Toto Castiñeiras, el payaso del Cirque du Soleil que le puso su mejor cara a la pandemia
Durante la cuarentena se encontró ensayando en una plaza mirando los nichos de la Chacarita y conectándose por Zoom con otros 32 payasos del Cirque du Soleil; hoy ensaya un nuevo espectáculo y disfruta del libro que publicó
- 10 minutos de lectura'
Señas particulares de un creador sumamente particular: Toto Castiñeiras es dramaturgo, director, clown y actor marplatense. “Toto tiene el talento y tiene el humor. Un humor corrido, como se dice, inesperado. Por eso asusta. O, para decirlo mejor, perturba. Tiene dos herramientas principales para lograr estos efectos: el físico entrenado en el circo y la palabra, manejada también ella como un artista callejero revolea las clavas. Y está el erotismo. Uno muy particular suyo y que sus actores saben encarnar, porque el autor los elige y los dirige. Son sus cómplices. Esas criaturas saben ser salvajes y lo gozan, provocando el goce del espectador”. La afirmación pertenece al director y dramaturgo Gonzalo Demaría, el de Happyland, el de Tarascones, el de tantos trabajos escénicos. Lo dice (en verdad, lo escribe) como prólogo del libro de Toto que el dramaturgo, el director, el clown, el actor marplatense y el artista del Cirque du Soleil parió en plena cuarentena leyendo y releyendo 6 obras de teatro que llevan su firma y su dirección.
En febrero del año pasado, este señor de sonrisa permanente que decidió ser clown cuando vio en una escena dramática de Los árboles mueren de pie, en la que Eva Franco se tiraba a sus anchas sobre una mesa, estaba viviendo en Berlín, o probando eso de vivir en la gran capital alemana. Su plan era volver a trabajar en el Cirque después de haberlo hecho en Quidam y en Séptimo día, el espectáculo basado en la música de Soda Stereo en el que aparecía en medio de un complejo dispositivo tecnológico mientras sonaba “Sobredosis de TV”.
El nuevo megamontaje se iba a estrenar en septiembre del año pasado en un gran teatro de la gran ciudad. En julio comenzaban los ensayos. Con esa hoja de ruta, volvió a Buenos Aires a fin de febrero para cerrar su casa y retornar a Berlín. Pero, claro, pasó lo que todos ya sabemos: pandemia, cuarentena y todo ese combo conocido. Así fue como, de golpe, se vio rodeado de cajas rotuladas en su casa.
Para sumar datos desalentadores, a pocos días de iniciada la cuarentana más dura el imperio Cirque du Soleil dejó de presentar sus 44 espectáculos que se estaban ofreciendo por todo el mundo y despidió a 4.679 de sus empleados (un 95 por cientos de su personal). El sol dejaba de brillar y, a los pocos meses, esa gran fábrica de ficción de escala global quebró.
En medio de esos días nublados y de tormentas cruzadas, un tarde cualquiera Toto Castiñeiras se asomó al balcón de su casa. En el de al lado estaba su vecino. Se pusieron a charlar. Le terminó alquilando su casa y se mudó a un lugar más pequeño porque sentía que no podía habitar una casa con varios dormitorios. Otra tarde, desde su pantalla en su nueva casa se le abrió otro telón. Cuando cayó “la compañía, la constelación Cirque o como quieras”, la familia de payasos de la compañía continuó conectada. Armaron un Zoom al cual llegaron a estar conectados desde distintas partes del mundo 33 payasos, número bíblico si los hay. El hashtag era “desempleados”. Entre ellos estaban Peter Shub y Eric Davis, artistas de circo de renombre mundial. “No hacíamos nada , simplemente nos mirábamos, nos preguntábamos qué hacer”, recuerda.
-Chiste fácil, hacían payasadas...
-¡También! (se ríe). Los payasos somos medio insoportables. Yo salía y entraba del Zoom y proponía juegos. Claramente éramos payasos desocupados no hablando de cómo la compañía debía pagar a los contratados, que también circulaba esa información; pero había otra cosa en juego. Era muy flashero. Ahora, que se vuelve a reamar la compañía, nos volvimos a conectar para ver cómo hacernos para reinsertarnos. Pero lo importante fue que, en plena pandemia dura, la familia de payasos del circo, la familia del Cirque se había vuelto a juntar. Yo vivo la ilusión de la familia de circo y mi vínculo con eso es vital sea actuando en un estadio de ultima generación o en la plaza de Mar del Plata. Tengo la poética del circo siempre en mi mira, lo viví así siempre...
Por el momento, aquel mega montaje en Berlín sigue en modo recalculando aunque, desde hace unos meses, el Cirque volvió a dar nuevos pasos. Ya no son 44 espectáculos desparramados por el mundo como era antes. En estos momentos son 14 montajes de los cuales solamente 3 están presentándose en Europa y, el resto, en Estados Unidos y en México.
En el plano local, cuando la noticia era la bancarrota del Cirque se produjo un hecho llamativo: el 19 de mayo, en Merlo, la ciudad del famoso microclima de San Luis, tuvo lugar la primera experiencia escénica con público en la Argentina en tiempos de Covid. La compañía Cirque XXI, grupo que había quedado varado en San Luis en medio de una gira interrumpida por la más dura cuarentena, presentó un espectáculo bajo el formato de circo/teatro. Esa tarde, los 30 integrantes de esta compañía tradicional de circo recibieron aplausos bajo las formas de bocinazos.
“Es muy llamativo que el primer espectáculo en vivo con público haya sido uno de circo -reconoce Toto Castiñeiras en un bar de Palermo-. A mí también me pasó algo similar porque, durante la cuarentena, volví a trabajar en una plaza. Eso fue como un viaje hacia mi adolescencia cuando, a mis 14 años, hacía teatro en la plaza San Martín, de Mar del Plata. Cuando me encontré nuevamente en la plaza pensé que todo empieza y termina ahí: al aire libre, en la calle ante gente paseando su perro que se quedaba mirándonos mientras hacíamos algo muy primitivo o poniéndonos de acuerdo con los que hacían deporte que también querían usar la canchita. Todo era hincha pelota, pero también era alucinante. Era volver a la calle”.
En medio de esta deriva, Toto y su grupo empezaron a trabajar en el Planetario. Tranquilamente, uno podría imaginar que lo hacían mirando al cielo, al cosmos. Pero luego se trasladaron a la plaza Elcano, la que está al lado del Cementerio de la Chacarita, la que se montó sobre tumbas que estaban en el lugar. “Era muy teatral estar actuando sobre los muertos, era teatro puro”, se ríe Toto. ¿Beckett en estado puro? Tal vez. En ese entorno se producían diálogos como el que sigue: “¿Dónde tenés el punto de vista?”, preguntaba él. Y el que estaba tratando de mantener el equilibrio le respondía: “En el nicho de la tercera fila, ¿lo ves?”. Lo cuenta y vuelve a reírse con ganas. Como revirtiendo sus propios pasos de creación escénica, le propuso al grupo escribir, trabajar en la dramaturgia. En tiempos de decretos de necesidad y urgencia apeló a su propio decreto. “La gente dice que hago teatro físico, ¡mentira! Mis obras tienen mucho trabajo de texto muy largo, insoportable”, y pone cara de situación.
Mientras muchos creadores escénicos indagaban en formatos audiovisuales (también lo hizo), Toto Castiñeiras estaba volviendo a la plaza, a su propio kilómetro 0. El punto de partida del circo como del mismo Cirque du Soleil en las calles de Montreal, en un lejano 1984. “Charlando ahora mismo con vos me doy cuenta que arranqué en una plaza, a los 14 años, en medio de un estado de felicidad absoluta. No había nada de angustia, eso apareció recién ahora, durante la cuarentena más dura. Imaginate que cinco monos entrenando en la plaza mientras miramos las tumbas no me resolvía nada en términos económicos. Podría no haberlo hecho, pero lo necesité, era darle sentido a la vida. Se venía la noche, hacía frío y yo encendía las linternas y era feliz, sencillamente”, reconoce y se le ilumina la expresión.
La Plaza San Martín de Mar del Plata tiene una plataforma de cemento frente a la Catedral. Cuando actuaba allí era el único varón. Algo similar sucede con sus obras en la que la mayoría de las veces actúan solamente mujeres u hombres asumiendo roles femeninos. De aquellas presentaciones en la plaza de su ciudad natal guarda un recorte de diario en que se anuncia, en muy pocas líneas, la función. Seguramente, en esa misma carpeta hay artículos escritos en idiomas muy lejanos al de la Capital nacional del pulóver, la ciudad de los alfajores o la capital del teatro de verano cuando integró esa compañía fundamental del llamado nuevo circo.
En medio de todo el zafarrancho del coronavirus también le fue dando cuerpo al libro “Cantar de Charabón”, que lanzó hace poco la editorial Losada. La idea de publicar los textos de sus obras Gurisa, Orillera, Voraz y melancólico, Ojo de Pombero, Anecdotario de de María (El susto) y Celestyna fue del investigador Jorge Dubatti. Durante la pandemia eso fue tomando forma. Se ocupó de corregir cada obra, de contextualizarlas, de meterle mano para ayudar al hipotético lector. “Yo no escribo teatro, hago ruido -se sincera en modo honestidad brutal- Escribo en relación a lo que aportan los actores, a lo que ellos van imaginando, van aportando; y a esos ruidos que generan yo les pongo palabras. Pero no siento que escriba teatro. De todos modos estuvo bueno hacer el libro, fue como un juego hermoso. Y pasaron cosas graciosas: después de leer el libro los actores de Gurisa sintieron que entendían aspectos de la obra”.
Antes de que llegara a las manos del lector, él tuvo que leer y releer mil millones de veces cada corrección que le llegaba. “Fue horrible, no sabía que era así”, confiesa haciéndose cargo de su propia ingenuidad. Cuando empezó a llegar la corrección las páginas venían llenas de marcaciones. Pero no se sintió apichonado, ni ahí. “Escribir teatro es como fundar un país, hay que hacerlo todo de nuevo -apunta-. No siento que escriba mal, sino que bajo las palabras de las obras a un libro. Hay quienes no lo entenderán y, a otros, se les armará un mundo y querrán decir esas palabras o llevarlas a un escenario. Sí siento que el libro es algo mío”. La palabra charabón que aparece en el título del libro está en la obra Voraz y melancólico. “El charabón es un ñandú torpe, que corre rápido, que se choca contra los árboles, que no hace ruido o que produce un sonido muy deforme. Me parece que eso es el libro, diría que lo siento como un acto de torpeza”, se ríe.
En plan futuro, está ensayando Ojo de Pombero, texto que forma parte del libro. Se estrenará en noviembre, en el teatro Picadero. Esta vez convocó a actores nuevos para él. Trabajan Mariano Torre, Charo López, Julieta Lasso, Luciana Buschi y el mismo Toto, con música original de Lucio Mantel. Está feliz con lo que está sucediendo en los ensayos. El pombero es un duende de la mitología guaraní que habita los bosques del noreste de nuestro país. Se dice que cuida al monte. “La obra es prepandémica y aborda al pombero visto desde una familia de mujeres abusadas que deciden capturarlo y comérselo en una olla -adelanta esta trama en la que suena un chamamé en medio de un rancho del Norte-. También es la pregunta de cómo es ensayar algo nuevo en este contexto en el que nada te contiene. Tiré un tarot y me sale ‘el loco’. Yo siento que nos tiraremos al vacío, hay un poco de eso...”.
En el libro, Toto Castiñeiras cuenta que estuvo 15 años girando subido al mundo Cirque du Soleil. Y que, cada tanto, en algún lugar del mundo evocaba contextos históricos rurales habitados por chanchos, teros, carpinchos y, ahora, un pombero. “¿Será la nostalgia del artista trashumante, su falta de suelo patrio?”, se pregunta. Y se juega a un respuesta de tono confesional: “mi añoranza de patria me ha vuelto romántico”.
Otras noticias de Cirque du Soleil
Más leídas de Espectáculos
"Destruido para siempre". La contundente respuesta de Pampita a García Moritán y el nuevo paso que dio en su relación con Martín Pepa
Polémica. Quién es Manuel Anido Cuesta, el polémico nuevo amor de Ana de Armas
Carolina Herrera deslumbró en la presentación de su colección Resort 25 en Ciudad de México
"Tengo una nueva reunión". Massaccesi define su futuro, tras la salida de Lapegüe de TN, y Nelson Castro le pone un punto final a los rumores