por su trabajo en el infantil Sietevidas, la gatópera; y en 1995, encarnó un papel en El beso de la mujer araña, dirigida por Harold Prince, quien quedó tan impactado con su trabajo que la contrató como protagonista del mismo musical para la gira por los Estados Unidos, que duró dos temporadas (1996/97) y en la cual recorrió 80 ciudades.
En 2001, luego de exhaustivas audiciones, quedó elegida para coprotagonizar el musical Chicago, de Bob Fosse, John Kander y Fred Ebb, en el teatro Ópera, junto a Alejandra Radano, dirigidas por Walter Bobbie. Esa dupla quedó impresa en la memoria de los espectadores y en la historia del género. Gracia, elegancia, belleza e impacto tuvo su trabajo consagratorio, que le valió un Premio ACE, un Premio Konex y una nominación al Florencio Sánchez. Al año siguiente encarnó el mismo personaje en la versión mexicana de la obra. “Chicago era mi musical preferido como espectadora, era una obsesión. Me gustan las coreografías y amo a los compositores, pero a su vez el libro, la estética, la puesta y la manera en que está contada también ejercieron una gran fascinación en mí. Por eso estaba muy preparada para Velma cuando llegó la producción a la Argentina. Era mi sueño y terminé siendo premiada por el destino”, le comentó oportunamente Sandra Guida a este cronista.
Luego de aquel gran suceso, protagonizó el Guida Concert, dirigida por Julio Panno, un music hall propio que estuvo en cartel durante dos temporadas en el extinto Club del Vino.
Durante las últimas décadas fue una de las actrices fetiche de Alfredo Arias, con quien se destacó en muchas producciones realizadas en la Argentina, Francia e Italia. Entre esos títulos cabe destacar Tatuaje, Cabaret Brecht Tango Broadway, Divino amore y Concha bonita.
Entre sus trabajos teatrales “no musicales” cabe destacar Arlequino y Puck, sueño de verano, dirigidas por Claudio Gallardou y su protagónico de El perro del hortelano, en el Complejo Teatral de Buenos Aires, dirigida por Daniel Suárez Marzal.
Otros trabajos memorables fueron Jazz, Swing, Tap (2001), La corte de Faraón (2003), Caravan, en El Nacional, dirigida por Omar Pacheco (2009); Dominó, junto a su amigo Aníbal Pachano (2007); Primeras damas del musical (2012), Tango corrupto (2014) y Damas y señores del musical (2015).
Sandra Guida obtuvo tres premios Konex (por su trabajo en musicales y como solista femenina en música pop), además de premios ACE, Hugo, ACPT (México), Atrevidas, Carlos y Magazine. Y en 2017 recibió un Premio Hugo a la Trayectoria. Al respecto dijo oportunamente a LA NACION: “La verdad es que tengo una trayectoria larga. Canto profesionalmente desde los 16 años. No es poco. Son muchos años de profesión. Lo sentí como un mimo. Cuando te entregan un premio por un trabajo, le agradecés a la gente que participó y punto. Pero en el caso de un premio a la trayectoria, una de las cosas que me dio más placer fue agradecerle con nombre y apellido a todos los que fueron poniendo los adoquines de esa carrera, que me dieron una mano o abrieron puertas”.
Trabajó en cine en El niño Pez y Evita; y en TV en La Voz, Hechizada, Hombres de honor, La banda del Golden Rocket, Los copiones, Una buena idea y Badía & Cía., entre otros programas. En 2018, junto a Luis Brandoni, condujo el ciclo La hora del tango, por la TV Pública, nominada al Martín Fierro.
Intérprete solista y multifacética, fue la fundadora y vocalista de la banda La Fila; y cantó en Japón, en 1988, en Los Karmas Show. Profesora en técnicas vocales de interpretación, grabó varios CDs. A su vez, fue acreedora de los premios ACE como Mejor Actriz de Musical (2001-2003) y el ACPT (México) como Mejor Actriz de Musical (2002). Atrevidas (2004), Magazine (2005), Carlos (1990). En 2018 dirigió la comedia Colapsadas.
Guida grabó los discos Sandra Guida y La Fila, Sietevidas: La Gatópera, Tango corrupto y Summer Wind y fue cantante invitada en los discos de Claudia Loubet, Jaf y Taco. En los últimos años se destacó como cantante de jazz en los shows de Walter Rinavera Big Band, la gran banda de su último compañero de vida, que la cuidó con amor en los últimos tiempos en los que la salud le jugaba una mala pasada.
En lo personal, Sandra Guida era dueña de una simpatía y un humor únicos y siempre se destacó por la generosidad con sus amigos y compañeros. Deslumbró no sólo a un ícono del musical de Broadway como Harold Prince sino también a cada integrante de la comunidad del teatro musical, para quienes se convirtió en uno de sus principales referentes. Con ella se va uno de los grandes emblemas del teatro musical argentino. “Una de las cosas que tenemos los argentinos, en lo artístico, es la solidaridad. Siempre estamos dispuestos a darle una mano al otro. Es una profesión competitiva, pero hay cierta camaradería –le dijo a Julia Montesoro en una entrevista realizada para este diario en 2018–. En otros países no se ve, cada uno labura por lo suyo. Acá no habría tantos espectáculos off si no fuera así, donde prácticamente se trabaja gratis. Pero hay pasión y un espíritu de llevar adelante un proyecto comunitariamente. Y creo que también es la clave de por qué Buenos Aires es una de las plazas teatrales más importantes del mundo. En otros lados, si no se mueve una moneda, no se mueve nada. El que se dedica a ser artista acá, por lo menos en el teatro y en la música en general, parte de una vocación”.
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