Tomás Pozzi, el actor argentino que sorprende a los españoles con sus personajes
MADRID.– A los 6 años debutó con un papel protagónico. Era la máxima figura de aquella escena. En aquella la canasta, donde interpretaba al niño Jesús, desde aquel pesebre viviente, supo que sería actor. Tomás Pozzi ha logrado un hito para un actor argentino en España: darle vida, relieve y alma a un unipersonal en el Centro Dramático Nacional. Querido capricho es un “desnudo artístico emocional”, como define, donde rinde homenaje a las mujeres de su vida en un monólogo dirigido por Tomás Cabané y también escrito por él en colaboración con el actor.
Hace varios años Pozzi, radicado en Madrid, comenzó a tramar esta historia y un personaje que tiene gestos y aromas de Nené y Mabel, en Boquitas pintadas, de Manuel Puig; de Ella, de La voz humana; de Dona Rosita, la soltera, de Federico García Lorca; de Penélope, Anna Karenina y Emma Bovary. Este actor “súper físico” que combina la emoción con una destreza corporal por momentos acrobática compone a dos personajes. El primero, un actor llamado Tomás, que a su vez compone a una mujer mayor, Amanda, enamorada de un hombre más joven. “Tenía la necesidad de que la gente me descubra desde otro lugar. Los actores nos quejamos de que nos encasillan y dije: «Esta oportunidad es mía y a mí no me encasilla nadie»”, dijo y se lanzó a este delicado striptease sobre la espera amorosa.
En 2018, antes de que se conociese la noticia de que Pedro Almodóvar revisitaría La voz humana, Pozzi y Cabané trabajaban en este melodrama con acento argentino. Por entonces el actor realizaba una temporada de El mago, escrita y dirigida por el prestigioso Juan Mayorga –un personaje que el realizador compuso con Pozzi en su cabeza–, una obra que combinaba el delirio y lo fantástico. “Tenía ganas de volver a interpretar a una mujer, y digo interpretar, es decir, sin un disfraz, sin una máscara. Pero, ¿qué visión queremos dar de esa mujer? ¿Por qué dos hombres quieren hablar de una mujer? Fuimos muy cuidadosos del por qué, del cómo. Este tipo de obras de mujeres abandonadas, están todos los clichés, pero no queríamos que fuese más de lo mismo. Siento que el final es el gran cambio, la esperanza, de que se vea una luz”.
En este viaje emotivo Pozzi convocó a un equipo con el que viene trabajando en la escena española desde hace muchos años. “No me hubiese animado a hacer esta obra sin este equipo. Hay que cuidar a la gente que confió en uno”. La coreógrafa Mey Ling-Bisogno, con quien Pozzi había realizado Hermosura, Naked y Mi cuerpo un hotel diseñó los movimientos de una obra, paradójicamente, sobre la espera. Del estatismo de quien contempla un teléfono con la ilusión de que suene, la ebullición interior y las ráfagas de dolor en forma kinética.
“Fue muy raro tener que alejarme tanto de mí, una mujer mayor, para hablar de mí”, explica Pozzi sentado en el Gran Café Gijón, a la vuelta del CDN, donde se presenta con localidades agotadas. “Tengo algo muy antiguo dentro de mí: sigo confiando en la palabra de la gente. Yo creo en lo que me dicen. Transité en un momento ese dolor y sufrimiento en las relaciones, como Amanda. En ningún momento buscamos la comicidad, pero la gente se ríe porque se ve reflejado en ella”.
Con una estética muy particular, con elementos kitsch y pop (se escucha un televisor donde aparece la voz de Mirtha Legrand, Natalia Oreiro, Georgina Barbarossa y hasta se anuncia un programa conducido por Leo Montero), Pozzi desmonta mitos románticos, tabúes y prejuicios.
“Soy un persistente en no desenfocarme”, admite el actor que estudió en el Conservatorio de Arte Dramático, en Buenos Aires, con Julio Chávez y también con Norman Briski. En 2001 Gabriel Molina y Hernán Cacace viajaban a Madrid con una obra y un actor del elenco tuvo una complicación, motivo por el cual llamaron a Pozzi. Tenía 19 años y pensaba quedarse por tres meses. Pero desde entonces no paró de trabajar. La chunga, de Mario Vargas Llosa, junto a Irene Escolar, Aitana Sánchez Gijón y Asier Etxeandía; o La noche y la palabra, de Andrés Lima, son algunas de las obras donde dejó su huella en la escena española.
Además de las cinco temporadas en la serie de TV Gym Tony, que se emite de modo intermitente de la TV española, y de Pequeñas coincidencias, fue convocado por el director Álex de la Iglesia para Mi gran noche. “Él es una bomba intergaláctica. Lo amé. Fue un elogio que me llamara. Hay momentos en los que tengo que frenar porque intento vivir las cosas con naturalidad, pero lo miraba y me daba cuenta de que estaba viendo trabajar a un mito”. En este proyecto también conoció a Mario Casas, popular actor, que cuando supo que trabajaría con Pozzi, consiguió su teléfono y lo llamó para presentarse. “Tuvo un gesto que nadie tuvo conmigo. Mario es un actor increíble: No se equivoca nunca en nada”.
Pozzi brilla en una obra sobre la espera, un universo diametralmente opuesto a su arte y a su actitud. “No creo en esperar. Me pone muy nerviosos que los actores esperen ser llamados para contar algo. «¿Qué tenés ganas de contar?», les pregunto. Soy inquieto y quiero actuar. No creo en el éxito. El éxito es poder pagar mi casa con mi trabajo”.
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