Tres intérpretes de lujo, en una propuesta mágica
Lautaro Delgado, William Prociuk y Ezequiel Rodríguez, en una singular mezcla escénica
Tres talentosos intérpretes decidieron juntarse con el objetivo de montar un proyecto que a uno de ellos viene interesándole desde hace algo más de tres años. Quien convoca es Lautaro Delgado Tymruk. Quienes aceptan la invitación son William Prociuk y Ezequiel Rodríguez. La obra en la que deciden involucrarse es de Santiago Loza: El corazón del mundo y tiene una particularidad: es uno de los pocos textos del autor cuyos protagonistas son tres varones.
Nunca habían trabajado juntos. Aun así cada uno conoce profundamente la trayectoria de los otros. Se admiran y quizá por eso han logrado largarse a una aventura de la que hablan muy apasionadamente y que les ha posibilitado seguir el derrotero que en un comienzo se propuso Delgado Tymruk y que posee, en lo escénico, más de una sorpresa.
El proyecto tiene una historia singular. Loza y Delgado fueron compañeros en la carrera de dramaturgia de la Escuela Municipal de Arte Dramático y en algún momento el autor le pasó al actor este texto para que lo leyera. Delgado lo hizo y se fascinó. Trató de conseguir quien lo dirigiera, pero no lo encontró. Finalmente decidió adoptar ese rol, además de actuar en la obra, y es así que El corazón del mundo se estrenó el sábado pasado, en Espacio Callejón.
En la obra, un hombre que camina solo por una calle durante la noche es golpeado de un palazo, inesperadamente, por un vagabundo. Cae al piso, pero antes de llegar a él, en un instante, vive tres vidas distintas. Nace y muere y vuelve a nacer en otros cuerpos. "El material no tiene ninguna teatralidad posible -cuenta William Prociuk-. Loza no escribe para la escena. El encuentro con ese problema es lo más hermoso que te puede pasar. En su montaje, Lautaro hace malabares con veinte mil cosas para lograr la teatralidad. No se abocó más que a la palabra y ella está ahí, pero fusionada con cosas que tienen que ver con el orden de lo mágico".
Según el relato de los tres, el proceso de ensayos no ha sido nada fácil, aunque sí muy intenso. Prociuk explica: "Fue necesario buscar la roña a todo esto". Una metáfora que le gusta utilizar para explicar cómo es el proceso de introducirse en una investigación que posibilite encontrar quizá lo inesperado. "Buscar es ensuciarse -explica-. Cada proyecto presenta distintas dificultades y me parece que meterse debajo de la cama es una posibilidad".
Ampliando estos conceptos, Ezequiel Rodríguez comenta que una vez que Delgado contagió a sus compañeros su interés por la pieza allí comenzaron a interpelarse acerca de cómo dialogar con el material. Y en esa necesidad de saber cuáles iban a ser las coordenadas en las que iban a encontrarse decidieron que era necesario "faltar un poco el respeto escénico, escapar a la comodidad, al lugar común. Encontramos un caldo de cultivo en el que las cosas se charlaban, se discutían, y así nos alejamos de lo políticamente correcto". Según asegura el actor en el espacio escénico sucede algo nuevo. "Lautaro logró meterse en muchos problemas de una manera muy honesta, cálida, y logró comunicarme una parte nueva del lenguaje teatral que desconocía por completo y que es hermoso".
Si Prociuk habla de lo mágico, a Rodríguez le gusta detenerse en el acto ritual de una misa y allí entra la voz de Delgado, que califica esta creación como una especie de diálogo espiritual entre el cine y el teatro, dos disciplinas que le importan mucho y que ha logrado juntar en esta propuesta.
Pero hay algo más: el intérprete y director estudió prestidigitación en algún momento de su vida y aprovecha sus conocimientos para desarrollarlos en esta puesta, en la que aparece un "dispositivo fantasmático", como le gusta llamarlo.
"Me basé -explica- en un efecto, creado en 1862, denominado Pepper Ghost. Se le encargó al científico John Henry Pepper un efecto para el teatro que promueva la aparición de una persona que no está en escena. Algo así como incluir un fantasma en una obra teatral. Se utilizó mucho luego en shows de ilusionismo. Es anterior al holograma".
Al artista le interesó retomar esa técnica casi desaparecida porque quería trabajar concretamente con fantasmas, con espíritus. "Me gustaba la idea de jugar con esa sensación -dice-. Este hombre al que le ocurre ese hecho traumático de ser golpeado en la nuca y su alma, antes de caer al piso, sale de su cuerpo y se mete en otras vidas, quizás en toda la humanidad, está hablando de algo muy espiritual, muy mágico".
El director afirma que en la obra se produce también una fuerte comunión entre ciencia y arte, pero hay algo más. Entre los intérpretes se consolida un triángulo de mucha hermandad y compromiso. "El espectador entra en una especie de ensoñación. Tengo la sensación de creer que estamos haciendo algo muy poderoso", afirma.
El corazón del mundo
de Santiago Loza
Espacio Callejón, Humahuaca 3759
Sábados, a las 20.30
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