Todo Quijote tiene sus molinos de viento
Con El soñador de la Mancha, versión de Maximiliano Guerra sobre el clásico basado en Cervantes, abre hoy una temporada del Ballet Estable que llega con demoras y varias dificultades en danza
Cervantes lee un libro de la biblioteca hasta quedarse dormido. En los sueños Dulcinea va mostrándole una serie de personajes, viejos conocidos de los plateístas de esta sala de ballet: Basilio y Kitri, dos enamorados sueltos en una historia que terminará en boda con gran baile. La nueva Don Quijote, el soñador de la Mancha, que hoy abre oficialmente la temporada del Ballet Estable del Teatro Colón, mantiene en escena, desde el prólogo hasta el epílogo, al mayor representante de las letras españolas, que atraviesa los tres actos de este clásico. Desde su premiere en Rusia, en 1869, hubo varias y célebres reinterpretaciones de esta obra hasta que, en el umbral del siglo XXI, Maximiliano Guerra estrenó la suya en Stuttgart. Fue un éxito de público porque -ayuda a razonar el propio Guerra- en esa ciudad alemana tan devota de la danza no se había visto antes este divertido ballet, creado por la imbatible dupla Minkus-Petipa, y basado en la historia del hidalgo caballero.
Hoy, quince años después y en su tierra, el bailarín argentino que es director de la más importante de las compañías locales pone en calidad de coreógrafo su Quijote. Es la cuarta obra suya en un año para el Ballet Estable, pero esta vez, asegura, es la primera verdaderamente planificada, a tiempo con el tetracentenario de la muerte de Cervantes. Guerra distingue esta ocasión de cuando fue acudiendo a sus propias versiones de Romeo y Julieta, Cascanueces y Giselle para subsanar inconvenientes surgidos la temporada pasada, que repasa uno por uno.
"No es mi prioridad. Estoy pensando en redireccionar la compañía", había dicho a esta periodista en marzo de 2015, a poco de asumir su cargo en el Colón, cuando se le preguntaba si en su gestión habría lugar para su yo coreógrafo. Y ahora asiente sin dudar al oír aquella frase, ratificando el rumbo que había marcado entonces: "Será cuando vea que hay que ir por ese lugar, cuando falte un eslabón".
Como todo Quijote, éste tiene sus molinos de viento. El Ballet Estable no atraviesa su mejor momento. En las últimas semanas, diferentes integrantes del elenco manifestaron a LA NACION el malestar con el que vienen trabajando y expusieron documentos sobre algunos reclamos realizados. Cuentan que están desorganizadas las tareas cotidianas, que los pisos de las salas de ensayo no están bien mantenidos, que un compañero se quebró un pie y que hay situaciones de estrés laboral. Reclaman las funciones de El lago de los cisnes anunciadas en octubre último para abrir la temporada 2016 en el Luna Park. Y mayor presencia de Maximiliano en el Colón. "No está ciento por ciento con nosotros", dice un bailarín. Sin ocultar la admiración que les provoca su trayectoria, artistas que apoyaron con entusiasmo su designación coinciden: "Estamos tristes, bajoneados, con decepción".
El viernes a la noche, durante un ensayo pregeneral de los segundos y terceros repartos, Emmanuel Vázquez, bailarín invitado de la compañía de Santiago de Chile, se lucía en una exigente primera aparición. Carla Vincelli, su compañera, le mostraba con los hechos a Maximiliano que un saludo tras la variación daría un momento para respirar. "No va saludo." Al cierre de esta edición, por decisión artística del director, se informan cambios de último momento en los intérpretes de la obra. Vázquez y Vincelli serán quienes abran la saga de funciones.
-¿Tu sello de autor está en la inclusión de Cervantes en escena, en el lenguaje coreográfico o en variaciones masculinas más exigentes?
-La primera variación de Basilio cuando entra es bastante larga y bien técnica. La impronta más fuerte es que Cervantes y Dulcinea están en todo el ballet. Son protagónicos. Son el hilo conductor.
-Para quien tiene en mente la versión de Zarko Prebil...
-Aunque hace mucho que no se hace.
-Mirá, justo le hice una nota la última vez que estuvo en el país, en 2009. Decía en el título Prebil: "Vine para ayudar a que la compañía no se muera". Hace dos años hubo otro Quijote, el de Lidia Segni. ¿Poner una nueva coreografía de un clásico, para una compañía como ésta, no es enterrar el que tiene en su repertorio? En este caso, ¿tu Quijote enterraría al de Prebil?
-Yo no creo que se entierre una cosa con otra. El mundo va evolucionando y así va evolucionando la danza. Don Quijote de Prebil es un Quijote hermoso, pero hay danzas del cuerpo de baile que ya Nureyev las había superado. Esa evolución la tenemos que mantener. Y justamente basándome en lo que decís vos, para que no se muera... aunque una compañía como la del Colón nunca se muere, con la tradición que tiene y la decisión política que hay de mantenerla viva, de apostarle a más. Fijate que propongo un coreógrafo y me dicen que sí, no me escatiman en lo económico ni me cuestionan el porqué.
-La temporada tenía que abrir en marzo con El lago de los cisnes, cinco funciones que no se hicieron. Hace unos días la directora ejecutiva del teatro, María Videla, me explicaba que el Luna Park no pudo cumplir con las fechas que se precisaban para el montaje y los ensayos, y me aseguraba que se va a reprogramar. ¿Esas entradas salieron a la venta?
-No, nunca salieron a la venta. El lago de los cisnes es algo que yo había forzado para tener más funciones del Ballet, que no abriésemos la temporada en abril. Después del éxito del año pasado dije: vamos a arrancar con funciones populares, y acá en el teatro no había espacio, entonces habíamos empezado las acciones para tener el Luna Park. Pero después cambiaron unas fechas y se hacía imposible que fuéramos. Pensamos en el Coliseo, que estaba cerrado por refacciones; en el Cervantes... La última posibilidad que vimos fue hacerlo acá, en la plaza del Vaticano, lo que me parecía una idea fantástica, reformar un poco el escenario para que tenga camarines a los costados, que entre la orquesta, y dárselo al público. Pero se complicaba el armado de la escenografía. Ya habíamos pasado del Luna Park al Coliseo, al Cervantes y a la plaza del Vaticano... ¿Y si lo dejamos para otro momento mejor?
-El cuerpo de baile no estaba conforme con perder esas funciones, que sabés que las cuentan como...
-Las contamos, eh. Ahí poneme de aquel lado.
-Sos bailarín, sabés que si un bailarín no baila...
-Soy colega y sé todo lo que están sufriendo desde hace tiempo con el tema de la cantidad de funciones. Es una de las cosas que tengo como premisa: conseguir más funciones. Por eso digo: salgamos a otros teatros, hagamos giras, vamos a buscar más posibilidades de espectáculos, porque donde el artista más se desarrolla y crece es arriba del escenario. Nos duele no estar arriba del escenario. Obviamente tenemos también que lograr tener mayor espacio en nuestra casa.
-Varios bailarines del elenco consideran que la plaza del Vaticano no era un lugar apropiado para El lago de los cisnes.
-Todo depende. Con Alessandra Ferri, en Milán, bailábamos en el Castello Sforzesco; en un escenario parecido hacíamos Giselle, La fierecilla domada; depende de cómo te lo tomes. Quizás no están acostumbrados. Es una experiencia nueva. Todo cambio produce un poquito de... tirarse primero hacia atrás. No los culpo por eso. Al contrario. Creo que poco a poco hay que ir manejándolo. Somos empleados, artistas contratados por la Ciudad, vamos a darles a los ciudadanos lo que les podemos dar que está bueno. Es divertido y conseguimos más funciones.
-Hay en la compañía una sensación opuesta a la de hace un año cuando vos llegabas y estaban todas las fichas puestas en vos, porque saben de dónde venís y conocen tu carrerón como bailarín. Estaban llenos de esperanza. Ahora hablan de bailarines lesionados por no estar en un buen clima de trabajo y por el lugar físico. ¿Cómo ves vos la compañía, qué está pasando?
-Así como te decía que todo cambio produce resquemor y algún miedo, también hay cambios que producen mucho entusiasmo, entusiasmo por demás. Estaban todos muy alegres, contentos de que yo viniera; les dije el año pasado y les sigo diciendo: vine a dirigir esta compañía para ellos, para nadie más. Ni para mí, ni para la dirección del teatro, ni para el gobierno, ni para el público, ni para vos. La vine a dirigir porque creo que tengo algo para darles, que no sé si es bueno, mejor, peor, malo, excelente o terrible. Sí hay que tener presente que yo no soy Dios. No puedo resolver cosas que no se han resuelto en meses o en años. Hay cosas que están muy arraigadas.
-Los tapetes en mal estado.
-El problema de los tapetes empezó hace dos semanas, si bien hace años que hay un juicio sobre el tapete de la Rotonda. Justamente por eso no se podía tocar, pero ahora que está resuelto el juicio ya están trayendo el tapete nuevo. Las condiciones de trabajo son terribles cuando uno está mal, son más o menos y mejorables cuando uno está bien, y hay otra parte que es verdad: hay pisos que están viejos, pisos que no se limpian bien. Ahora armamos un esquema de limpieza y está mucho mejor. El de la Rotonda no se puede usar hasta que se cambie y ahí los apoyo. Que se lastimen porque están tristes es raro; un bailarín tiene que estar entrenado, y si está entrenado, es raro que se lastime. Lo que puede haber son accidentes. Lo de Maximiliano Iglesias fue un accidente haciendo un salto, pisó mal y se fracturó, así como un día saliendo para un salto yo me corté un tendón de Aquiles y otro día en Londres me rompí un menisco. No pongamos todo en la misma bolsa. Si vamos a hablar del ánimo de la compañía, hoy, en estos días que estamos preparando Don Quijote, está un poco mejor. Se han empezado a recomponer situaciones anímicas importantes. El ánimo de la compañía en general no está bien desde hace mucho tiempo, es una compañía que ha sido maltratada, dejada de lado, y que tiene la constante sensación de que la quieren hacer desaparecer. Y no hay una política en ese sentido, sino todo lo contrario.
-La temporada muestra que tenés ese apoyo: el programa contemporáneo que viene después de Don Quijote trae varios coreógrafos internacionales. Estaría Onieguin, con bailarines invitados (Marianela Núñez); La Bayadera, de Makarova, con Herman Cornejo y Ludmila Pagliero. Faltarían más funciones... Sería reparador.
-Sería ideal. En una compañía estable como ésta tendríamos que tener, por lo menos, 65 funciones. Y estamos en 40, con las giras y todo lo demás.
-¿Hay giras este año?
-Sí, hay giras que no están anunciadas porque no están confirmadas.
-Acá veo el programa y cuento treinta, recuperando las cinco de El lago... ¿Tu propuesta es duplicar entonces?
-Tenemos 30 funciones, más la gira, tendríamos que llegar a 40. Sí, sería duplicar, y si se puede, más.
-¿Y cómo se hace? Con los teatros San Martín y el Alvear cerrados, el Ballet Contemporáneo está buscando sala, el Ballet del Argentino de La Plata para llegar a la Capital busca sala, el Consejo Argentino de la Danza no presenta este mes su gala anual porque no tiene sala... Esta compañía tiene su sala.
-Sí, pero no te olvides de que esta sala tiene cosas que no se pueden modificar. No se puede alternar una ópera hoy y un ballet mañana. Técnicamente no se puede. Por eso es importante salir a buscar otros espacios. La decisión de aumentar la cantidad de funciones está. El año que viene estaremos más o menos igual, pero para 2018 vamos a tener mejor resuelto el tema.
-Otra cosa que se le escucha decir al ballet es que quiere que estés más. Pasan factura por el trabajo que tenés con tu propia compañía, en la que bailás. ¿Cómo manejás y repartís tu tiempo?
-Estoy todos los días acá, en el teatro. Estoy siempre. De entrada dije que mi carrera es de bailarín, no de director, y voy a seguir bailando hasta el día que decida dejar de bailar, que no sé cuándo será, cuando no me divierta más.
Don Quijote, el soñador de la Mancha
Con versión coreográfica de Maximiliano Guerra
Funciones, hoy, mañana, el viernes y el sábado, a las 20; pasado mañana (exclusivo Banco Ciudad). En el Teatro Colón, Libertad 621. Desde $ 80.
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