Títeres que logran encantar al público
Varieté de ilusiones / Libro y dirección: Myrna Cabrera, Lucila Mastrini / Elenco titiritero: Mariano Pichetto, Silvia Galván, Ivo Siffredi, Cristóbal Varela Salas, Olavia Paz Campos, Florencia Svavrychevsky, Lara Liebenthal, Johana Mizrahi / Coordinación de producción: Galo Ontivero / Asistencia de dirección: Mariana Elizalde / Música: Paula Vargas / Iluminación: Omar San Cristobal / Títeres y vestuario: Nat Filippini / Escenografía: Victoriano Alonso, Cristóbal Varela Salas / Sala: Teatro de la Ribera, Av. Pedro de Mendoza 1821 / Funciones: sábado y domingo, a las 11 / Duración: 50 minutos / Nuestra opinión: buena
Los titiriteros proponen un homenaje a los artistas de varieté y lo hacen poniendo en escena, lógicamente, una varieté. A partir de esta premisa sabremos que habrá números sueltos y un presentador (dos mejor dicho, Cirilo Nubes y El Grillo) que serán los que unirán brevemente uno con otro. Entonces, lo que sigue es disfrutar los números de manera particular. Cirilo Nubes es profundamente bello, tiene de verdad dos nubecitas en su cabeza, una de cada lado, y es muy, pero muy alto. Tiene unos zapatos puntiagudos que cuida con notable esmero y unos movimientos muy particulares. Ver el mundo desde esa altura debe ser muy especial. Y como si fuera poco interactúa con un grillo que, como corresponde, es bastante pequeño y que habita en el piano de Cirilo. Sí, en el piano. A un costado tiene la luz y se escucha el ruido del agua cuando se ducha, sin contar con que cuelga su ropa en el mismísimo interior del piano.
Los personajes van diciendo presente: unas niñas que bailan tap, unos perros acróbatas un poquito tramposos y deliciosos, dos mujeres que cantan y se estiran, el ilusionista que muestra una parte de su truco sin quererlo; un gimnasta-nadador. La mención de los personajes-títeres en lista permite entrever la heterogeneidad de lo que harán. En la función a la que asistió esta cronista pasó algo significativo: cuando una perrita caminaba sobre una especie de cuerda floja y se enfrentó a una situación difícil, los espectadores lanzaron un suspiro colectivo y aplaudieron cuando llegó a buen puerto su truco. Que hayan obviado a los titiriteros manipulando detrás da cuenta del lugar en el que estaban focalizando. Lo que evidentemente habla muy bien de los titiriteros.
Como los personajes son bien distintos, también lo son los tamaños y los modos de manipulación. Algunas secuencias están para quedar en los anales de la historia titiritesca como las hazañas de Willy Agudo, el clavadista insólito que sube varias veces una escalera para terminar tirándose de cabeza en un balde, o en otra entrada en la que va metiéndose en botellas de diferentes tamaños haciendo honor a sus dotes de contorsionista. El juego con los movimientos del títere para hacer esas complejas pruebas señala la maestría manipuladora de quienes lo manejan.
Un pequeño aparte merece el programa de mano, una verdadera maravilla porque indica quiénes manipulan cada títere en cada número (quiénes: el títere y los pies del títere), un reconocimiento necesario para estos fantásticos artistas.